San Rafael, Mendoza miércoles 12 de febrero de 2025

Tras las huellas de Dante en Italia. II de II – Por:. Beatriz Genchi

Otro elemento que nos lleva a creer en la presencia real, y no sólo imaginaria, de Dante en Roma, es la precisión con la que describe el puente que ahora se llama de Sant’Angelo. Es un lugar de Roma muy conocido incluso por los turistas de hoy día y que, desde el centro de la ciudad, superando el rio Tíber, llega frente al Castillo de Sant’ Angelo.

Según las crónicas de la época, durante el Jubileo del 1300 los peregrinos que habían acudido a Roma eran tan numerosos que las autoridades tuvieron que organizar el tráfico que circulaba en el puente. Las multitudes que llegaban a Roma caminando desde el norte (Florencia, Europa Central) lo hacían atravesando el monte Jordán en dirección de San Pedro, meta de los peregrinos.

Eran tantos, y tan inesperados, que se decidió organizar dos filas de marcha para que no se chocaron: una fila, manteniendo la derecha iba por San Pedro y la segunda, del otro lado, regresaba. Como en una moderna autopista. Un concepto que ahora parece obvio pero que para le época era innovador: no era común tener que manejar grandes flujos de gente.  Dante quedó tan impactado por esta organización del “trafico” en el puente que decidió tomar la imagen y reproducirla en su obra. En el Infierno, según nos relata, las almas que vio eran tantas que avanzaban en dos filas en dirección contraria, manteniéndose a la derecha, como en el Puente Sant Angelo de Roma durante el Jubileo. El puente cuenta hoy día con formidables estatuas barrocas que no existían en los tiempos de Dante. Pero caminar ahí -y estoy seguro de que todos los turistas que visitan Roma lo hacen– implica ni más ni menos que pisar las huellas de Alighieri.

Otro rincón de Roma que no puede faltar en un itinerario dantesco es la basílica de San Juan: para mí se trata de un lugar personal porque yo vivía allí; es un lugar donde Dante sin duda ha estado. Y luego San Pedro, los peregrinos iban a San Pedro, como ahora. Pero la basílica era completamente distinta: bajo las grutas vaticanas hay restos de la antigua basílica. Y otro sitio del Vaticano que podríamos definir un “lugar dantesco”, a pesar de que Dante no lo conoció, es el museo vaticano. Allí están dos retratos de él realizados por el pintor renacentista Rafael. Siglos después, por supuesto. No evitaría incluir esta etapa en un viaje en ‘la Roma de Dante’.

Y siempre en el Vaticano hay un objeto curioso que está mencionado en la Comedia: una piña enorme, de bronce.  Pertenecía a una fuente romana, en el Templo de Agripa, y en la época del Jubileo del 1300 se encontraba en San Pietro. Dante la vio y le debe haber impactado mucho porque cuando hace referencia a un gigante del lago Cocito – un lago helado del Infierno – con una cabeza enorme la compara con el tamaño de esa piña.

No hay duda de que la Roma que encontraban los peregrinos en el 1300 era muy distinta del actual. Había sido un gran imperio, pero durante siglos en la Primera Edad Media fue progresivamente abandonada. La Roma que conoció Dante, nos informan los historiadores urbanistas, contaba con amplios espacios vacíos, jardines y pastos semiabandonados, ruinas, establos para animales. En la Roma del 1300 el Tíber estaba vinculado directamente con la ciudad, las riadas llegaban sin dificultades a los grandes edificios: era una ciudad dispersa, con algún que otro gran palacio que había sobrevivido. Podemos dibujar como era, crear maquetas. Pero debemos aceptar una parte de misterio en cómo se “sentía” Roma en aquel año tan especial para los miles y miles peregrinos procedentes de toda Europa. Es un cuestionamiento continuo que el viajero moderno puede plantearse a medida que recorre el mundo y no lo ve sólo como un reflejo del presente. Es interesante cuestionarse esta alteridad del mundo, el hecho de que el espacio se ha transformado, la historia que ha pasado”.

Rávena, último refugio y un “best seller”.  Por último, el profesor Marco Petoletti habla de Ravena, la ciudad en la que Dante encontró la muerte. Docente de literatura latina medieval en la Universidad Católica y autor de numerosos estudios sobre filología medieval y humanística, Petoletti es editor de los Egloghe de Dante y de “Dante y su legado en Rávena en el siglo XIV”.

“Rávena es fundamental para Dante, el lugar donde decidió establecerse y completar su obra maestra, la Comedia. Tras ser expulsado de Florencia fue desterrado y sus bienes confiscados; la sentencia había recaído sobre sus propios hijos. Había sufrido mucho su condición, que era casi la de un vagabundo. Durante veinte años estuvo a la búsqueda de una ciudad y de un gobierno que le dieran hospitalidad y trabajo. Sin embargo, tras escribir su primer libro, el Infierno, su fama de poeta, intelectual y gran autor, había estallado. Era admirado, un ‘famoso’ diríamos ahora. A sus contemporáneos les había impresionado la obra del exiliado florentino, un poeta que en lengua ‘vulgar’ (el italiano, que nadie, antes que él, había usado en una obra literaria) podía dar vida a un poema tan extraordinario. A través de las palabras -palabras que a veces tenía que inventar o tomar prestado de otros idiomas- Dante sabía cómo dar vida a un paisaje, a personas que ni siquiera había conocido o que habían muerto hacía siglos. En una época en que los manuscritos se copiaban a mano, el comercio de su obra comenzó a florecer: junto a la Biblia, era uno de los libros más transcritos”.

Y aun así, al final de su vida encontró como ‘último refugio’ esta ciudad un tanto apartada: Rávena. Allí se estableció en 1318 o quizás en 1320: no sabemos, es otro misterio de la vida de Dante que debemos aceptar. Lo que sí sabemos, por cierto, es que al menos los dos últimos años de su vida los transcurrió en Ravena, donde terminó de escribir el Paraíso.

En los años que estuvo en Rávena Dante recibía invitaciones de otras ciudades que querían gozar de la presencia de este extraordinario poeta, cuyas obras resonaban ahora en boca de todos. En repetidas ocasiones fue invitado por Bolonia, donde se encontraba la universidad más prestigiosa de la época, y más de una vez se negó: quería quedarse en Rávena y completar su poema.

Profesor Marco Petoletti “Cuando llegó a Rávena, Dante se encontró en una ciudad que había sido capital de un gran imperio. Los monumentos que hoy día siguen maravillando, como el mausoleo de Galla Placidia, la basílica de San Vitale, las grandes basílicas de Sant’ Apollinare Nuovo y Sant’ Appolinare in Classe o la tumba de Teodorico, lo fascinaron: habían permanecido inalterados en el tiempo. A pesar de la presencia de estas obras de arte antigua la Rávena del siglo XIV era una ciudad en decadencia. Con casas mínimas y angostas, además de canales, la ciudad estaba rodeada de pantanos.

Según se supone, esta fue la causa de la enfermedad de Dante. Al regresar de una misión diplomática en Venecia contrajo la malaria y falleció en Ravena la noche entre el 13 y el 14 de septiembre de 1321. El señor de la ciudad y su protector, Guido Novello da Polenta, financió el sepulcro del poeta, los mejores poetas quisieron escribir el ‘epitafio’.  Sucesivamente los florentinos quisieron ‘adueñarse’ de la paternidad de Dante y trasladar la tumba a Florencia. Sin embargo, fuentes de la época destacan que Ravena –un centro muy pequeño y marginal comparado con Florencia– no estaba dispuesta a devolverla ni por su peso en oro.

Ravena tuvo por otra parte un impacto concreto en la obra de Dante. No solo le dio al poeta la tranquilidad necesaria para completar su obra sino también la inspiración para describir un lugar tan indescriptible como el Paraíso. Dante contaba en Ravena con la que era la mejor ilustración posible en esa época de la gloria de Dios: los mosaicos bizantinos relucientes de oro y azul. De allí el poeta toma las imágenes de Constantino, de la gran cruz de piedras y estrellas”.

Entrar en las basílicas y los mausoleos de Ravena al atardecer, cuando la luz filtra a través de las ventanas, nos permite no solo entender a Dante sino entrar realísticamente en el Paraíso y sentir con profundidad el “espíritu de luz” que recorre los últimos cantos del Paraíso.

Gentileza:

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

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