San Rafael, Mendoza miércoles 27 de noviembre de 2024

En defensa de Pablo Neruda – Por:.Beatriz Genchi

Durante muchos años leí que Pablo Neruda abandonó a su hija. Y esta la primera vez leo que los hechos fueron los siguientes: a causa de la guerra civil española, el 7 de diciembre de 1936 se cerraron los consulados de Madrid y de Barcelona, donde Neruda trabajaba, y no recibió ningún otro destinó, por lo que quedó cesante.

Entonces viajó con su mujer, María Hagenaar, y su hija, Malva Marina a Marsella y desde ahí a Montecarlo. Luego, de acuerdo con su esposa, él partió a París, donde consiguió un trabajo en la organización de un congreso cultural antifascista, en tanto ella y la niña se iban a Holanda, donde María tenía posibilidades de trabajar. Terminado el Congreso Neruda volvió a Chile, desde donde siguió apoyando la causa de la España republicana.

A principios de 1939 obtuvo el cargo de cónsul especial para la inmigración española, en París. Ese mismo año viajó a Holanda para ver a su hija. Después Holanda fue ocupada por los nazis. Neruda siguió enviando el dinero para su hija, a través de consulados donde ha quedado constancia documental de estos envíos.

Así, el caso de Neruda no fue muy distinto al de la mayor parte de las parejas que se separan, y los hijos se quedan con la madre, mientras el padre aporta el dinero para su manutención. Solo que en este caso toda una guerra mundial separaba al padre de la hija.

Malva Marina muere en 1943, en Gauda, en la Holanda ocupada. El poeta estaba entonces sirviendo un cargo consular en México, era un reconocido antifascista, de modo que, sin contar las dificultades de atravesar el océano infestado de submarinos alemanes, no podría haber puesto un pie en Europa sin ir a dar a un campo de concentración.

Por eso con esta información, que no tengo porque no creer me sorprende que un escritor de amplia cultura, como Enrique Lafourcade, el año 2004 en la colaboración semanal que escribía para “El Mercurio” de Santiago, haya acusado a Neruda de negarse a asistir a los funerales de su hija y de allí en adelante una catarata. Incluso yo misma me hice eco de ello.

Sorprende también que otra persona, la dramaturga Flavia Radrigán, subió la apuesta en una entrevista al diario “La Segunda”, publicada el 11 de julio de 2018, y haya declarado que Neruda “abandona (a su hija) en plena Segunda Guerra Mundial” y que la fue a dejar a Holanda, donde “los alemanes mataban deformes”.

Si lo pensamos en contexto y Neruda hubiese ido a dejar a su hija a Holanda “en plena Segunda Guerra Mundial”, desde luego, al primero que habrían matado los nazis habría sido al mismo Neruda. Además, Maruca Hagenaar y Malva Marina llegaron a Holanda a fines de 1936 o a principios de 1937. La Segunda Guerra Mundial empieza en septiembre de 1939. La ocupación de Holanda por los alemanes se produce hacia mediados de 1940. De manera que Malva Marina vivió por más de tres años en Holanda sin alemanes.

Me parece que las acusaciones contra el poeta, al ser reducidas a consignas, quedan en una especie de campo abstracto, donde se han omitido el contexto de la época y todas las circunstancias que rodean a los hechos por los que se lo condena. Que tal vez pudo verla antes de empezar la guerra? Y sí, pero…no fue, pero tampoco abandono ni la expuso exprofeso al régimen.

Por último, creo que por alguna razón que desconozco, Neruda se ha convertido en una especie de receptor de las sombras de la sociedad chilena. Así, por ejemplo, en el caso de Malva Marina, se proyecta en el poeta la figura traumática del padre abandónico, tan arraigada, de “madres y guachos”, según la expresión de la antropóloga Sonia Montecino.

El escritor Hernán Valdés hace notar “la exigencia aberrante de que las personas sean una cosa distinta de lo que objetivamente son”, agregando que esta exigencia “se hace más extrema en los casos en que algunas personas ocupan situaciones intelectuales privilegiadas”, como era el caso de Neruda. Valdés señala que esto conduce “a que uno exija de su conducta una coherencia y una lucidez superiores. Debido a esta situación, subjetivamente, algunos hacen a Neruda responsable de representarnos en sus actos. Uno exige que Neruda actúe exactamente como lo hubiera hecho uno si ocupara su lugar. De ahí el conflicto y sus reproches”.

Luego Valdés advierte que “Neruda tendría que haber sido un prodigio para responder afortunadamente a tantas exigencias morales, literarias, políticas, intelectuales, en general, como individuos se las han planteado.”

Por lo tanto —y esto lo agrego yo— el antinerudismo tiene su existencia asegurada por mucho tiempo donde queremos blanquear nuestros propios yerros???

Gentileza:

Beatriz Genchi

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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