Estrella federal, flor de pascua, corona del inca, pastora, cardenal y cuetlaxóchitl…
La flor (Euphorbia pulcherrima), nativa de México y Centroamérica, que es popular a nivel mundial debido a su uso tradicional como adorno navideño. Sin embargo, mucho antes de que esta planta se convirtiera en un símbolo de la Navidad, los aztecas ya la celebraban por su belleza y su valor medicinal. Conoce la historia detrás de esta hermosa planta.
Es un arbusto que puede crecer hasta los cuatro metros de altura y, a medida que crece, va cambiando el color de sus hojas desde un verde oscuro hasta un característico rojo intenso. Es la típica “flor” de nochebuena, que destaca en los centros de mesa y en las decoraciones de los hogares por su hermoso color rojo y su peculiar forma de estrella. Sin embargo, esta planta tiene un origen bastante alejado de la pequeña ciudad de Belén, ya que crece de forma natural principalmente en los cañones rocosos del suroeste de México.
Si bien, se suele creer que esta estructura en forma de estrella es la flor de la planta, lo cierto es que los coloridos “pétalos” de las flores de Pascua en realidad son hojas modificadas, llamadas brácteas, mientras que los pequeños y diminutos capullos amarillos del centro, llamados cyathia, son las verdaderas flores. Estas coloridas brácteas atraen a los insectos a las flores y se marchitan de forma natural después de la polinización.
“La inflorescencia, que es lo que se ve como una corona roja, es una inflorescencia de flores masculinas con flores femeninas en el centro, que siempre llamo la atención por su forma y su color rojo, incluso de los pueblos originarios de México, que la veneraban y utilizaban de diversas formas”, señala Ramiro Bustamante, Doctor en Ecología, profesor titular de la facultad de Ciencias Ecológicas de la Universidad de Chile, e investigador asociado del Laboratorio de Ecología Geográfica, del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), y del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC).
La flor de Pascua es considerada como una de las especies ornamentales más elegantes y hermosas del mundo, siendo una de las diez plantas en maceta más vendidas en Europa y Estados Unidos. Esto se debe a que la planta florece en la época invernal del hemisferio norte, es decir, en los meses finales del año, lo que la hizo popular en las fiestas cristianas como la Navidad, no solo en México y América Latina, sino de todo el mundo.
La flor de Pascua posee una gran importancia biocultural para México, que se remonta a mucho antes de la llegada de los españoles a territorio americano. De hecho, algunas de las referencias más antiguas que existen sobre la especie se pueden encontrar en la obra “Historia general de las cosas de la Nueva España” de Fray Bernandino de Sahagún. Gracias a estos registros se sabe que en la época prehispánica la flor de Pascua recibió el nombre de “cuitlaxochitl” -que en náhuatl significa “flor que se marchita”- y que era utilizada en ofrendas y rituales, se asociaba con los guerreros y también se usaba con propósitos medicinales.
Vale decir que la flor también es conocida como la “Estrella de los Aztecas” debido a la conexión que tenían los habitantes del imperio con esta bella planta. Los aztecas, que vivían en Centroamérica en los siglos XIV y XV, eran conocidos por sus grandes conocimientos botánicos y conocían y veneraban innumerables plantas debido a sus efectos medicinales y sus diversos usos.
En ese sentido, la flor en cuestión era una de las plantas más importantes del imperio ya que fue vista como símbolo de pureza. Cultivada en los jardines y utilizada para decorar los templos y acompañar ceremonias religiosas. Generalmente estaba asociada con las diosas madres, por ejemplo, con Tonantzin, la diosa de la salud, señora de la maternidad y de las hierbas medicinales.
Por otra parte, la planta también era utilizada para fabricar un tinte rojo a partir de las hojas y su savia, blanca y lechosa, era usada para hacer una medicina contra la fiebre y como un remedio contra las hemorragias obstétricas o ginecológicas. Asimismo, aplicaban la savia en los pechos de las madres lactantes para aumentar la producción de leche. También se dice que era considerada como la planta favorita de Moctezuma, el último emperador del imperio Azteca.
En Argentina, le llamamos estrella federal porque sus intensas brácteas rojas evocan el color punzó del Partido Federal, que defendía el sistema federal frente al centralismo porteño. Fue adoptada por caudillos federales como Rosas y luego por movimientos nacionalistas y el peronismo (incluyendo Montoneros) en los años 70, convirtiéndose en emblema de resistencia y soberanía nacional, aunque esta segunda adaptación es poco conocida y muy perdida en el tiempo. Por lo que impera el nombre de estrella federal.
No se sabe exactamente en qué momento comenzó a asociarse a esta planta con la Navidad, sin embargo, según cuentan los registros, en el siglo XVI, con la llegada de los misioneros franciscanos a México, la flor de Pascua comenzó a ser utilizada para adornar los pesebres o belenes que representaban el nacimiento de Jesús durante las celebraciones de Navidad en el Nuevo Mundo.
Esto debido a que el acebo (Ilex aquifolium), la planta navideña preferida en Europa, no se encontraba en el continente americano, y la flor de Pascua se transformó en el sustituto perfecto, gracias a sus colores rojos y verdes, que viven su época más linda durante el mes de diciembre.
Sin embargo, faltaron varios siglos para que esta planta llegara a la fama actual que representa. Esto fue gracias al político y botánico aficionado estadounidense Joel Roberts Poinsett, el primer embajador de Estados Unidos en México, quien, durante una excursión local en la década de 1820, encontró la planta y quedó absolutamente impresionado con su belleza.
Poinsett se llevó la planta a Estados Unidos, la distribuyó entre sus amigos y conocidos y la envió a los jardines botánicos de todo el país, incluido el Jardín Botánico de Bartram en Filadelfia, donde lograron cultivarla y venderla con éxito.
Pero la flor de Pascua no se popularizó hasta décadas después, en 1920, cuando el horticultor y empresario Paul Ecke comenzó a cultivar nochebuenas en campos cercanos al actual Hollywood, en el sur de California, y a comercializarla como una flor típica de la Navidad aprovechando la época de floración de la planta. Tuvo tanto éxito, de hecho, que con los años la flor se hizo un lugar firme en la cultura navideña estadounidense y posteriormente también en Europa. Y actualmente, resulta casi imposible imaginar la temporada navideña sin ella en ambos continentes (y también en muchos otros países).
Sin embargo, es importante mencionar que, durante los 100 años posteriores a la llegada de los primeros trasplantes a Estados Unidos, las frágiles flores eran casi imposibles de mantener vivas en maceteros y se vendían principalmente como flores cortadas.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural.
Puerto Madryn – Chubut.

