El 17 de noviembre se llevará adelante, en el Auditorio Perón de la Ciudad de las Artes, el 2° Congreso Nacional de Niñeces y Juventudes Trans. Este evento cuenta con el apoyo de la Universidad Provincial de Córdoba y de la Universidad Nacional de Córdoba.
En este escrito no voy a extenderme en analizar el tremendo negocio multimillonario que implica la hormonización de por vida de quienes pretenden ir en contra de su propia naturaleza, ni de las costosísimas cirugías de “reafirmación de género” (cirugía que busca cambiar la apariencia sexual y que se contradice con el propio postulado de quienes defienden el concepto de identidad de género como independiente del de sexo).
Tampoco voy a referirme a las secuelas de estas prácticas ni a lo irreversible de las mismas ni a los daños psicológicos que generan en los involucrados, ni a la tasa de suicidios casi cuatro veces más elevada entre ellos.
Si todo esto es llevado a cabo por un adulto, bajo su responsabilidad y asumiendo él mismo su costo, nada tengo que decir; es libre de hacer lo que le venga en gana, aunque yo no lo comparta. Respeto su libertad.
Tampoco voy a comentar los elevadísimos costos de estos tratamientos, los que son trasladados a la población en general. Sí, si la salud pública no los paga, los paga toda la población, sobre todo los más pobres.
Quiero expresar mi más enérgica oposición a la peligrosísima determinación de que un niño sea transgénero sin respetar los tiempos evolutivos prudentes hasta que este alcance la adultez y esté en capacidad de definir su futuro, asumiendo todo el costo físico, emocional, psicológico y económico que puede acarrearle de por vida.
Para poner en contexto mi argumento, voy a compartir capturas de partes de la “Observaciones Generales N°14” (2013) de la “Convención sobre los Derechos del Niño”, documento dictado por la ONU, en especial el apartado sobre el “interés superior del niño” concepto que suelen enarbolar los promotores de estas actividades.

No se nombra el género dentro de la definición de la identidad de un niño.
Claramente es imposible legislar sobre todos los posibles abusos sobre los menores por lo que la norma tiene que ser flexible, tal como lo expresa a continuación:

Nuevamente vemos que se hace mención a varios aspectos de la vida del menor sin nombrar el género.
En el punto 34 se advierte sobre el peligro de la manipulación que vaya en contra del interés del niño y a favor de intereses políticos, en lo que podríamos incluir los ideológicos.

Podemos observar que en el siguiente punto protege el interés del niño por sobre el interés de grupos ajenos a ellos con posturas culturales (por qué no ideológicas) que pongan en riesgo al menor.

En los próximos párrafos vemos que debe evitarse tomar medidas que puedan afectar el futuro del niño teniendo en cuenta tanto su seguridad como su salud. Con respecto a esto último, si el cuidado de su futuro debe tenerse en cuenta en el tratamiento de una enfermedad, con mayor razón en la aplicación de terapias electivas irreversibles.

El último argumento que quiero sumar responde a las leyes en Argentina en lo referido a las capacidades de los menores para decidir sobre acciones que pueden afectar su futuro en forma irreversible:
- La ley 24.788 que prohíbe el expendio de bebidas alcohólicas a menores de 18 años.
- La ley 26.687 que prohíbe la venta de tabaco a menores de 18 años.
- La ley 27.436 que sanciona la producción, distribución, publicación y posesión de pornografía infantil. No se da esto en adultos.
- La ley 9.012 que prohíbe todas aquellas acciones no médicas, sobre la piel humana con fines estéticos, como ser tatuajes, inserción de aros y sellos en diversas partes del cuerpo.
Resulta inexplicable que el gobierno de Córdoba se preocupe por proteger contra cambios irreversibles la piel de los niños y apoye al mismo tiempo procesos invasivos que pueden afectar el cuerpo y la psiquis, produciendo depresiones severas que se ven reflejadas en la tasa más de siete veces mayor de intentos de suicidios entre quienes practican procedimientos de “reasignación de género”.
Respeto el derecho de un adulto a mutilarse o someterse a tratamientos hormonales, con todos los riesgos, efectos secundarios y complicaciones que conlleva, siempre que sea voluntario y a su costo.
Pero con los niños NO.
Gentileza: Rogelio López Guillemain – fidias1967@gmail.com

