Si tenemos en cuenta que a lo largo de nuestra vida vamos a ingerir varios miles de toneladas de alimentos, es fácil visualizar el importante papel que aquello que elegimos para nuestra dieta puede tener en nuestra salud.
Paula Jiménez Fonseca, oncóloga médica del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), y Belén Álvarez, química y farmacéutica especialista en nutrición, repasan en su libro Comer para vencer al cáncer, publicado con el aval científico de la Sociedad Española de Oncología Médica, algunos de los alimentos y hábitos que conviene reducir o eliminar por su relación con el riesgo de desarrollo de distintos tipos de tumores.
Aditivos
Los aditivos son sustancias que pueden ser añadidas a los alimentos y bebidas para asegurar su conservación en buen estado durante más tiempo y/o mejorar sus cualidades organolépticas, es decir, de sabor, aroma, color y textura.
Los más utilizados son los antioxidantes, conservantes, colorantes, edulcorantes y potenciadores del sabor.
Durante años se han manifestado posturas encontradas en relación con el papel nocivo de los aditivos alimentarios. La conclusión a la que han llegado los expertos, según explica Jiménez Fonseca, es que lo importante es vigilar las cantidades consumidas. Los aditivos con efecto cancerígeno mejor conocido son los conservantes como:
- E-230 bifenilo, E-231 ortofenilfenol y E.232 ortofenilfenato sódico. Se aplican sobre la pulpa de cítricos y se sospecha que pueden provocar cáncer de vejiga.
- E-239 hexametilentetramina, que evita el crecimiento de mohos y bacterias, y la UE lo permite únicamente para evitar el hinchamiento del queso tipo provolone.
- E-284, ácido bárico y tetratonato sódico, utilizado como conservante del caviar, es tóxico nervioso.
- E-249, nitrito potásico y E-250, nitrato sódico. Se utilizan en el curado de productos cárnicos para suprimir microorganismos y para dar estabilidad al color y para el gusto característico del salazón. El consumo de cantidades adecuadas de vitamina C, verduras y frutas frescas puede contrarrestar el efecto nocivo de los nitratos y nitritos.
Dietas ricas en grasas y frituras
La alta sobrecarga calórica en la dieta, por el alto contenido en grasas, junto con la reducción de la actividad física, la obesidad y la depleción de alimentos hipocalóricos como la fruta, la verdura y el pan integral aumenta el índice glucémico, los niveles de insulina y de otras hormonas y mediadores que influyen en la aparición de cánceres hormonodependientes, como el de mama, próstata y útero; así como el cáncer colorrectal, de riñón, vía biliar y páncreas.
Por tanto, se debe limitar la ingesta de grasas a menos del 30% del aporte energético diario, sustituir las grasas saturadas por grasas insaturadas y tratar de eliminar los alimentos con ácidos grasos trans, como la margarina y frituras envasadas. Es importante recalcar este mensaje dado que en el 88% de la población el consumo actual de grasas es excesivo, según recuerda Jiménez Fonseca.
Las grasas saturadas no deben superar el 10% del total de grasas consumidas al día. Son las que abundan en beicon, panceta, mollejas, codillos, embutidos como el salami, el salchichón, la morcilla y en patés. La recomendación es sustituirlos por pescados azules y/o canes magras o de caza.
Hay que evitar cocinar con mantequilla y manteca, sustituyéndolas por aceites vegetales como el de oliva, fuente de ácidos omega 3, que protegen frente al cáncer, especialmente frente al de mama. Además, los alimentos precocinados deben ser consumidos muy esporádicamente y, a la hora de freír, es importante tanto la temperatura a la que se lleva el proceso como el tipo de recipiente utilizado.
Azúcares refinados
La bollería, los pasteles, las pastas, las tartas, las confituras y demás productos de repostería contienen altas concentraciones de azúcares y de grasas, y escaso aporte de nutrientes, por lo que su consumo debe ser excepcional.
Los bizcochos, magdalenas, sobaos, helados y mermeladas, aunque contienen menos azúcares refinados y grasas saturadas, deben consumirse también de forma esporádica. Las personas sin sobrepeso y sin otros factores de riesgo pueden consumirlos con moderación, nunca más de una ración al día.
Las bebidas gaseosas son excesivamente dulces por los que deben evitarse.
El azúcar que se añade a muchos lácteos también debe ser reducido, al igual que otros edulcorantes, que pueden ser sustituidos por miel de abeja, pero consumida siempre en pequeñas cantidades.
Sal
La mayoría de los alimentos que consumimos ya contienen sal, por lo que añadirla puede producir una sobrecarga que conlleva riesgo de hipertensión, retención de líquidos y puede transformarse en el estómago en nitrosamina, sustancia con poder carcinógeno.
Puede ser sustituida por ajo, cebolla y otros condimentos como el perejil, el laurel, la salvia o el clavo.
Carne roja
El consumo de carne roja aumenta el riesgo de cáncer colorrectal y hay evidencias que sugieren que aumenta también el riesgo de cáncer de esófago, estómago, pulmón, páncreas y útero. El consumo apropiado de carne roja se establece en no más de 1-2 veces por semana. Para las carnes blancas la pauta se fija en 3-4 raciones por semana.
La carne roja es la carne de ternera, cerdo, buey y cordero pascual, mientras que la blanca es la de aves como pollo, pavo o animales como conejo, cerdo joven y cordero lechal.
Ahumados
El método empleado para preparar los alimentos ahumados se ha revelado como cancerígeno potente y se ha confirmado una relación directa entre el alto consumo de alimentos ahumados en países asiáticos y la elevada tasa de cáncer de estómago. Y es que en el humo existen compuestos perniciosos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos.
Por ello se recomienda evitar el consumo de alimentos conservados en salazón y ahumados, de los que los menos perjudiciales son los embutidos, especialmente el jamón.
Envases de plástico
No solo son importantes los alimentos que consumimos sino también los envases en los que los conservamos. Son preferibles los envases de vidrio a los de plástico porque contienen un producto químico que podría asociarse a cáncer, como es el ftalato, usado para aumentar la flexibilidad del envase. Cuanto mayor es la temperatura de los alimentos que se introduzcan en este tipo de envases mayor es el riesgo de contaminación.
Existen otros compuestos químicos como las dioxinas, que se asocian con el cáncer de mama, y que pueden liberarse cuando se congela agua en botellas de plástico o cuando se utilizan este tipo de botellas para ser rellenadas y reutilizadas.
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