El vínculo entre una machi y tejedora mapuche y una científica filipina-chilena en la protección de la biodiversidad al sur de Chile.
Entre los ríos y montes del Wallmapu, la machi Patricia Huinca y la científica Mónica Ortiz han tejido una amistad que trasciende fronteras culturales y disciplinares. Desde el diálogo entre el conocimiento ancestral mapuche y la ciencia ecológica, ambas mujeres exploran nuevas formas de escuchar la naturaleza y sanar los vínculos entre territorio, espiritualidad y biodiversidad. Su historia, plasmada en una publicación científica internacional, invita a “ver con los dos ojos” y reconocer que la verdadera conservación comienza en el respeto y la reciprocidad con la Tierra.
En el corazón del Wallmapu, en la comuna de Cholchol, región de La Araucanía en Chile, se teje una historia que entrelaza la espiritualidad ancestral, la ciencia ecológica y la resistencia territorial. Se trata del encuentro entre la machi Patricia Huinca, autoridad espiritual mapuche, y un grupo de ecólogos y científicos liderado por la Dra. Mónica Ortiz, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académica de la Universidad de Concepción.
Este diálogo, el cual comenzó en Conguillío en el marco del taller internacional de ecología ANdiNA 2024, se fue intensificando y dio forma a una amistad fortalecida, y a un artículo científico llamado «Listening Deeply to Indigenous People: A Collaborative Perspective and Reflection Between a Mapuche Machi and Ecologists», publicado recientemente en la revista Ecology and Evolution, el cual ha sido una pieza pionera de coautoría entre comunidades indígenas y científicos que busca repensar los vínculos entre conocimiento tradicional y académico. El artículo publicado denuncia los impactos de proyectos hidroeléctricos y forestales en el Wallmapu, especialmente en la cuenca del río Truful-Truful en Chile, específicamente en la comuna de Melipeuco, cerca del acceso sur del Parque Nacional Conguillío.
“Nuestro encuentro fue casual”, cuenta la machi Patricia. “Me contactaron para participar de este encuentro pues podría ser interesante, partí sin saber con quién me reuniría”. Lo que nació como una invitación espontánea se transformó en un vínculo profundo, “fue como un flechazo. Sentí que nos conocíamos de toda la vida, ella era muy cercana en todo momento” destacó la machi.
El taller en el Parque Nacional Conguillío, reunió a científicos de más de 15 países y a la autoridad mapuche local. Fue allí donde comenzó un diálogo con Mónica Ortíz que continúa hasta el día de hoy y que ha derivado en la invitación a su casa para tejer profundas conversaciones, en base a la confianza mutua. “Escucharlos hablar de ecología y biodiversidad, eran temas muy cercanos a nosotros. Quise dar a conocer la realidad de este lado del territorio y la región, pues era muy diferente defendiendo la ecología, quería que se visibilizara lo que vivimos a diario, en ese minuto estábamos luchando con una empresa frutícola, pues querían intervenir el único río que nos aporta agua, y que vivimos de ella”, explica la machi, quien vio de este encuentro una oportunidad para compartir la problemática. “Sentí que desde afuera nos podrían escuchar más, lamentablemente en nuestro país no existe esa escucha ni apertura para conversar desde el estado, así es que fue interesante escucharlos y dar mi versión de lo que sucede”, señaló.
Desde la visión de la científica filipina-chilena radicada hace más de tres años en Chile, Mónica Ortíz, el trabajo desde las ciencias debe ser cercano a la realidad de las comunidades indígenas. “A través de los diversos ámbitos de la conservación, los pueblos indígenas, sus formas de vida y sus conocimientos ayudan a proteger la naturaleza. Los Conocimientos Ecológicos Indígenas -TEK, en inglés: Traditional Ecological Knowledge- protegen ecosistemas y mejoran la biodiversidad”, destacó la investigadora quien participa de diversos encuentros científicos internacionales de gran envergadura.
A pesar de que se ha trabajado en diversos intentos para “integrar” mejor los saberes indígenas y las ciencias ecológicas occidentales, las asociaciones entre estas comunidades son complejas debido a los desequilibrios de poder, la desconfianza, los diferentes objetivos y las injusticias del pasado y presente hacia los pueblos indígenas.
Según la machi Patricia Huinca, este apoyo entre las dos consistió en creer en la otra y en el dolor que sentían a través de su trabajo, “en decir vas a poder sacar tu voz y no encontrarte con las puertas cerradas. Sentí que abrí una puerta en ella, la solución que buscamos será para el futuro de otras generaciones, con la seguridad de que hubo mujeres que lucharon por esto, al igual que ustedes como científicas y comunicadoras lo hacen a través de su trabajo. Las transformaciones profundas llevan tiempo. Aquí, el tiempo es largo y lento. Hablamos de los sueños como esos pequeños instantes que vivimos internamente, pero que en realidad son muy amplios. En una película, un sueño puede durar solo dos o cinco minutos, pero en la vida real, para que algo suceda -para que una historia completa se desarrolle- puede hacer falta una película entera de dos horas”, destacó. Así es el cambio, puede parecer lento, pero está lleno de significado y posibilidades.
El artículo publicado recientemente recoge el principio de Two-Eyed Seeing “Ver con los dos ojos”, una metodología que propone combinar el conocimiento indígena con el científico, reconociendo la validez de ambos. “Nos dimos cuenta de que juntas podríamos comprender mejor los cambios socioecológicos”, señala la Dra. Ortiz. Para la machi Patricia Huinca, ese conocimiento está vivo, “todo lo que vivimos hoy día tiene relación con nuestra desconexión con la naturaleza. El espíritu se debilita cuando no tiene agua, aire, plantas. Cuando no se escucha el río o las aves, en esos lugares es donde te puedes recargar nuevamente de energía y conectarte. Como machi ayudo a conectar a la persona con su espíritu”. La autoridad ancestral, iniciada hace poco más de dos años en su rol espiritual, ha atravesado un viaje de reencuentro profundo con sus ancestros y con el territorio. “Ser machi es volver a aprender, volver a nacer”, confiesa.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural.
Puerto Madryn – Chubut.

