Tomas Cuesta – Getty Images South America
El ahora precandidato a presidente llegó al Ministerio el 3 de agosto de 2022 con un dólar oficial de $139 y un alza interanual de precios de 71%; hoy los números están agravados y, si bien se logró sobre el filo acordar con el FMI, no hubo medidas de fondo
El 3 de agosto de 2022, Sergio Massa dejó su lugar como presidente de la Cámara de Diputados y juró como ministro de Economía. Entonces, el dólar minorista cotizaba a $139,31, el blue se vendía en las cuevas a $298, con un piso –ese mismo día– de $282, y la brecha cambiaria era de 102%. La inflación en julio del año pasado había llegado al 7,4% en el mes y acumulaba 71% interanual. El Banco Central contaba con reservas brutas por US$37.819 millones (las netas eran de US$2311 millones) y la actividad económica había crecido un 5,5% ese mes en comparación con 2021, según los datos del Indec.
Esta semana, el fundador del Frente Renovador cumple un año en el cargo y es la figura tras la cual se encolumnó el kirchnerismo, tras el anuncio de que sería precandidato a Presidente de la Nación, para intentar mantenerse en el poder. Con un cepo reforzado, el dólar minorista se vende a $285,20, el blue en las cuevas llega a $550 y la brecha cambiaria es del 94%. Luego de marcar 6% en junio, el índice de inflación acumuló un 115,6% en 12 meses. Las reservas brutas del Banco Central totalizan US$25.252 millones (las netas son negativas, por más de US$7400 millones) y el nivel de actividad económica, tras el impacto de la histórica sequía que afectó al sector del campo, cayó en mayo (último dato disponible) un 5,5% respecto de igual mes de 2022.
“Un activo que muestra Massa es que logró que esa crisis no haya terminado en algo peor”, resume Matías Surt, director y economista jefe de Invecq. “La brecha, el tipo de cambio y la inflación estaban yendo a un nivel peligroso y él fue el tapón de esa situación de desorden económico; primero, porque ordenó políticamente la coalición. Antes de él había una interna en el Gobierno y, cuando llegó [a hacerse cargo del Ministerio], todas las partes lo apoyaron. Eso no pasaba con Guzmán, que era muy boicoteado por un sector su propio espacio”, afirma el analista.
Tranquilidad por un tiempo
“Massa agarró la papa caliente y más o menos pudo postergar algunos problemas. El principal mérito es que por un buen tiempo pudo generar más tranquilidad, que se vio en la calma del tipo de cambio, en que la inflación no se desbocó, en que fue charlando con el Fondo y aguantó”, dice Miguel Kiguel, exsecretario de Finanzas. “Mientras tuvo viento a favor y un poco de suerte, aguantó y se entusiasmó con un 3% de inflación mensual. Y después, con viento en contra, las cosas se le complicaron mucho. Este año se pegó con la realidad, con que la cuestión estaba mucho más complicada, y luego vino la sequía que fue el golpe de gracia”, agrega el fundador de la consultora Econviews, quien advierte por la acelerada pérdida de reservas, que suma más de US$16.000 en los últimos meses.
En un primer momento, la evolución de algunas variables económicas animaba al ministro y su equipo. Tras el pico de inflación de junio de 2022, los valores mensuales comenzaron a retroceder, en un escenario favorecido por el estancamiento del precio de la carne (uno de los principales componentes de la canasta básica) y el crecimiento de la oferta por la sequía. Con medidas aún más fiscalistas que las que el kirchnerismo resistía en tiempos de Guzmán, mantuvo el ajuste que por la fórmula de movilidad se aplica sobre los jubilados (al determinar subas por debajo de la inflación) y, ya con el área energética bajo su órbita, otra de las cuestiones que le fueron negadas a Guzmán, puso en marcha la demorada segmentación para concretar ajustes en las tarifas de luz, gas y agua, mediante la quita de subsidios a los sectores de mayores ingresos.
“Massa se las ingenió para bajar el gasto con fuerza y que nadie lo tilde de ajustador, porque el que supuestamente era ajustador era Guzmán”, afirma Lorena Giorgio, economista jefa de Equilibra, al comparar la evolución de las cuentas fiscales en ambos períodos: mientras que, en el primer semestre de 2022, el gasto creció a un ritmo de 11% interanual en términos reales, en la segunda mitad del año se contrajo un 9% y en el acumulado de enero a junio de 2023 cayó otro 5% en términos reales.
En el detalle de esa caída del primer semestre de este año se destacan un recorte en términos reales del 29% en prestaciones sociales y un 8% en el gasto en jubilaciones (ítems que concentran más de la mitad del gasto primario), aun a costa de la pérdida del poder adquisitivo de quienes los perciben. “Se proyectaban bonos extraordinarios, asignaciones o ayudas sociales que no se dieron, al menos en la magnitud esperada”, observa Giorgio, sobre un punto que generó presiones dentro de la coalición oficialista y que Massa logró absorber.
Parte del ajuste sobre las jubilaciones se dio a costa de la aceleración inflacionaria y del ajuste rezagado de los haberes, a partir de la fórmula de movilidad vigente. En materia de tarifas, la puesta en marcha de la segmentación, junto a la baja en los precios internacionales de la energía y las bajas temperaturas que llegaron más tarde en 2023 que el año pasado, se combinaron para concretar una baja del 13% real en el gasto en subsidios energéticos durante el primer semestre (aunque, de todas formas, se mantienen por encima del nivel de 2021).
El ‘ordenamiento fiscal’ aparece como uno de los puntos en los que Massa pudo mostrar más resultados y cumplir en 2022 la meta acordada con el FMI. Pero, producto de la sequía y del desplome en la recaudación por retenciones, el escenario se invirtió este año, con un desvío de casi $700.000 millones por encima de la pauta que se había fijado en el acuerdo. A partir de los números, el resto de los pilares sobre los que el ministro propuso basar su gestión muestran cuentas pendientes.
“Massa es un gran procrastinador. Recibe de Guzmán una economía al borde de una devaluación por un programa financiero explotado, y lo que intenta hacer es patear el ajuste para adelante, y en el medio tiene que ir concediendo algo de ese ajuste que no quiere hacer. Su juego fue patear para adelante lo más que se pudiera, y cuando tuvo que hacer algo, porque no le quedó otra, minimizar el costo y mantener lo simbólico”, afirma Gabriel Caamaño, titular de Consultora Ledesma.
Bloqueado un ajuste del tipo de cambio por el sector kirchnerista –algo que era propuesto incluso por miembros del equipo económico, y que luego propusieron funcionarios como Antonio Aracre, quien terminó enfrentado con Massa y eyectado del Gobierno–, el ministro mantuvo el esquema de crawling peg, con una devaluación al ritmo de la inflación, que marcó también un piso a la brecha cambiaria. No obstante, en su urgencia por incrementar las exportaciones para incentivar el ingreso de divisas apeló a devaluaciones sectoriales temporales, como las tres ediciones del llamado dólar soja ($200, $230 y $300) y el reciente dólar agro ($340), que implicaron más exportaciones a costa de más inflación y endeudamiento.
“En cuanto a los problemas que tenía la Argentina en 2022, no hay ninguno que esté resuelto ni en vías de resolverse”, opina Surt. “Massa quiso pintar que el cambio en el Ministerio implicaba un cambio concreto en el manejo de la política económica, pero fueron cambios marginales con respecto a algunas variables, y tarifas es lo único que se puede resaltar, aunque fue algo muy focalizado y, en mi opinión, no va por el camino correcto. Hoy el mercado cambiario está más complicado y más desordenado. Cuando se anunció el primer dólar soja, se hizo por la necesidad de impulsar un ingreso rápido de reservas y con la idea de que la soja no iba a tener impacto en la canasta de consumo interno, y hoy en el dólar agro están todos los productos menos la soja”, plantea el economista, al marcar inconsistencias en el programa del Gobierno.
El dilema de los dólares
Las sucesivas ediciones de los tipos de cambio especiales para fomentar exportaciones, la negociación y ampliación del swap con China y las gestiones ante organismos multilaterales con desembolsos en dólares le permitieron a Massa contar con un flujo de dólares mayor al esperado, que sostuvo durante meses el nivel de actividad. Pero el cepo cambiario, reforzado sucesivamente desde su llegada, mantuvo creciente la demanda de divisas para importaciones, algo que derivó en reclamos empresarios, en faltantes y en un impacto inflacionario, que tuvo consecuencias en el poder adquisitivo. Según datos oficiales, en el acumulado de enero a mayo, los salarios de los trabajadores del sector privado registrado avanzaron 2,8 puntos porcentuales por debajo de la inflación, mientras que los del sector informal perdieron 11 puntos.
“Massa ordenó la política en un espacio complicado, pero nunca aprovechó ese caudal político para armar un programa de estabilización”, opina Marina Dal Poggetto, directora ejecutiva de Eco Go. “Aprovechó la administración de la brecha para intentar contener la dinámica inflacionaria y sostener la actividad lo más alto posible, decidiendo quién accede al mercado de cambios y quién no, con acuerdos de precios y otros mecanismos. Y se chocó con la sequía”, agrega la economista.
Si se observa la dinámica de las reservas, se concluye que Massa asumió con un Banco Central con poco más de US$2000 millones de reservas netas, que llegaron a superar los US$7200 millones a fin de año. Sin embargo, el efecto negativo de la sequía, que redujo la cosecha en un 40% e implicó una caída estimada de US$20.000 en las exportaciones del año, cambió el escenario. Hubo una acelerada salida de divisas que hoy dejan al Central con reservas netas negativas en más de US$7400 millones. En cuanto al saldo comercial, otro de los pilares planteados por Massa, 2023 registra déficit en todos los meses a excepción de febrero, con el rojo histórico de US$1727 millones en junio, según informó el Indec (el saldo es de US$4387 millones en lo que va del año).
“Massa salió a conseguir reservas desdoblando, con lo cual pagó el costo de mayor inflación, o de prestado. Así consiguió US$16.000 millones, pero los perdió para mantener el statu quo. Sostuvo la situación que venía, se gastó los dólares y hay desequilibrios que se profundizaron. Planteaba el plan de un tipo de cambio competitivo, pero hoy, competitivo no es”, concluye Caamaño.
Esteban Lafuente
Fuente;https://www.lanacion.com.ar/economia/un-ano-de-massa-en-economia-los-numeros-de-la-gestion-y-todas-las-cuentas-pendientes-nid30072023/
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