Entre las estructuras más importantes en el desarrollo infantil y el funcionamiento del cerebro humano están el hipocampo, implicado en la formación de la memoria semántica y autobiográfica, y la corteza cerebral prefrontal, implicada en el razonamiento, la previsión del futuro y la toma de decisiones. El hipocampo se desarrolla muy rápidamente en los primeros años de vida y más lentamente después. En el primer año de vida, su volumen se suplica y sigue aumentando el segundo año. Hay pruebas de que un ambiente cálido y afectivo durante la temprana infancia puede beneficiar su desarrollo en la infancia tardía. Las hay también de que ese desarrollo puede ser alterado por factores como el estrés maternal y el estrés o el maltrato del niño durante su infancia.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el maltrato infantil se define como los abusos y desatenciones que reciben los menores de 18 años, incluido el maltrato físico, psicológico o sexual, que dañen su salud, desarrollo o dignidad, o bien pongan en riesgo su supervivencia. Eso incluye toda violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, mientras que la persona menor de edad se encuentre bajo la custodia de sus progenitores, tutores o de cualquier otra persona que la tenga a su cargo —de acuerdo con el artículo 19 de la Convención de los Derechos del Niño de Naciones Unidas—.
La corteza prefrontal tarda más en madurar que el hipocampo, pero contribuye también significativamente al desarrollo de la memoria explícita durante la infancia y adolescencia. Las neuroimágenes funcionales de resonancia magnética muestran que las áreas posteriores y la temporal medial del cerebro maduran pronto, pero las frontales tardan más y continúan haciéndolo hasta el adulto joven. El desarrollo de la corteza prefrontal durante la infancia puede ser afectado por factores como la exposición intrauterina a drogas, el estrés crónico y la exposición del niño al agua con plomo. Muchos de estos factores son propios del estatus socioeconómico, por lo que los niños expuestos a un estatus de pobreza o situaciones de guerra o violencia tienen más riesgo.
Entre todos esos factores, el maltrato infantil puede afectar negativamente al desarrollo de la persona y a su salud mental a lo largo de su vida. Hasta ahora, la investigación ha mostrado que ese tipo de maltrato se asocia a un incremento en el riesgo de conducta antisocial persistente y estable, que puede alcanzar hasta los 50 años de vida de la persona. También sabemos que, aproximadamente, el 30% de los pacientes psiquiátricos padecieron maltrato infantil, que sus alteraciones mentales se inician antes que en quienes no lo sufrieron, son más reincidentes y presentan síntomas más graves.
Sin embargo, todavía nos faltan datos sobre cómo el maltrato infantil origina ese daño, por lo que ahora, la neurocientífica Sofía Orellana y un equipo de investigadores de la Universidad Washington en San Luis (EE UU) acaban de publicar los resultados de un extraordinario trabajo con más de 20.000 sujetos adultos que muestra que el maltrato infantil es directamente predictivo de obesidad, inflamación y traumas mentales, e indirectamente predictivo de factores de riesgo inmunometabólico y psicosocial.
Las alteraciones en el desarrollo cerebral
Concretamente, sus resultados muestran que, en el adulto, el maltrato infantil origina un mayor índice de masa corporal y de trauma social. Estas variables median, a su vez, el efecto del maltrato sobre la proteína C-reactiva, producida por el hígado y que aumenta cuando hay inflamación en los tejidos corporales. Esa mayor cantidad de proteína y de masa corporal se relacionaron independientemente con aumentos del grosor de la corteza fronto-occipital y reducciones en la temporo-parietal.
Es decir, unas partes de la corteza cerebral aumentaron su grosor, lo que podría indicar más neuronas o más conexionado entre ellas, y otras lo redujeron, como resultado del maltrato infantil. Incrementos en volumen cerebral tuvieron igualmente lugar en regiones subcorticales en relación con el aumento de la masa corporal o el trauma. El maltrato infantil, por tanto, parece tener una importante incidencia en el desarrollo cerebral.
Ni que decir tiene que esas alteraciones pueden temporalmente solaparse y condicionar a su vez los conocidos cambios cerebrales que tienen lugar al final de la infancia. En esa etapa se genera un extraordinario incremento de sustancia gris cortical que, posteriormente, durante la adolescencia, sufre una especie de poda que podría estar condicionada no solo, como se ha dicho, por factores educativos y culturales, sino también por el propio maltrato cuando continúa o se da en esas otras edades más tardías.
En definitiva, esos resultados son indicativos de que las alteraciones en el metabolismo general que puede originar el maltrato infantil podrían ser la clave para entender los cambios cerebrales que condicionan la salud psicosocial de los adultos incluso décadas después de su exposición al maltrato.
Fuente:https://elpais.com/ciencia/materia-gris/2024-05-15/como-el-maltrato-infantil-condiciona-la-salud-de-quien-lo-sufrio.html