Víctor Antonio Legrotaglie era el símbolo de Gimnasia en 1970, cuando el conjunto mendocino se presentó en el primero de los nueve Campeonatos Nacionales que disputaría hasta 1984. El Víctor, uno de los mayores talentos que entregó el fútbol federal, ya no está (falleció el 30 de marzo del año pasado), pero su rostro, hecho remera, parche de bombo y hasta estampita, acompañó a los 10.000 hinchas que este sábado celebraron hasta el éxtasis en Vicente López, donde el Lobo derrotó por penales a Deportivo Madryn, tras empatar 1 a 1 en los 120 minutos, y así se consagró campeón de la Primera Nacional y aseguró su regreso a la Primera División del fútbol argentino después de más de cuatro décadas.
La certeza de que en 90 minutos se juega el trabajo de un año suele operar como un obstáculo para las buenas intenciones en esta clase de encuentros. Esta vez, ninguno de los dos equipos renunció a buscar el gol desde el primer minuto. Cada cual lo hizo con los argumentos que los habían traído hasta este choque: Gimnasia, con un fútbol paciente y atildado, con buena circulación de pelota y dinámica por las bandas; Deportivo Madryn, con un juego mucho más vertical, con la tentación que siempre sugiere la presencia de dos centrodelanteros sumamente potentes como Germán Rivero y Luis Silba.
Si bien no abundaron las jugadas de riesgo en el primer capítulo, ambos dieron motivos a sus hinchas para elevar el volumen de sus gritos. El conjunto chubutense, con un remate desde la medialuna de Diego Crego que el arquero César Rigamonti envió al córner. El elenco mendocino, con dos acciones sumamente discutidas. En ambas, el balón terminó dentro del arco de Yair Bonnín y ambas fueron anuladas por manos: la primera, de Matías Muñoz luego de un córner desde la izquierda; la segunda, de Nicolás Servetto en la acción previa a un remate a la red de Nicolás Romano. En esa última, intervino el sistema de videoasistencia y el árbitro Nicolás Ramírez recurrió también a la pantalla ubicada al pie del campo de juego, dos rarezas para una categoría que disputó los 612 partidos previos de la temporada sin esas herramientas.

Si algún condimento propio de una final había faltado en el primer tiempo, con todos se sazonó el complemento: tensión, pierna dura, un fervor desbordante en las tribunas (el marco fue propio de un encuentro de Primera División) y emociones fuertes. La primera, a los 32 minutos, le perteneció al Aurinegro, que había mostrado una mejor versión en ese tramo: un centro milimétrico de Nazareno Solís voló al lugar justo para que Luis Silba, de cabeza, estampara el 1 a 0. Caprichos del destino, el delantero rosarino, que no tuvo una temporada brillante y no había marcado en los últimos ocho presentaciones, vistió la camiseta de Gimnasia la temporada pasada.
En desventaja y contrarreloj, el conjunto dirigido por Ariel Broggi se lanzó a la caza del empate tan vigoroso como desprolijo. El elenco de Leandro Gracián parecía tener el juego bajo control, respaldado en la firmeza de su zaga, pero cuando ya se jugaba tiempo agregado y la parcialidad chubutense ya paladeaba el ascenso, un remate de Facundo Lencioni rebotó en un brazo de Alejandro Gutiérrez y Ramírez sancionó penal. Lencioni, con la frialdad de un cardiocirujano, restableció la parda y trasladó la definición al tiempo suplementario.

La prórroga pudo haberse presentado como un simple tránsito hacia los penales. Sin embargo, ninguno estaba dispuesto a entregar su suerte a ese cara o cruz. Ya sin demasiado apego a los mandatos tácticos, con las piernas cansadas, los nervios a flor de piel y la lluvia como telón de fondo, chubutenses y mendocinos se jugaron lo poco que les quedaba. El Pituco estuvo algo más cerca, sobre todo con un cabezazo de Diego Mondino que despejó Bonnín, pero la paridad no se rompió.
A la hora del estremecedor cara a cara entre pateadores y arqueros, Gimnasia fue implacable y contó con el aporte decisivo de César Rigamonti, que desvió los remates de Federico Recalde y Nicolás Mana. El disparo de Diego Crego que se estrelló contra el travesaño hizo estallar a la multitud albinegra, que casi inmediatamente invadió el terreno para celebrar con sus jugadores un logro que su equipo había acariciado el año pasado, pero que se le había escapado en la final del Reducido ante San Martín de San Juan.
Con el ascenso del Lobo, la temporada próxima podría tener tres equipos mendocinos en la Primera División, algo que solo sucedió una vez: Godoy Cruz, San Martín y Huracán de San Rafael compitieron en el Nacional 1974, en el que participaron 36 conjuntos.
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