El 21 de octubre de 2025 ingresaba a la prisión de París el ex presidente de Francia Nicolás Sarkozy, dando comienzo así, una condena de 5 años de reclusión por conspiración criminal en un intento de utilizar dinero libio para financiar su campaña electoral de 2007.
Sarkozy comenzó a cumplir pena de prisión, sin esperar su apelación, debido a “la gravedad de la alteración del orden público causada por el delito”. La celda en la que estuvo alojado, de nueve metros cuadrados, contaba con una ventana, cama, escritorio, nevera, placa calefactora, TV de pago, aseo, ducha y un teléfono fijo con números autorizados para llamar. Podía salir al patio una vez al día, tener tres libros y recibir visitas tres veces a la semana. Tenía una custodia continua de dos policías en celdas contiguas.

Luego de estar casi tres semanas en prisión, el tribunal dio curso a su apelación, por lo que dejó el establecimiento y permanecerá bajo supervisión judicial hasta que se resuelva la segunda instancia.
En Argentina, la expresidente Cristina Fernández de Kirchner ha sido condenada por un delito incluso más grave que su par francés y las condiciones de su detención se parecen más a un all inclusive que a una condena.
Redes sociales, llamadas telefónicas y videoconferencias ilimitadas; una lista de personas con visitas liberadas cuya conformación y número se mantiene en secreto (familiares, médicos y abogados); y visitas con autorización previa que, luego del pornográfico desfile de personajes de la más variada calaña y ante el enojo público, ahora los jueces han limitado a tres personas, dos horas, dos veces por semana.

La indolencia con la que se comporta la rea cuenta con la vista gorda de los jueces responsables, que ya sea por complicidad o cobardía no toman las medidas ejemplares que deberían tomar.
La edad de la condenada no obliga a los magistrados a darle prisión domiciliaria. Ante la burla que Cristina está propinando a la Justicia y a la ciudadanía en general, debería ir a una celda como Sarkozy y demostrar que es merecedora del beneficio de la prisión domiciliaria.
El delito de la ex presidente, desde lo moral, es de traición a la patria; desde lo político, es de traición a la república; y desde lo ético, es de traición a todos y cada uno de los argentinos que pasan hambre culpa del robo que consumó.
Los poderes ejecutivos nos roban con impuestos y tasas descomunales; los poderes legislativos, con leyes abusivas e inconstitucionales; y los poderes judiciales, con sentencias que atentan contra las personas de bien y con ejecuciones de pena diferenciales para la aristocracia política-empresarial-sindical de nuestro país.
Gentileza:
Rogelio López Guillemain – rogeliolopezg@hotmail.com>

