Aumentar la cobertura vegetal en las zonas urbanas de Europa -del 14,9% actual al 30%– puede compensar el impacto del aumento de las temperaturas y tener unos efectos altamente beneficiosos para la salud de sus habitantes, de acuerdo con el informe que ha usado como muestra 93 ciudades europeas (incluidas 10 españolas).
El estudio utiliza como referente la ola de calor de 2015, que afectó a 30 provincias españolas y duró 26 días, con picos como los 44,5 grados registrados en Zaragoza. Se estima que las altas temperaturas causaron ese verano en Europa unas 6.700 muertes prematuras. De acuerdo al nuevo análisis, unos 2.644 fallecimientos podrían haberse evitado ese año con un incremento de las zonas arboladas, lo que habría contribuido a reducir el aumento de las temperaturas en torno a 0,4 grados. Así se desprende de los modelos usados por el grupo de expertos, liderados desde el Instituto Global de Salud de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación «La Caixa».
«Sabemos que las altas temperaturas en las zonas urbanas tienen un impacto negativo en salud de los habitantes de las ciudades: de paros cardiorrespiratorios a un aumento de los ingresos en los hospitales y de muertes prematuras», advierte la bióloga de ISGlobal Tamar Iungam, primera firmante del informe, publicado ayer en la prestigiosa The Lancet.
La diferencia media de temperatura en las ciudades estudiadas y en su entorno inmediato fue de 1,5 grados en agosto y julio del 2015. Esta diferencia es debida fundamentalmente al efecto de isla de calor en los entornos urbanos, que se produce por la alteración del paisaje, la desaparición de la vegetación, la presencia del asfalto y el uso de materiales en los edificios que absorben, atrapan o reflejan el calor.
«Este estudio es el más grande realizado hasta la fecha y el primero que compara la mortalidad prematura por las altas temperaturas con el efecto que podría tener el aumento de la superficie arbolada», advierte Tamar Iungman. «Nuestro objetivo final es informar a los responsables de política local de los beneficios de integrar la infraestructura verde en el diseño de las ciudades y contribuir a la mitigación y adaptación al cambio climático».
«Estas medidas son cada vez más urgentes en Europa por los episodios de calor extremo y por las predicciones, basadas en los actuales niveles de emisiones de CO2, de que las enfermedades causadas por las altas temperaturas van a suponer un mayor peso para salud pública en la próxima década», agrega la investigadora. Precisamente, el último agosto fue el mes más caluroso jamás registrado en Europa. En España, en torno a 5.000 muertes registradas en verano de 2022 son atribuibles al calor.
El estudio de The Lancet se ha centrado en la ola de calor del 2015 al haber más datos disponibles sobre ese año en las 93 ciudades, con una población total de 57 millones de habitantes. El informe destaca la gran variabilidad dentro del continente -de cero muertes atribuibles al calor en Goteborg (Suecia) a 32 muertes prematuras por cada 100.000 habitantes en Cluj-Napoca (Rumania).
«Las muertes debidas al calor excesivo se pueden prevenir», advierte la epidemióloga Kristie Ebi, de la Universidad de Washington, que no ha participado en el estudio pero que se ha sumado a los comentarios de la comunidad científica. «Las recomendaciones y las herramientas están a nuestro alcance y el momento de actuar es ahora, con Planes de Acción ante el Calor que sirvan para modificar los entornos urbanos y crear infraestructuras que los hagan más resilientes y sostenibles ante un futuro más caliente».
Fuente;https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2023/02/01/63d94feefc6c83087b8b45bc.html
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