siglo fotos del siglo 1935 tango el cantante carlos gardel en new york . ano 1935. foto: agn
El mito de Carlos Gardel el “Zorzal Criollo” se nutre, sin duda, de sus éxitos en las grandes capitales del mundo. Y de quienes fueron testigos de su arrollador ingreso en Estados Unidos y Europa, y reviven aun hoy esa época de gloria.
Tanto en Manhattan como en Queens, hay argentinos, uruguayos, colombianos y otros latinos, así como “americanos”, que rememoran los pasos del tango en sus peñas bailables, en donde frecuentemente la voz de Gardel con sus discos, amenizan las reuniones.
Asimismo, la imagen de Gardel, como en el más popular barrio porteño o montevideano, sonríe desde la pared de cualquier bar, restaurant o panadería rioplatense de Nueva York o Nueva Jersey.
Y es que el mito de Gardel, por allí, también sigue vigente. Así lo recuerda don Pedro Ortíz, un residente de Nueva York, ex bailarín de tangos, extra cinematográfico en los filmes que rodó el cantor en los estudios Paramount de Astorias, Queens: “Era un tipo simple, no le gustaban los agasajos y se enojaba ante los que buscaban amistad sólo porque era un cantante famoso”.
Otro testigo del pasaje de El Mago por Nueva York lo fue el cantor argentino Carlos Spaventa: “Yo vivía en Estados Unidos cuando Gardel llegó por primera vez. Me lo presentaron en el apartamento de un empresario/estanciero uruguayo llamado Gómez. Enseguida nos hicimos amigos, quizá porque no le hablé de su voz ni de su carrera artística. Charlamos, eso sí, de minas (mujeres) y caballos”.
“Cuando podíamos separarnos de Lepera (Alfredo, el compositor), que no lo dejaba ni a sol ni a sombra, nos íbamos de farra, a comer cosas típicas, porque a pesar de que Carlos podía pagarse los mejores restaurantes, me pedía siempre ir a lugares de comida casera. Le gustaba mucho un local de la Segunda Avenida, en Manhattan, donde uno podía comer milanesas y minestrone por 60 centavos. Claro, que ese era el anzuelo de la dueña, una avispada piamontesa que cobraba un dólar la botella de vino”, recuerda Spaventa.
“A Gardel le causaba gracia tener que tomar el vino en taza, como si fuera té, porque la propietaria no tenía autorización para despachar bebidas alcohólicas. El Morocho entonces hasta se mandaba la parte, soplando la taza como si pretendiera enfriarlo”. recuerda Ortíz, quien por ese entonces también era bailarín de shows americanos.
Carlitos nunca perdía su buen humor, incluso cuando tenía que cumplir largas horas de filmación. En los estudios Paramount de Nueva York se rodaron los filmes “Espérame” (1932) en la que, según muchos críticos, fue donde mejor demostró sus condiciones de actor y en la que cantó menos canciones. Otros filmes son: “La Casa es Seria”, “Melodía de Arrabal” (1934), “Cuesta Abajo”, “Cazadores de Estrellas”, “El Tango en Broadway” (1934), “El Día que me Quieras” y “Tango Bar” (1935). Antes de esta serie, ya había filmado “Flor de Durazno” (1917) y “Espérame” (1932). Al momento de su muerte tenía contrato con Paramount para filmar otras dos películas.
Los rodajes se hacían en los Estudios Astoria, localizados en el 34-12 de la 36th Street, Astoria, Queens, que abrieron sus puertas en 1920 por el legendario Adolph Zukor. Por un tiempo, estos estudios fueron la oficina principal de Paramount Pictures en Nueva York. Aún hoy, el imponente edificio existe, convertido en un centro de arte de gran nivel: el Kaufman Astoria Studios. Por su entrada principal, un día pasó Gardel junto a sus “Rubias de New York” abordando un auto que les esperaba al frente del edificio, fue el momento en que se filmó el pegadizo foxtrot, con música de Gardel y letra de Lepera.
La canción menciona a 4 muchachas, pero en la escena de la película hay 5. La quinta es una morocha recostada sobre un sillón. La cámara la enfoca mientras ella gira la manivela de una fonola. Se trata de Perlita Greco, (nombre real: Alfonsina Grecco), cantante y actriz argentina, que triunfó en Buenos Aires y París, convirtiéndose en rutilante estrella por toda España. Desde 1926, Gardel y Perlita iniciaron un apasionado romance que se mantuvo luego en Madrid, Barcelona, París, Nueva York, Montevideo y posiblemente Milán y Montecarlo. Desde 1938, Perla se instaló en Nueva York hasta su fallecimiento, en 2003.
Pero en el grupo de rubias de Nueva York también había otra latina. Bette Middletown (la Betty de la canción), la que aparece en la popular foto junto a Gardel siendo la primera desde la derecha. Su nombre verdadero era Kelly Landau, nacida en Asunción, Paraguay, en 1912 y fallecida en su casa de Westhills, California, en octubre de 1986. Pruebas de ADN realizadas pos mortem, demostraron que Bette y Kelly, eran la misma persona.
Tras la muerte de Gardel, en 1935, las cuatro rubias recorrieron incansablemente todos los Estados Unidos representando a la ciudad de Nueva York con sus canciones que solían aludir a que, en efecto, Gardel se divirtió y mucho con ellas, tanto en forma individual como con todo el grupo, contraviniendo las costumbres moralistas de la época que calificaron aquello como verdaderas “orgías”.
El caso es que las cinco jóvenes recorrieron la nación promocionando lo que vivieron y disfrutaron junto al cantor, llegando a recrear un musical que las hizo famosas, convirtiéndose en el símbolo de Nueva York.
En 1943 viajaron a Europa a visitar a las tropas norteamericanas allí apostadas y mantener su moral bien alta. Terminada la guerra, un nuevo mercado se les abrió en un Viejo Continente destruido, pero ávido de escuchar sus alegres y despreocupadas canciones y disfrutar aquellas bellezas femeninas. Fueron furor en varios países, como España, Italia, Portugal, Grecia y Alemania Occidental.
En el Lido de París realizaron funciones durante un año, cada noche, ininterrumpidamente. Ya entrados los ’60, su rutina se fue opacando, en parte por la edad y también por la imposición de nuevos estilos musicales a los que no pudieron adaptarse. Las cuatro rubias se perdieron en el olvido. Sin embargo, hace un par de años fueron nuevamente noticia, cuando National Geographic planeó financiar la exhumación de las otras tres rubias de New York para comprobar si eran, efectivamente rubias o fruto del engaño de las tinturas de la época.
Ante semejante “epopeya”, eso será importante N.G.?
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
Sé el primero en comentar en «Las Rubias de New York – Por:.Beatriz Genchi»