Alfredo Sábat
La polémica apremiante de ahora, al menos en Juntos por el Cambio, consiste en decidir qué hará esa coalición frente al balotaje de dentro de poco más de veinte días
No pocos políticos imaginaban al peronismo kirchnerista fuera del ballottage y, por lo tanto, fuera de cualquier destino de poder. La pelea final encerraría solo a Juntos por el Cambio y a los libertarios de La Libertad Avanza, suponían muchos de ellos. Ni los cambiemitas ni los libertarios terminaron de digerir aún la sorpresa del domingo último, que los sepultó a los dos debajo de Sergio Massa, candidato del peronismo kirchnerista. Una discusión nueva refiere al tiempo que le resta a Massa como político kirchnerista antes de auparse él mismo como el flamante jefe del peronismo a secas.
Es un debate prematuro porque podría darse mucho después; la polémica apremiante de ahora, al menos en Juntos por el Cambio, consiste en decidir qué hará esa coalición frente al ballotage de dentro de poco más de veinte días. La unidad de la coalición que gobernó entre 2015 y 2019 es fundamental, más allá de la valoración que merezca cada uno de sus dirigentes, porque ella es la que estará en mejores condiciones para asegurarle la gobernabilidad parlamentaria tanto a Massa como a Javier Milei, los dos únicos candidatos que enfrentarán el 19 de noviembre el partido final. La fragmentación del Congreso explica mejor que nada la mediocre elección que hicieron los tres candidatos presidenciales el domingo pasado. Massa sacó unas pocas décimas menos que Daniel Scioli en la primera vuelta de las presidenciales de 2015, que anticiparon la derrota del exgobernador bonaerense frente Mauricio Macri en el ballotage posterior. Sin embargo, los resultados que hace ocho años significaron un desastre para el peronismo, ahora se convirtieron en un virtual triunfo del actual ministro de Economía. ¿Por qué? Porque los otros dos, Milei y Patricia Bullrich, sacaron números mucho peores, y porque el no peronismo se neutralizó a sí mismo con su propia división. La división de la oposición fue una estrategia perfectamente diseñada por Massa, pero ese es su mérito como político, no su culpa. La culpa es de la oposición que se dejó llevar de las narices por la estrategia del oficialismo. En Juntos por el Cambio ni siquiera hubo disidencia sobre qué debía hacer un futuro gobierno de esa coalición; la interminable y agria guerra civil entre cambiemitas aludió solo a los liderazgos personales y a quién se llevaría la candidatura presidencial. Caminaban seguros sobre tierra inquieta.
Es habitual en las últimas horas escuchar críticas a Macri porque no logró establecer la paz interna dentro de Juntos por el Cambio. Sin embargo, referentes importantes de la coalición aseguraron que el expresidente intentó varias veces convencer a Bullrich y a Rodríguez Larreta para que bajaran una de esas candidaturas presidenciales, sobre todo después de que Milei se mostrara obviamente sin competencia interna, y de que Massa anunciara que se enfrentaría solo a Juan Grabois; éste fue otra estrategia oficialista para retener los votos de la izquierda peronista. Las distintas variantes que ofreció Macri fueron rechazadas. “No pude hacer nada; fue imposible”, aseguran haberlo escuchado decir varias veces. Del mismo modo, propuso que hubiera un solo candidato a gobernador dentro de Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires, en lugar de las candidaturas de Néstor Grindetti y Diego Santilli. Esa propuesta fue igualmente desdeñada. En rigor, Rodríguez Larreta promovió un combate a todo o nada contra Macri desde que este abandonó la Casa de Gobierno. Cometió el grave error político de mostrar la guillotina antes de tenerla en la mano, y de anunciar la muerte política de quien todavía no había muerto. Los dirigentes con experiencia en la vida pública suelen cometer tales crímenes políticos -cómo no- en la sombras de la nocturnidad, sin anunciar nada, sin mostrar nada. Los seguidores de Rodríguez Larreta, no él mismo, llegaron al absurdo de dar clases públicas sobre la figura metafórica de Freud de “matar al padre”, que explica la teoría del célebre psicoanalista sobre la necesidad de apartarse del progenitor. Macri, recordaban, había construido el protagonismo político de Rodríguez Larreta; era “el padre”. Solo consiguieron que Macri pusiera en funcionamiento en el acto su instinto de sobrevivencia. Otro intento del expresidente consistió en proponer a María Eugenia Vidal como única candidata de la coalición a jefa de gobierno de la Capital antes que a su primo Jorge. Pero esa vez fue Vidal la que se rehusó a aceptar, con la idea de probar suerte primero como candidata a presidenta de la Nación. Poco después se bajó de esa precandidatura, pero ya estaba rodando la postulación de Jorge Macri en la Capital. Éste finalmente se aseguró este martes el cargo cuando el candidato kirchnerista Leandro Santoro desistió de competir en un balotaje con el primo del expresidente, que se convirtió así en el gobernador número diez de Juntos por el Cambio.
Macri tiene información propia de que si el Congreso se inclinara a favor de Massa podría cambiar también la relación de fuerzas en el Consejo de la Magistratura, que es el organismo que nombra y destituye a los jueces. Empinados magistrados le hicieron llegar al expresidente la siguiente preocupación: es probable que en los próximos cuatro años quede vacante un tercio del Poder Judicial, vacantes que Massa podría cubrir si se hiciera con el poder de la mayoría del Congreso y del Consejo de la Magistratura. Solo un Juntos por el Cambio unido, aún con sus naturales diferencias, estaría en condiciones de frenar semejante avance sobre el Poder Judicial. El ministro de Economía y candidato presidencial, Massa, deberá probar en el ejercicio de la jefatura del Estado, si es que le toca hacerse cargo, las promesas de la noche del domingo, cuando convocó a los radicales que comparten con él, dijo, “el respeto a la educación pública, a la división de poderes, a los valores democráticos y a las instituciones”. Proclamó también solemnemente la muerte de la grieta entre kirchneristas y antikirchneristas. Si todo fuera así, y si él ganara el balotaje, el 19 de noviembre habrá muerto también el kirchnerismo y hasta el peronismo tal como lo conocemos.
Sea como fuere, los principales dirigentes de Juntos por el Cambio (incluido el propio Macri y no pocos radicales, como el cordobés Mario Negri) se inclinaban este martes por darles libertad a sus simpatizantes para que voten por quien quieran. Todo hay que decirlo: si hicieran eso, solo estarían oficializando lo que sucederá en la realidad de los hechos. Los ciudadanos ya no esperan que un dirigente les indique cómo tienen que votar; en el mundo de hoy cada uno de los electores emite el sufragio que le dicta su conciencia o sus convicciones. “No nos votaron para meternos en un balotaje entre candidatos de otros espacios políticos”, advirtió Negri, preocupado sobre todo por la unidad de Juntos por el Cambio. Con larga experiencia parlamentaria, que injustamente concluirá el 10 de diciembre próximo, aunque nada indica que se tratará de un final definitivo, Negri está preocupado sobre todo por la eventual fractura de Juntos por el Cambio. Negri fue presidente del interbloque cambiemita y convivió varios años con Massa como presidente de la Cámara de Diputados. Lo conoce; sabe con quién deberán vérselas. “Debemos cuidarnos entre todos”, les aconsejó Negri a los dirigentes de Juntos por el Cambio, y agregó: “La libertad con la que nos expresamos no puede generar una competencia tóxica entre los dirigentes de la coalición”.
Esos consejos son especialmente oportunos cuando se avecina un Congreso fragmentado. El peronismo necesitará nada menos que 21 diputados para alcanzar el quorum propio, y Milei requerirá de 92 diputados para tener su mayoría. Se trata de lo que Felipe González calificó como “un Parlamento a la italiana pero sin italianos para gobernar”. En efecto, el Parlamento de Roma está siempre dividido en muchos pedazos políticos. Pero, ¿cuál es la diferencia entre gobernar con italiano o sin italianos? González señaló que algunos países (el suyo, España, y tal vez la Argentina) tienen un sentimiento trágico de la existencia, mientras en Italia prima la “pasión lampedusiana” de la vida. Es una referencia a Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el autor de El Gatopardo que inventó la fórmula que señala que debe cambiarse todo para que nadie cambie. Cambiar todo, vale la aclaración, no significa aquí y ahora la ruptura de la principal fuerza opositora en el Parlamento argentino por venir. Quizás signifique todo lo contrario.
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