Esta es la historia de cómo el cartero Rudolph Hass transformó por casualidad la palta en el mundo. Un día, mientras repartía correspondencia, Rudie vio un aviso en una revista que publicitaba terrenos con árboles de aguacate -llamada palta en parte de Sudamérica- como en nuestro país, de los que colgaban billetes, según la versión de Elizabeth, su esposa.
California, había comenzado tímidamente a cultivarlos cuando en la década de 1870 tres plántulas llevadas desde México fueron plantadas en Santa Bárbara; medio siglo después el aguacate era promovido como un negocio promisorio en el estado.
Rudie se entusiasmó y cuando pudo vender una propiedad que tenían cerca de Milwaukee, tomó el dinero, le pidió otro tanto prestado a una hermana y fue a la oficina de aquel empresario local en Los Ángeles que había visto en el anuncio. Se trataba de Edwin Hart, quien había conocido la palta en México a finales del siglo XIX y en 1919 compró el rancho La Habra, de unas 1.500 hectáreas en las afueras de Los Ángeles y no muy lejos de Pasadena, para sembrar aquel fruto y luego vender parcelas.
Rudie adquirió un terreno de 1,93 acres -7.800 metros cuadrados- que ya contaba con algunos árboles de la especie. Lo habitual en California por entonces era que los dueños de las plantaciones de aguacate le pusieran su apellido a cada nueva variedad del fruto. Rudie fue a un vivero vecino y compró una bolsa de semillas de lo que creían era aguacate guatemalteco, que a diferencia del mexicano es de cáscara dura.
De regreso a su huerta, tomó cajones de manzanas que rellenó con aserrín y dentro plantó las semillas. Las regó y regó hasta que brotaron y, cuando los tallos alcanzaron el grosor de un lápiz, algo más de medio centímetro, las trasplantó en el suelo y las protegió con cartones.
Luego de tres intentos fallidos, Rudie se cansó y quiso quitar el nuevo árbol de su huerta. Le sugirieron que no lo matara, que lo dejara ahí. En 1931 esa planta dio sus primeros seis aguacates. Para el año siguiente ya fueron 125. Eran oscuros por fuera, mezcla de negro con púrpura, con piel rugosa, y causaban una impresión desagradable, como de podrido. Nada que ver con la cáscara verde brillante de los aguacates que acostumbraban a comer en California.
Pero sus hijos los probaron y les gustaron mucho. Por dentro eran cremosos, con alto contenido oleaginoso, de buena consistencia -no era fibrosa- y con un dejo a nuez. Ahí Rudie vio la veta comercial.
Rudolph, además de tener un trabajo de tiempo completo, era un vendedor. Enviaba a sus niños a la esquina de West Road y Hacienda Road, con cajas de madera para vender los aguacates. Vendió donde pudo: a sus amigos, a sus compañeros de trabajo en la oficina de correos y donde diera lugar. Al principio le costaba debido al aspecto, pero poco a poco fue convenciendo a más gente.
En 1935 decidió patentar su aguacate como una nueva variedad y le puso su apellido. Después se asoció con Harold Brokaw, con grandes plantaciones en la zona, para expandir la producción de Hass. No fue un gran negocio. Para agosto de 1952, cuando los derechos por patente vencieron, Rudie había ganado apenas unos US$4.800.
«Se mantuvo el nombre, pero el dinero nunca vino», dice Jeff Hass, uno de sus nietos.
En junio de 1952 se había jubilado de su trabajo en el correo y, en agradecimiento tras más de un cuarto de siglo como empleado, la oficina postal de Pasadena le anunció que le daría un certificado de reconocimiento. En noviembre de ese año el certificado llegó, pero Rudie había muerto un mes antes de un ataque al corazón.
La variedad Hass representa hoy el 95% de las paltas producidas en el mundo, de acuerdo a Peter Shore, vicepresidente de gerenciamiento de producto de Calavo, empresa fundada por los cultivadores de California. Y es una industria multimillonaria.
México es el mayor productor mundial de aguacates y de aguacates Hass específicamente.
«Hay millones y millones de árboles de aguacate Hass, y todos provienen de ese árbol original», afirma Shore.
Rudie creía que su aguacate Hass era del tipo guatemalteco, pero un estudio publicado en 2019 sobre su genoma aseguró que el origen de este fruto es 61% mexicano y 39% guatemalteco.
«Los genes mexicanos permiten que Hass alcance la madurez antes que los cultivares guatemaltecos puros y otorgan más tolerancia al frío al árbol y la fruta, aunque no tanto como un cultivar mexicano puro. Los genes guatemaltecos le dan una piel más gruesa a la fruta, pero lo suficientemente delgada como para pelarla fácilmente», señala el libro Avocado Production in California. A Cultural Handbook for Growers, publicado por la Universidad de California y la Sociedad de Aguacates de California.
El árbol madre terminó enfermando y en 2002 debió ser talado sin embargo Hass se perpetuo hasta nuestros días.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural
bgenchi50@gmail.com
Puerto Madryn – Chubut.
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