Termino de recorrer la obra que considero una de las más completa sobre el producto que transformó los paladares de la aristocracia europea de los albores del siglo XVII primero, y del resto del mundo, después. “El sabor del chocolate” de Piero Camporesi (en italano) con un sugerente subtitulo; Lujo, moda y buen gusto en el siglo XVII.
¡El chocolate!
Bebida de los dioses en el panteón mitológico de las civilizaciones maya y azteca, el chocolate conquistó muy pronto el favor de los hombres. Las semillas de cacao con las que se elabora se usaban como moneda de cambio y simbolizaban así el carácter sagrado de su cultivo… Siempre envuelto en un aura de misterio que alimentó una encendida polémica sobre sus virtudes reales o supuestas.05
El chocolate tiene su origen en México, donde el dios Quetzalcoatl regaló, según cuenta la leyenda, el árbol de cacao a los hombres, que años después se bautizaría con el nombre científico Theobroma Cacao, que significa en griego “alimento de los dioses”.
El cacao fue alimento de gran importancia en la sociedad azteca y también fue utilizado como moneda de cambio. Lo tomaban líquido y mezclado con especias. El resultado era una bebida muy energética, oscura, espesa y espumosa a la que llamaban «tchocolatl», nombre que poco difiere de nuestro «chocolate».
Cuenta la historia que cuando Hernán Cortés desembarcó en la costa de México en 1519, los aztecas, liderados por el emperador Moctezuma II, creyeron que era la reencarnación del dios Quetzacoatl y le agasajaron ofreciéndole «tchocolatl». Hernán Cortés descubre así el chocolate y a partir de 1520 religiosos que viajaban con él introducen esta bebida, ahora ya endulzada y caliente, en España.
¿Medicina, droga afrodisíaca, veneno violento? El chocolate sedujo a la infanta española Ana de Austria quien, al casarse en 1615 con el rey de Francia, Luis XIII, llevó a la corte francesa su dulce costumbre, arraigando así el chocolate con fuerza en las cortes española y francesa, y extendiéndose así por el viejo continente.
Comenzaba así una revolución gastronómica en Europa. Ante aquel brebaje humeante y aromático, sorprendente y desconocido, habían sucumbido los conquistadores españoles. A sus virtudes culinarias y su potencial económico se rindieron aquellos hombres y ya nada volvió a ser igual en las mesas de la aristocracia europea, primero; del mundo entero después.
La primera producción mecánica de chocolate se data en Barcelona en 1777, con una máquina considerada el principio del final de su elaboración artesanal y en consecuencia el inicio de la “revolución industrial” para este producto.
En 1819 el suizo François-Louis Cailler creó la primera fábrica de chocolate. Al principio el chocolate era una mezcla de habas de cacao molidas con azúcar, un producto exótico que sólo los ricos se podían permitir.
En 1830 otro chocolatero suizo, Charles-Amédée Kohler, abre su fábrica e inventa algo que sería decisivo para la industria del chocolate en los años posteriores: el chocolate con avellanas.
Años después, en 1875, otro chocolatero suizo, Daniel Peter, tras ocho años de experimentos inventa el chocolate con leche, gracias a mezclar el chocolate de la época con la harina lacteada inventada en 1867 por otro emprendedor, Henri Nestlé.
Hablar de chocolate es hablar indefectiblemente de placer, de gula, de deleite, de regalo y sobre todo, convivialidad. Pocos alimentos tienen tantas connotaciones sensoriales como el chocolate.
Han pasado ya siglos desde que Europa, por medio de España, conociera e incorporara aquel alimento a sus usos y costumbres y, paralelamente, a su gastronomía, provocando una transformación en los paladares europeos. En la comparativa con cualquier otro producto alimenticio en cuanto a las pasiones que despierta, el chocolate siempre gana. Sea porque tiene magia, sea porque tiene misterio, sea porque tiene leyenda, sea por sus excelencias sápidas, pocos alimentos hay capaces de provocar la sensualidad, el delirio gustativo, las emociones, los sentimientos… No hay nadie que en sus recuerdos no tenga una tableta de chocolate, una tarta de chocolate, una taza de cálido chocolate entre las manos…
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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