Parece difícil de creer, pero la Avenida 9 de Julio, la arteria de colosal anchura que es, quizás, la más representativa de la ciudad de Buenos Aires, no siempre estuvo allí. Si bien el proyecto para su creación viene del siglo XIX, el primer tramo de tan solo cinco cuadras se inauguró recién el 12 de octubre de 1937.
“Las cinco cuadras de la 9 de Julio hirvieron ayer de gente y entusiasmo. El pueblo, el pueblo socarrón de los partidos de fútbol y las carreras, no pudo acallar su admiración, pues la avenida, de norte a sur, es más, mucho más de cuanto pudo imaginar su vanidad disfrazada de sorna”. Con estas palabras describía la crónica, al día siguiente de la inauguración, la importancia que tuvo para los porteños de entonces la creación de la nueva arteria.
Al acto de apertura de la que ya se anunció entonces como “la avenida más ancha del mundo” asistió el intendente de la ciudad, Mariano de Vedia y Mitre y dirigió además unas palabras a la población el presidente de la Nación, el general Agustín P. Justo. Desde un palco poblado de autoridades ubicado a pocos metros del recientemente levantado Obelisco -erigido en 1936-, el primer mandatario destacó “la singular importancia” de la flamante avenida, que dotará “a la gran urbe de una arteria de circulación digna de su pujante desarrollo y asombroso progreso”.
La inauguración continuó con la suelta de unas mil palomas blancas con las alas pintadas de celeste, orquestas en vivo y bailes populares hasta la noche, donde se destacó la notable iluminación de la Avenida. “Y es, por doquier, la misma emoción, el mismo latido que nos va diciendo que estamos en el corazón de Buenos Aires -señalaban. Se nos ocurre que nuestra capital es como otra Bella Durmiente, agobiada hasta hoy y encubierta, pero que poco a poco se va despertando y arrojando los velos desteñidos para mostrarnos la noble plenitud de su hermosura”.
Pero es claro que este “despertar” del primer tramo de la 9 de Julio, con la algarabía de los porteños, es solo un punto trascendente en la historia de esta avenida. Pero no es el primero -el proyecto original es de 1889-, ni tampoco sería el último, ya que las distintas prolongaciones de la artería se irían sucediendo hasta la década de los ‘70. Solo entonces se llegarían a completar los tres kilómetros con los que la vía urbana más famosa de Buenos Aires une la Avenida del Libertador, al norte con la Avenida San Juan, al sur.
Y lo que puede resultar obvio, pero todavía no se dijo, es que para la construcción de la 9 de Julio fue necesario demoler por completo las manzanas que se ubicaban entre Cerrito y Carlos Pellegrini, al norte de Rivadavia y entre Lima y Bernardo de Irigoyen, al sur. “Destruir sin recelo, hasta la crueldad”, decían, en referencia a los bloques de viviendas que debieron ser arrasados por miles de picos y masas para dar lugar a la majestuosa avenida.
Afortunadamente, ha quedado un registro fotográfico de buena parte de ese proceso de construcción de la emblemática avenida porteña. Y a través de él, se puede poner en imágenes todo lo que fue el antes, el después y el durante de la creación de cada uno de los distintos tramos de la 9 de Julio.
El proyecto de la realización de una avenida que atravesara la ciudad de norte a sur surgió en la gestión del intendente porteño Francisco Seeber, entre 1889 y 1890, aunque no prosperó, y recién fue retomado en 1912. Eran tiempos en los que Buenos Aires pretendía perder su fisonomía colonial. La ley 8855, promulgada ese 1912, establecía la expropiación de las manzanas entre Cerrito-Lima y Carlos Pellegrini-Bernardo de Irigoyen para la construcción de una avenida que tendría solo 33 metros de ancho (la franja del centro de las manzanas), una medida similar a la Avenida de Mayo, que había sido abierta para el centenario de la Revolución de Mayo, en 1910.
La idea era conectar las áreas más activas del norte de la ciudad con las más postergadas del sur, a la vez que se buscaba dar una mayor fluidez al tránsito de la ciudad, que crecía y se hacía más intenso a medida que subía la población de la ciudad y aumentaba su parque automotor. Con esta última intención se había construido un tiempo antes la Diagonal Norte y se había ensanchado la calle Corrientes. En la intendencia de Joaquín de Anchorena, que dirigió la ciudad entre 1910 y 1914, comenzaron a adquirirse las propiedades ubicadas en las manzanas mencionadas, pero las expropiaciones, por falta de recursos legales y financieros, se realizaron de manera gradual y alternada, algo que provocó que las obras se demoraran unos 25 años, según explica un trabajo sobre la 9 de Julio realizado por la arquitecta y docente Adriana Guevara, para la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA.
“En 1933, un nuevo proyecto propuso demoler las manzanas completas para lograr una avenida que tendría 140 metros de ancho. Pero claro, otra vez la falta de fondos. Se decidió construir solo cinco cuadras de Avenida, entre Tucumán y Mitre, que se inauguró en 1937 como la avenida más ancha del mundo. Y en proporción, la más corta”, comentaban algunos. Por unos años más, esas cinco cuadras originales se mantuvieron como una breve muestra del ambicioso proyecto de unir el norte con el sur de la ciudad. Pero se sabe que para 1947 pudo habilitarse el tramo de la 9 de Julio que iba de Bartolomé Mitre hasta Belgrano. La avenida había crecido cinco cuadras hacia el sur.
Los registros históricos son esquivos a la hora de encontrar alguna fecha de inauguración del nuevo tramo.
En 1951, llegó hacia el norte hasta la calle Paraguay, extendiendo tres cuadras su límite original. A partir de allí, se detuvieron por unos años las ampliaciones, para retomarlas recién a finales de la década del ‘60. Así, las obras de demolición se pusieron en marcha y la avenida llegó en 1971 hasta Santa Fe al norte y a Independencia al sur. Un año más tarde, hacia el sur, la arteria se extendió hasta San Juan, y en 1975 alcanzó la intersección con Caseros. Hacia el norte, en tanto, la 9 de Julio fue sumando cuadras a través de los años. En 1976, llegó a Arenales; 1979, a Arroyo y en 1980, a avenida del Libertador. Continúa…
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
bgenchi@gmail.com
Puerto Madryn – Chubut.
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