San Rafael, Mendoza lunes 23 de diciembre de 2024

La jurista ejemplar – Por:. Beatriz Genchi

Que los vaivenes políticos no la despojen de lo que le corresponde.

“Había llegado hasta su oficina en su Peugeot 505, color verde oliva, desde su casa en Callao 765, sexto piso, donde vive con una hermana y dos criadas. Vestía tapado azul turquesa, semilargo, zapatos del mismo tono; las empleadas de la Cámara Civil hicieron una colecta (doscientos pesos por cabeza) y le enviaron un ramo de rosas bordeaux”.

Debe ser muy difícil hallar una crónica sobre el debut de un o una juez de la Corte con tanto detalle sobre colores y vestimenta, pero así ilustraba la revista política Periscopio, en su edición del 18 de agosto de 1970: el primer día de Margarita Argúas como primera ministra del Máximo Tribunal.

Desde luego, no fue su sobria elegancia lo que le permitió, hace medio siglo, atravesar el techo de cristal. A pesar de las interrupciones provocadas por vaivenes políticos, Argúas (Buenos Aires, 29 de octubre de 1902 – 27 de julio de 1986) se destacó como académica brillante desde el inicio de su carrera. Esa cualidad la llevó a recibir numerosos premios y distinciones y a convertirse en la primera mujer en muchos planos.

Antes de ocupar su despacho sobre la calle Lavalle en el cuarto piso del Palacio de Justicia, fue en 1933 la primera profesora titular en la Facultad de Derecho de la UBA; la primera camarista, nombrada en 1958 en la Sala F de la Cámara Civil de la Capital Federal; la primera miembro de una Academia Nacional (la de Derecho, claro) y la primera mujer en ocupar la presidencia mundial de la International Law Association (ILA) entre 1968 y 1970, institución creada en Bruselas en 1873 para promover del desarrollo del derecho internacional y el estudio del derecho comparado. Esos antecedentes llegaron a la mesa del entonces presidente de facto Roberto Levingston, quien buscaba un reemplazante para el fallecido ministro José Bidau. En un principio, Argúas fue considerada como posible subsecretaria de Cultura y Educación, pero su laureada trayectoria como jurista influyó en la determinación final.

“Designé a la doctora Argúas, a quien conocía solo de nombre, después de un detenido análisis de sus sobresalientes antecedentes como profesora universitaria, jurista y camarista, lo que constituyó no sólo un acto de merecida justicia, sino también un homenaje al ya ponderable desarrollo humano y profesional de la mujer argentina, razón por la cual dicho nombramiento fue recibido con general beneplácito”, declaró Levingston, en una carta de lectores al diario La Nación.

Argúas se graduó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1925, doctorándose con diploma de honor con una tesis sobre “La regla “locus regis actum” (la ley del lugar de la celebración del acto rige las formas) en la legislación civil y la jurisprudencia argentina”, que obtuvo un premio accésit, recompensa honorifica, inmediata al primer premio, en un concurso científico, literario o artístico

En 1926 presidió la Comisión de Codificación del Centro de Estudios de Derecho Internacional Privado. En 1933 fue nombrada profesora adjunta de dicha materia en la Facultad de Derecho y en 1939 fue asesora de la delegación argentina en el segundo Congreso de Derecho Internacional de Montevideo.

Argúas fue coautora de un “Tratado de Derecho Internacional Privado” y de “Algunos aspectos de domicilio en Derecho Internacional Privado”. Además, escribió, entre otras obras, “El Derecho Internacional Privado en el Código Civil (1968)”, “La adopción en el Derecho Internacional Privado (1981)” y “Las últimas reformas del Código Civil Español en Derecho de Familia (1985).”

La vida de Argúas estuvo atravesada por el período más convulsionado de la historia institucional argentina. Fue testigo del primer golpe de Estado a los 25 años, en los albores de su exitosa carrera, y vivió el último apenas tres años después de abandonar su sillón de la Corte. Presentó su renuncia, al igual que los integrantes del Tribunal, días antes de asumir las nuevas autoridades constitucionales, y la misma le fue aceptada por el Decreto N.º 4970 el 24 de mayo de 1973, un día antes de la entrega del mando. Estos cimbronazos marcaron una vida de renuncias académicas y personales, pero también de reconocimientos y retornos.

Durante el breve ejercicio de su cargo, las decisiones de Argúas presentaron rasgos distintivos respecto a la de sus compañeros en la Suprema Corte, evidenciando su voto un porcentaje mayor de declaraciones de inconstitucionalidad y menor de rechazos técnicos o por defecto formal, lo que podría suponer un grado de independencia mayor en sus decisiones. Recibió post mortem el Premio Konex 1986 en la categoría Derecho Civil e Internacional.

Pareciera que los vaivenes políticos siguen queriendo postergarla ya que recientemente los medios y en referencia a la renuncia de la doctora Elena Highton de Nolasco como ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se puede leer textualmente: “…primera mujer que llegó al máximo tribunal”, lo que es inexacto, ya que la primera mujer fue la doctora Margarita Argúas, durante el gobierno de Levingston y permaneció en el cargo hasta que renunció al asumir Cámpora como presidente.

Ella transito un momento histórico en la lucha por la igualdad de género, cuando se reclamaba enarbolando el saber.

Gentileza

Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural.
bgenchi50@gmail.com
Puerto Madryn – Chubut.

 

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