San Rafael, Mendoza lunes 05 de mayo de 2025

Burneshas, mujeres que han vivido como hombres – Por:. Beatriz Genchi

En las montañas al norte de Albania la diferencia entre hombres y mujeres sigue siendo brutal: la libertad para votar, conducir un auto, tener un negocio, ganar dinero, y otras actividades propias de las sociedades modernas como fumar, beber, decir groserías, poseer un arma o usar pantalones, siguen siendo actividades propiamente masculinas. Las mujeres son canjeadas en matrimonios arreglados a muy corta edad, en ocasiones con hombres mucho mayores que ellas.

Y aquí vienen “las vírgenes juramentadas” son la única forma institucionalizada de cambio de género en Albania. Comportamientos similares han sido observados en algunos pueblos de América del Norte y Asia.

La existencia de vírgenes juramentadas es mencionada por primera vez por viajeros europeos occidentales a finales del siglo XIX. El fenómeno ocurre entre los albaneses, los eslavos del sur y los gitanos, así como en menor medida entre los arrumanos y los griegos, sin diferencias entre las distintas confesiones religiosas. La institución se reducía a regiones agrícolas remotas, donde se continuaba viviendo en grupos de familias y clanes arcaicos. Mientras que este comportamiento se mantuvo extendido entre estos pueblos hasta bien entrado el siglo XX, los cambios sociales y la modernización de las últimas décadas han provocado la práctica desaparición del fenómeno. Únicamente en Albania viven todavía unas 40 vírgenes juramentadas

La fotógrafa Jill Peters realizó una serie fotográfica de nombre Sworn Virgins of Albania (“Vírgenes juradas de Albania”), la cual es a la vez un documento etnográfico y un retrato de un tipo social propio de esa región del mundo que está próximo a desaparecer.

La única alternativa a una realidad asfixiantemente masculina es literalmente disfrazarse de él. O deberíamos decir, “de Él”: las mujeres que se plantean algo más que ser la esposa de un anciano se convierten en vírgenes juradas, o “burneshas”. Como las antiguas sacerdotisas de Diana, las burneshas adoptan conductas masculinas no sólo en su apariencia y comportamiento diarios, sino que en ocasiones cambian su nombre; lo más importante –y tal vez lo más demandante– de la transformación en burnesha es el voto de castidad al que deben someterse tradicionalmente.

Jill Peters afirma que “poseen una cantidad indescriptible de fuerza y orgullo, y valoran el honor de su familia por sobre todo lo demás.” La fotógrafa afirma también que probablemente esta sea la última generación de burneshas vivas, pues las generaciones jóvenes crecen con otros motivos aspiracionales por lo que estos retratos serán en unos pocos años el recuerdo de una forma de vida. No se trata sólo de travestismo, sino de convertir una forma de opresión (la hegemonía masculina) en una forma de libertad.

La mujer se presentaba ante un gremio al que pertenecían los doce hombres más importantes del pueblo y juraba castidad. Posteriormente podía llevar armas y tomar la jefatura de la familia. Con este papel era reconocida y respetada como miembro de pleno derecho en una sociedad dominada por los hombres. Aunque la toma del papel masculino debía realizarse de forma voluntaria, en realidad, a menudo la presión de los miembros del clan tenía una gran importancia. ​

En el norte de Albania, los derechos de una virgen juramentada están fijados en el derecho consuetudinario, el Kanun, vigente desde el reinado de Lekë III Dukagjini (1410–1481). Se les permite permanecer entre los hombres y tienen un sitio en el consejo, pero no tienen derecho a voto. Además, tenían derecho a heredar. La adquisición de derechos y obligaciones masculinas también significó que las vírgenes juradas tuvieron que continuar con las disputas mortales de sus familiares.

La pregunta: «A je burrnesh?», escuchada como un saludo en el norte de Albania, significa «¿Eres tan fuerte como un hombre?».

Gentileza:

Beatriz Genchi

Museóloga – Gestora cultural.
bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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