Estudiantes tenía el partido y la punta servida. Sin grandes individualidades, pero con lucidez colectiva. Sin brindarse por el espectáculo, pero con sobrado sacrificio. Con un gol, conseguido en el amanecer del complemento, y las firmes manos de su arquero. Sin embargo, en el final Vélez encontró un empate que mereció por la búsqueda, por lo que hizo revolcar a Gerónimo Rulli. Hasta que Jorge Correa, ingresado en el segundo tiempo, volvió a mostrar toda esa contundencia que lo hace una de las mejores apariciones del fútbol argentino. Y con un espectacular zapatazo quebró al número uno platense, quien había tapado todo lo que le habían disparado Mauro Zárate, Lucas Pratto y compañía.

La realidad es que Estudiantes ni Vélez jugaron como dos serios aspirantes al título. Lo hicieron muy lejos de la expectativa que había generado la previa. Y Colón resultó el ganador de la fecha, aún con el domingo por delante, ya que el único equipo que podía alcanzarlo era Estudiantes, justamente. Ahora, la punta es propiedad exclusiva de los rojinegros, que el viernes vencieron a Tigre en Santa Fe.

Estuvo cerca de sostener el liderazgo Estudiantes por ese instante de inspiración en el arranque del complemento. Román Martínez abrió a la derecha, Mauricio Rosales mandó el centro y Guido Carrillo, por detrás de Fabián Cubero, metió un cabezazo demoledor, de pique al suelo, que hizo inútil la estirada de Sebastián Sosa.

Atrás había quedado un primer tiempo con pocas emociones, en el que Estudiantes se ubicó en el rol que más cómodo le queda, a la dulce espera de un descuido de su rival porque es un equipo que piensa en destruir para empezar a construir. Vélez sintió la ausencia de Lucas Romero, voraz en la mitad de la cancha, el jugador del primer pase. Y no pudieron maquillarlo ni Leandro Desábato -primo de su homónimo de Estudiantes- ni Ariel Cabral. Recién en el segundo tiempo, cuando ingresó Correa, Vélez mejoró. Dejó de ser previsible y tuvo cambio de ritmo.

El gol de Carrillo -el cuarto de los siete gritos que pegó su equipo- lo hizo tambalear, pero no volteó definitivamente a Vélez. Por la actitud de sus jugadores, que buscaron en todo momento el empate. Por la postura de Estudiantes, que decidió emplear el mismo método que la semana pasada, en el clásico de las diagonales. Después del gol, se replegó. Y empezó a jugar muy cerca de Rulli. Entonces, surgió la enorme figura del pibe arquero.

Rápido de piernas, Rulli anticipó una pelota en la medialuna y Pratto, fuera del área, metió un bombazo que se estrelló contra el travesaño. Un rato más tarde, el número uno de Estudiantes se lució ante un zurdazo esquinado de Zárate. Y poco tiempo después, bloqueó un derechazo de Pratto.

Parecía insuperable Rulli, mientras su colega Sosa era un mero espectador privilegiado porque Estudiantes atacó en cuentagotas y cada vez estaba más cerca de su arquero. Hasta que desató el nudo Correa con ese disparo que se clavó en el ángulo. Y fue por más Vélez. Sin embargo, volvió a chocar con el joven guardián pincha. En el instante final, le ahogó el grito a Zárate y en el rebote, Cubero chocó con Gil Romero. El árbitro estaba muy cerca de la jugada, pero observó que el jugador de Vélez impactó contra la pierna del hombre de Estudiantes. Le hubiera dado la chance de ganar al equipo local, que hizo bastante más que su encumbrado rival.