El verano es la excusa perfecta para adoptar, o al menos intentarlo, hábitos de vida más saludables. No dejemos para septiembre lo que podemos empezar en agosto. Aunque lo que pide el cuerpo es tirarse a la bartola, quizás antes podemos hacer algún tipo de desgaste físico para cogerla con más ganas.
¿Una vuelta en bici? Este medio se ha postulado en las ciudades para ayudar a reducir las las emisiones contaminantes, pero también ayuda a fortalecer nuestra salud. Y sí, todos sabemos que no todas las urbes están listas para usarla como transporte diario, pero intentemos cogerle gusto en vacaciones.
Antes de que los patinetes (la mayoría eléctricos) cobraran protagonismo, la bicicleta era la forma de transporte de las vacaciones en el pueblo. Y, entonces, cabe señalar que los datos de obesidad no eran los de hoy. Esa sociedad, más activa y menos sedentaria, no tenía cifras de hasta un 37,8% de españoles con sobrepeso y un 22% con obesidad. Y tampoco hay que viajar en el tiempo más allá de un par de décadas para observar que estos datos han crecido un 51,7%.
¿Por qué la bici? No se trata de entrenarse ahora como si en septiembre fuera a subir el Tourmalet, pero sí de intentar despertar ese gusanillo por una actividad lúdica con múltiples beneficios para su organismo, no solo para bajar una talla. Y, quizás, empezar el nuevo curso con una afición deportiva nueva.
Un reciente estudio apunta los beneficios de darle a los pedales de forma regular. En concreto, el uso de la bicicleta para desplazarse al trabajo reduce hasta un 47% el riesgo de muerte por distintos motivos. El trabajo publicado en BMJ Public Health hacía una investigación a largo plazo, durante 18 años, del impacto positivo en la salud mental y física de más de 82.000 escoceses entre 16 y 74 años.
Al porcentaje mencionado hay que sumar reducciones en otros ámbitos como un 24% menos de riesgo de ingreso hospitalario por enfermedad cardiovascular, un 51% menos de fallecer por un tumor y un 20% menos de probabilidades de que se le recetaran fármacos para problemas de salud mental.
Manuel Franco, epidemiólogo, profesor e investigador en las universidades de Alcalá y Johns Hopkins, y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), apunta una posible limitación al trabajo, como recoge SMC. «Las personas que se desplazan en bicicleta al trabajo suelen ser personas deportistas, de alto nivel educativo y que probablemente cuidan su salud más que las personas que utilizan otros medios de transporte». Al tiempo, subraya la existencia de «países europeos como Bélgica y Dinamarca que bonifican económicamente a las personas trabajadoras que usan la bici».
Con todo, Franco pone en valor cómo este trabajo «amplía el conocimiento que teníamos por diferenciar entre el hecho de andar y desplazarse en bicicleta al trabajo como modos de transporte activo. Los beneficios en salud mostrados son enormes y es relevante ver los beneficios sobre la salud mental».
¿De dónde salen tantos beneficios?
En la línea de salida cabe destacar que contar con un buen sistema de defensas lo es todo. Aquí un estudio publicado en Aging Cell determina cómo la práctica regular del ciclismo fortalece el sistema inmunitario. Para ello, los investigadores analizaron la sangre de 125 voluntarios de entre 55 y 77 años que eran capaces de recorrer más de 100 kilómetros entre cinco y seis horas.
Los ciclistas también producían el mismo nivel de actividad de células T que los adultos jóvenes de entre 20 y 30 años
A través de un estudio sanguíneo buscaron los marcadores de células T, que se sabe que ayudan al sistema inmunológico a combatir infecciones. Se compararon a los ciclistas con personas de su mismo grupo de edad que no hacían ejercicio regularmente, así como con adultos más jóvenes de entre 20 y 36 años.
El hallazgo fue significativo: no solo la actividad de las células T era mayor en los adultos activos que en los hombres y mujeres inactivos, sino que los ciclistas también producían el mismo nivel de actividad de células T que los adultos jóvenes de entre 20 y 30 años.
La autora principal del trabajo, Janet Lord, directora del Instituto de Inflamación y Envejecimiento en la Universidad de Birmingham, afirma que «estos hallazgos desmienten la suposición de que el envejecimiento nos vuelve automáticamente más frágiles y propensos a las enfermedades». Al tiempo, Lord subraya que «ahora tenemos evidencia sólida para alentar a las personas a comprometerse con un ejercicio regular a lo largo de su vida como solución viable al problema de que vivimos más tiempo, pero no más sanos».
Tener como meta volante la longevidad es un buen objetivo. Los hallazgos de los trabajos de Lord sugieren que mantener un alto nivel de actividad física es un buen escudo contra los aspectos negativos del envejecimiento.
¿Cómo una vuelta en bici los fines de semana o ir en ella al trabajo nos mantiene jóvenes?
Los mecanismos que frenan los efectos del envejecimiento, al tiempo que rejuvenecen el sistema inmunológico, se hallan en el timo. Esta pequeña glándula inmune y endocrina, ubicada entre corazón y esternón debajo de la glándula tiroides, produce las células inmunitarias linfocitos T, y empieza a encogerse a partir de los 20 años, pero se ha descubierto que los timos de los ciclistas mayores generan tantas células T como los de los jóvenes.
«Tenemos evidencia sólida para alentar a las personas a comprometerse con un ejercicio regular a lo largo de su vida»
De este efecto inmunitario también se desprenden más ventajas que se observaron en estos ciclistas amateurs como unos músculos y huesos bien conservados «para su edad». No aumentaron su grasa corporal ni sus niveles de colesterol con el paso del tiempo. En el caso de las mujeres, se mantuvo una buena densidad ósea, que una vez pasada la menopausia sirve para prevenir los estragos de la osteoporosis. Y en lo que concierne a los hombres, conservaron unos niveles de testosterona elevados.
En esta vuelta o tour a los beneficios del ciclismo una etapa clásica y necesaria es el impacto en la salud cardiovascular, sin duda. Desde la Sociedad Española de Cardiología (SEC) se recomienda en la recuperación de los pacientes, siempre bajo consejo médico. El ciclismo no competitivo es perfecto para controlar su intensidad, por lo que es una buena alternativa para realizar ejercicio físico si hay patología cardiaca.
¿Cómo impacta la bici en nuestro corazón?
Eleva el umbral del VO2, como se conoce a la capacidad aeróbica, que indica la cantidad máxima de oxígeno que cada persona puede procesar, medida en mililitros por kilogramo de peso corporal por minuto.
No se trata de intentar emular a Jonas Vingegaard, con un VO2 de 97. Ni a Miguel Indurain, que llegaba a los 88. O al último ganador del Tour de Francia, el esloveno Tadej Pogacar, con 90. Bastaría con superar los 30 y situarlo, mediante el ejercicio aeróbico entre 40 y 50, según la edad de cada uno.
Y, el VO2, ¿cómo se mejora? Uno de los factores claves es la pérdida de peso si se está en niveles de sobrepeso y obesidad. Además, con un ejercicio regular y la reducción del sedentarismo. Aquí el ciclismo es ideal para elevar la frecuencia cardiaca y estimular el organismo ante los retos de largas distancias y las cuestas. Con todo se puede elevar el VO2 hasta un 20%.
En la SEC resumen que la regularidad de pedaladas ayuda a controlar los factores de riesgo, como la hipertensión arterial, colesterol, diabetes y a mantener o disminuir el peso corporal, y reducir el estrés. Y destacan que estamos ante un deporte con escaso impacto en las articulaciones, por lo que se recomienda a veces ante problemas articulares.
A nivel musculoesquelético se entrena todo el cuerpo, no solo el tren inferior. Se movilizan los músculos de las piernas, caderas y glúteos. Además, al subir cuestas y pendientes se trabajan también los de la parte superior del cuerpo: brazos y tronco.
¿Cuál es el impacto de la bici en nuestro cerebro?
Y del corazón al cerebro. Mientras pedaleamos se bombea la sangre, con todos sus nutrientes, por todo el cuerpo a mayor velocidad, lo que permite la rápida difusión de endorfinas y otras sustancias beneficiosas como la dopamina, la norepinefrina y la serotonina.
Con este cóctel celestial, como apuntaría David J. Philips, estaríamos listos para afrontar mejor las exigencias emocionales de nuestro día a día. «Se trata de poner en marcha nuestra propia fábrica de sustancias químicas para mejorar a nivel anímico y biológico». Este experto en autoliderazgo y coach internacional desgrana en Las 6 hormonas que van a revolucionar tu vida (Planeta), los beneficios de contar con altos niveles de estas sustancias en nuestra vida y ser capaces de producirlas a nuestro antojo. Y, por supuesto, el ejercicio físico es una de las actividades que combina la fabricación simultánea de ellas.
Además de la producción química, hay que subrayar el papel que ejerce el ciclismo en la coordinación. Un estudio realizado, no en ciclistas, sino en pacientes con párkinson destaca cómo subirse a un sillín y pedalear activa la comunicación de las zonas del cerebro que se ocupan del movimiento. La investigación publicada en Frontiers in Neurology recoge la mejora significativa de la velocidad y la calidad motoras.
Llegando casi a la meta ya hay muchos que, quizás sin saberlo, se benefician del listado de efectos secundarios de subirse de vez en cuando a la bici. En concreto, según un artículo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), más de la mitad de los españoles de entre 14 y 70 años, un 57,1%, usa la bicicleta con cierta frecuencia, como se desprende del Barómetro de la Bicicleta de 2022.
Ya sea subidos a una bici, calzándose unas zapatillas o un bañador, cualquier tipo de actividad que nos aleje de los daños del sofá es bienvenida. «Hipócrates en el año 400 a.C. dijo que el ejercicio es la mejor medicina del hombre, pero su mensaje se ha perdido con el tiempo y somos una sociedad cada vez más sedentaria», remacha Lord.
Fuente:https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2024/08/04/66ae5fc6fc6c83ed7c8b45c8.html