Todos los consultores pronostican un final apretado; la participación y el voto en blanco serán más que decisivos: si una baja y el otro sube, los pisos pueden elevarse y los techos abrirse casi como por arte de magia
El inoxidable optimismo de Sergio Massa siempre se impone a cualquier evidencia negativa. Si las dificultades no duran mucho, él siempre ve el rayo de sol por asomar en medio de la tormenta. Así llegó hasta las puertas de la presidencia.
La reacción del ministro-candidato frente a las últimas encuestas adversas que recibió de los encuestadores para él confiables, que lo muestran por debajo de Javier Milei, siguió ese patrón de conducta. Para él, lleno de razones; para otros, casi patológico.
Para él y para su optimismo ya se había normalizado la provisión de combustible después de esa crítica semana posterior al triunfo electoral en el que sólo él y unos pocos más confiaban.
El massismo quiere creer y busca hacer creer ahora que la situación es análoga a la ocurrida tras las PASO, cuando lo que sobresaltó a los argentinos fue la disparada del dólar después de la adopción de una devaluación sin plan ni anclas. Una medida tomada en el rato en el que Massa retomó la función de ministro no sólo para usufructuar del beneficio de tener esa herramienta a disposición de su campaña como candidato. Aún a costa de profundizar los desequilibrios en el presente y los costos para el futuro.
La ocurrencia temprana sería para el massismo la buena noticia de la muy mala noticia de la crisis de los combustibles, generada por imprevisión e impericia. Pero hay otra parte que el candidato y su entono prefieren no contar y donde encuentran una coincidencia con su rival, Javier Milei.
Los pisos de intención de voto de ambos están bastante sólidos, pero los techos son mucho más rígidos y a los dos les está costando romperlos, según indican las primeras encuestas.
La dificultad parece mayor para el postulante oficialista, que no contó con la asistencia subsidiaria que tuvo el libertario, gracias al aparente traslado masivo de gran parte de lo obtenido por Patricia Bullrich, la tercera en discordia de la primera vuelta, que con casi el 24% de los sufragios acaparó 6.390.000 votos. Un botín monumental para la disputa del 19 de noviembre.
Un riguroso consultor que goza de la consideración del massismo y analiza casi obsesivamente los mapas de votación hasta niveles micro para detectar patrones y tendencias del electorado no encuentra razones para ser tan optimista como el candidato. El encuestador prefiere las datos a la intuición.
“Me cuesta ver de dónde (en sentido sociodemográfico y geográfico) podrán salir los votos para Sergio que compensen lo que captó Milei del universo de votantes de JxC, más los del cordobesismo, que siente fobia a todo lo que tenga contaminación cruzada con restos K”, explica el encuestador.
El nuevo embate del kirchnerismo sobre la Corte Suprema en el proceso de juicio político complicó aún más a Massa y el gobernador Juan Schiaretti lo puso blanco sobre negro. Esa es una encrucijada mayor para el candidato oficialista en su necesidad de ampliar sin afectar el vínculo con sus socios kirchneristas.
Crecer es difícil
Los massistas más moderados reconocen, sin reparos, que está siendo difícil trepar más allá del 40 por ciento al que saltó la intención de voto casi de inmediato desde el 36,62% obtenido en la primera vuelta. Más que nunca las adhesiones, como los votos, se cuentan de a una en este espacio.
De todas maneras, la campaña del miedo más los desajustes y desaguisados de Milei y su exótico combinado de acompañantes siguen operando, según la mayoría de los consultores, como la fuente de la esperanza del candidato oficialista. Lo reconocen hasta los estrategas electorales y armadores políticos del libertario.
“Los carteles con lo que costaría el boleto de tren y de colectivos si ganaba Javier, a los que se sumaron los mensajes en el mismo sentido sobre el precio de los combustibles, que están siendo reforzados y amplificados por el poderoso aparato oficialista, hicieron mucho daño y siguen haciéndolo”, admite con cierta sensación de impotencia un destacado colaborador del candidato presidencial de La Libertad Avanza (LLA).
En el comando de Massa también computan con entusiasmo las expresiones de artistas e intelectuales en favor suyo y, sobre todo, en contra del libertario, así como las dudas que expresan en el mundo de los negocios muchos representantes. Aunque saben que el círculo rojo de las élites es más un pequeño punto muy visible antes que un espacio que contenga un número de actores estadísticamente relevantes.
De todas maneras, es un hecho que entre el empresariado que por estos días mira con alguna preocupación o desconfianza al libertario no solo figuran los postulantes a renovar la membresía vitalicia del club del capitalismo de amigos que ven en Massa a su presidente ideal. También hay otros, afectados severamente por la caótica gestión del ministro de Economía y tal vez por sus futuras políticas, que, inicialmente, se ilusionaron con el libertario y están ahora atravesados por las dudas.
El que era el candidato de las respuestas para muchos de los males económicos del país y para castigar a la dirigencia política se transformó, primero, en un montón de preguntas sobre su capacidad para gobernar y dar soluciones. Y ahora es el depositario de todas las incógnitas.
A Milei lo ayuda y mucho que la historia política, el desempeño como ministro, la discrecionalidad como método y los socios que tiene en su equipo Massa son límites difíciles de franquear para no pocos votantes. El kirchnerismo en deliberado estado de hibernación y empresarios que lo han sostenido durante una década, a pesar de haber estado más de una vez en lo que parecía el fondo del abismo, siguen junto a él. Pero Milei necesita tanto ayudarse como ser ayudado por los propios, cuya propensión natural al gol en contra expone las características tanto de su liderazgo como la extravagancia de su armado. Reordenar su campaña es la urgencia de su equipo.
Final apretado
Los próximos días, por lo tanto, serán decisivos para ambos en busca de la remontada que los lleve con alguna tranquilidad hasta la boca de las urnas. Aunque no podrán eludir una alta cuota de angustia e incertidumbre.
Todos los consultores pronostican un final apretado. Cabeza a cabeza. La participación y el voto en blanco serán más que decisivos. Si una baja y el otro sube, los pisos pueden elevarse y los techos abrirse casi como por arte de magia. Más incógnitas para todos.
En este contexto, los fragmentos de JxC que ya no tienen un candidato propio por el que trabajar, se debaten entre quienes se sumaron a la adscripción a Milei, liderados por Mauricio Macri y Bullrich, y los que prefieren mantenerse en la neutralidad para construir una oposición sólida que pueda poner límites y evitar la construcción de una nueva hegemonía, sea cual fuere el ganador.
En este último espacio se agrupan los amarillos Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, en la cima, todos los miembros de la Coalición Cívica de Lilita Carrió, y una mayoría de radicales. Son los que no quieren ser arrastrados por el jujeño Gerardo Morales y los porteños Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti, a quienes ya ven como los nuevos transversales de Massa si este llagara a la Presidencia, como los que tuvieron por socios Néstor y Cristina Kirchner entre 2007 y 2011. Aunque ellos lo nieguen y las circunstancias sea demasiado diferentes.
Pese a que los neutrales comparten con el macribulrrichismo el temor a las deserciones, discrepan profundamente sobre el potencial de Massa para construir la hegemonía que opera como el gran fantasma amenazante (y autoexculpatorio) que blanden el expresidente y la fallida candidata.
Al mismo tiempo, no solo discrepan profundamente de lo que representa y propone Milei. También dudan seriamente de la probabilidad de éxito de una gestión suya, aún con los soportes que promete y pretende darle Macri, que nadie sabe como metabolizaría Milei y de cuya efectividad real sobran incógnitas.
Opositores entre escombros
“El que diga que estamos a las puertas de un 2003 lo hace por ignorancia o mala fe. Massa puede ser igual o peor que Kirchner, como dice Mauricio, pero las condiciones objetivas son demasiado diferentes para poder hacer lo mismo sin dificultad y tener éxito”, argumenta un destacado integrante del equipo de los neutrales.
“Primero, la situación económica es mucho más crítica que en 2003 y Massa va a tener que lidiar con el explosivo que él llevo de trotyl a bomba nuclear. Segundo, el contexto internacional no es el de hace 20 años, cuando el viento de cola duplicó el precio de los commodities. Tercero, el peronismo no va a tener mayoría en ninguna de las dos cámaras y casi la mitad de las gobernaciones no serán peronistas. Cuarto, y no menos importante, la sociedad ya no tiene mucho resto para aguantar la crisis actual y el impacto que tendrá la estabilización de la economía”, enumera.
“Por eso, será tan importante tener una oposición unida y potente”, argumenta la fuente tan cambiemita como antimileísta, con más ganas de creer que indicios de que se vaya a concretar lo que pretende. Su opinión tiene el valor de provenir de alguien que tiene una buena percepción tanto de la situación interna en el nivel dirigencial, como del pulso de sus votantes y de lo que ocurre en lo profundo de los barrios populares, que suele recorrer con frecuencia y están alejados del mundo amarillo.
El futuro se encuentra a la vuelta de la esquina. El próximo presidente debutará dentro de solo 34 días y apenas 20 días después de haberse consagrado con una situación de extrema complejidad, tal vez peor que la que ya se registra hoy.
Antes, los dos candidatos tendrán demasiados retos por superar. Agendado ya está uno de los mayores: el debate del próximo domingo. Por eso, los equipos de campaña están enfocados en los ajustes finales para hacer frente a lo que pueden prever para romper el duro techo de adhesiones que se les presenta.
Todo lo demás que suceda hasta el próximo 19 serán desafíos contingentes, cuya ocurrencia es más que probable.
No hace falta tener atributos adivinatorios para prever que puede haber sorpresas hasta el día mismo de la elección sino de observar la fragilidad del contexto y las características, los hábitos y los atributos de los contendientes. Falta muy poco tiempo. Pero queda todavía mucho por ver.
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