Nació en Montevideo un hombre que quedó en la historia del fútbol por su aporte desde el lado de afuera de la línea de cal.
Aprendió desde joven el oficio de la talabartería. En su taller, reparaba e inflaba las pelotas de fútbol del recién fundado Nacional. También hacía trabajos de utilería en el club. En esa época, principios del siglo XIX, las pelotas todavía eran de cuero y no tenían cámara, sino una vejiga que debía ser hinchada a pulmón.
El fútbol era muy distinto al de hoy en día. Tanto en el reglamento, como en la vestimenta, los esquemas utilizados para jugar y, por supuesto, el ambiente que lo rodeaba. Aquel deporte llegado de Inglaterra tenía muchos menos aficionados a los de la actualidad… pero los tenía.
Sin embargo, se trataba de meros espectadores, que eran seguidores de un equipo, claro, pero con mucha tranquilidad y en silencio observando el espectáculo. No había hinchada. No había hinchas. Pero hubo alguien que lo cambió todo.
Se trata de Prudencio Miguel Reyes Viola, un uruguayo nacido un 28 de abril de 1882. Talabartero de oficio, acompañaba a Nacional (Uruguay) ejerciendo como utilero, que tenía una tarea también distinta a la de la actualidad. Una de ellas era la de inflar las pelotas de cuero y dejarlas en perfecto estado para la normal realización del encuentro.
Una vez que el partido arrancaba, le salía lo pasional de adentro y alentaba a su equipo a los gritos. «¡Vamo’ arriba Nacional! ¡Vamos, Nacional!», vociferaba. El resto de los presentes se preguntaba quién era aquel que no paraba de gritar, hasta que alguien decía: «Es Prudencio, el hincha pelotas de Nacional», porque su trabajo era ese, inflar las pelotas o, como dicen en Uruguay, hincharlas.
Poco a poco, su historia se fue propagando y su pasión se fue contagiando por todo el continente. Alguna vez, Eduardo Galeano escribió en su libro “El Fútbol a Sol y Sombra” que «jugar sin hinchada es como bailar sin música». Actualmente, en cada partido y en cualquier cancha, aunque dentro del campo de juego haya poca acción y se torne aburrido, en las tribunas hay fiesta asegurada, esa a la que nos tienen acostumbrado todos los equipos gracias a los hinchas. Pero sobre todo gracias al primero: Prudencio Reyes.
Con el tiempo, el término comenzó a ser adoptado en toda la región, hasta pasar a formar parte del léxico hispano e incluso a ser incorporado por la Real Academia Española, que lo define como “partidario entusiasta de alguien o algo, especialmente de un equipo deportivo”.
El histórico futbolista y periodista deportivo uruguayo Luis Alfredo Sciutto (1901-1995), famoso por ser el único que cubrió todos los Mundiales de Fútbol desde 1930 hasta 1994, y conocido en Argentina bajo el seudónimo “Diego Lucero”, describió al primer hincha de la siguiente manera: “Prudencio Miguelito Reyes, el gordo Reyes, un fanático de los nacionales por afición, y talabartero de oficio, iba al Parque Central donde los muchachos le daban un lindo laburo: hinchar la pelota con que se tenían que jugar los partidos. Tenía gran dominio del cuero, y además dos manos enormes!!! y unos dedos que parecían salames, el coso era poseedor de un arte maestro para cerrarle la boca a la traviesa, previo dobladillo del piripicho, pasada limpia de la orejera y enhebrada del tiento; porque desde afuera parece poca cosa el asunto, pero ese es un arte como otro cualquiera”.
Reyes falleció en Montevideo el 7 de febrero de 1948, a los 66 años. Desde hace décadas que el club Nacional de Fútbol celebra “El día del hincha” cada 28 de abril, en honor a su cumpleaños. Además de la estatua que le rinde honor en el Estadio Gran Parque Central, el primer hincha ha recibido también otros homenajes, como por ejemplo un poema reconocido poema del Dr. Ricardo Forastiero Fernández.
Claro que hablo de otros tiempos, no barra brava, no mercantilismo, era todo más genuino e inocente. ¡Tanto que llamaba la atención de que UN hombre gritara al costado de la cancha!
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.