San Rafael, Mendoza viernes 29 de noviembre de 2024

Con el amor a cuestas – Por:. Beatriz Genchi

A finales del siglo XIX se podía llevar el amor consigo.

Los guardapelos colgantes, eran unas pequeñas joyas, con un cristal en el frente o dorso para poder ver el interior sin necesidad de su apertura, que contenían una fotografía o un mechón de pelo del ser amado que se colgaba sobre el corazón o prendía sobre el pecho.

En Europa, se regalan generalmente a los enamorados los días de celebración como el día de San Valentín o en ocasiones especiales como las bodas.

Era una de las formas que se encontraron, muchas veces como un fetiche, frente a las restricciones sexuales impuestas durante la época victoriana, para que el cuerpo siga presente en el recuerdo de las intimidades.

Durante el siglo XIX, abandonadas las pelucas del Antiguo Régimen, el pelo comienza a ser valorizado transformándose a través de los peinados en un elemento de distinción social tanto para la burguesía como para los sectores populares.

El pelo y su arreglo, era un símbolo de belleza y virtud en las mujeres y de carácter en los hombres. En la colección de algunos museos existen numerosos guardapelos, también conocidos como relicarios, en su mayoría de luto, donde se guardaban pelo y fotos de los seres amados fallecidos.

El único relacionado con el amor galante, es el de la foto: guardapelo o portarretrato colgante que mediante un esmalte en su frente recrea una escena del Rococó francés donde una pareja se encuentra en pleno acto de cortejo amoroso. Llevar este colgante, era uno de los pasos para ratificar el compromiso entre los enamorados decimonónicos.

En la época victoriana el estilo de los guardapelos era ricamente decorado con filigranas. Sin embargo, hoy en día se dan los diseños planos en los que se graba el nombre o las iniciales del destinatario o una frase significativa en su parte posterior. También son populares las reproducciones de joyas antiguas.

En la Inglaterra victoriana fue muy popular la «joyería de luto». Los «guardapelos», como se los conocía, eran mementos mori que se podían llevar en pulseras, broches, anillos o delicadas y bellas cajitas. William Morris, los Shelley, Lord Byron o Larra fueron algunos de los más célebres

Era portable y hasta exhibible: un broche, un anillo, un colgante o una cajita en la que se mostraba, en medio de un cuidadísimo y delicado acabado, el cabello de la persona fallecida.

En la cultura popular, en “El misterio del príncipe”, 6º libro de la serie de Harry Potter, de la autora británica J.K. Rowling, se revela que el Señor Tenebroso Voldemort usa un guardapelo que perteneció a su antepasado Salazar Slyterin para ocultar dentro de él una parte (de 7) de su alma haciendo de este modo inmortal al temible mago. En el último libro de la saga (Las reliquias de la muerte), Ron Weasley destruye el guardapelo dando así un paso más al retorno a la mortalidad de Voldemort.

Undertaker, el misterioso sepulturero de la historieta Kuroshitsuji, es conocido por llevar varios guardapelos en una cadena de plata que usa alrededor de la cintura. En la versión manga de la historia se sabe que uno de los guardapelos lleva la inscripción Claudia P. 1866; los fans de la serie especulan que podría tratarse de un antepasado de Ciel Phantomhive, el joven protagonista de la historia.

Gentileza:

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn-Chubut.

 

 

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