San Rafael, Mendoza lunes 23 de diciembre de 2024

De los dinosaurios a nuestras cabezas: la exitosa y asombrosa historia evolutiva de los piojos

Piojo de las focas anilladas ('Echinopthirius horridus')
Piojo de las focas anilladas (‘Echinopthirius horridus’)Stephany Virrueta-Herrera
Algunas de las características más molestas de estos parásitos, como su resistencia, explican también que habiten el planeta desde hace tanto tiempo. Un estudio reconstruye cómo y cuándo llegaron a todos los mamíferos, entre ellos a las personas, desde los animales aviares

Los piojos se encuentran comprensiblemente entre las criaturas que más rechazo suscitan. Pero algunas de sus características más molestas, como su perseverancia y resistencia, explican también su exitosa y asombrosa historia evolutiva.

Una historia que se remonta hasta hace nada menos que 193 millones de años: estos insectos parásitos sin alas existen desde que los dinosaurios pisaban la Tierra y muy probablemente se originaron en ellos, pues los piojos de todos los mamíferos, incluidos nosotros, provienen de un animal aviar, es decir, un ave o dinosaurio que los hospedaba en aquella época.

Así lo asegura un equipo internacional con participación española que ha rastreado su origen y ha averiguado cuándo y cómo dieron el salto hasta los mamíferos. Tal y como detallan esta semana en la revista Nature Ecology & Evolution, los piojos de los mamíferos surgieron primero en el ancestro común de los afroterios, un grupo de mamíferos que vivían en el territorio que hoy es África y al que pertenecen los elefantes, los damanes y las ratas elefante. Los parásitos fueron pasando de una especie animal a otra (de hospedador a hospedador) hasta llegar a los humanos.

«Hace aproximadamente 75 millones de años que se produjo la separación entre los piojos de mamíferos afroterios y el resto de mamíferos placentarios. El origen de todos los piojos se estima que se produjo hace 193 millones de años», explica a este diario Jorge Doña Reguera, el investigador del Departamento de Zoología de la Universidad de Granada que ha coliderado esta investigación junto a Kevin Johnson, de la Universidad de Illinois (EEUU).

«Hasta ahora se desconocía el origen de los piojos de los mamíferos placentarios. Además, en este trabajo reconstruimos la historia de codiversificación de piojos y mamíferos usando el conjunto de datos genómicos más completo que se ha usado hasta el momento», añade Jorge Doña.

Su diversidad es tal que actualmente se conocen más de 5.000 especies: «Generalmente cada especie de piojo está asociada a una única especie de hospedador, y son parásitos permanentes de animales, es decir, nunca abandonan a su hospedador y se transmiten principalmente de padres y hijos». Por ejemplo, los elefantes tienen su especie propia de piojos ‘Haematomyzus elephantis’.

El piojo de los elefantes ('Haematomyzus elephantis').
El piojo de los elefantes (‘Haematomyzus elephantis’).Stephany Virrueta-Herrera

Por ello, aunque en total se han contabilizado más de 5.000, sólo se conocen dos especies de piojos que afecten a humanos: «Pertenecen al género Pediculus. Por un lado está Pediculus humanus, que incluye dos ecotipos P. humanus humanus -el piojo de la cabeza, que es el más prevalente- y P. humanus capitis -el piojo del cuerpo o ropa, más infrecuente y asociado a malas condiciones de higiene-«, explica. Y por otro lado están los Pthirus pubis, los piojos del pubis o ladillas que se pegan al vello púbico o a la piel de la zona de los genitales.

Los piojos de la cabeza se adhieren al cabello para alimentarse succionando sangre del cuero cabelludo. Se encuentran habitualmente en la nuca y detrás de las orejas, y se desplazan fácilmente de un pelo a otro, aunque no saltan ni vuelan. A estas alturas del artículo, posiblemente ya le pica la cabeza.

Pese a su larguísima historia, en el registro fósil figuran muy pocos piojos que permitan estudiar directamente su evolución: «Solo se conoce un fósil completo, Mesophthirus engeli, de hace 100 millones de años.También, se conoce una silueta de un piojo más reciente, Megamenopon rasnitsyni, de hace 44 millones de años», señala.

Para realizar esta investigación, utilizaron ADN extraído de piojos individuales conservados en etanol: «Una vez extraído, secuenciamos el ADN y ensamblamos 2.395 genes codificadores de proteínas, que fueron los que se usaron para inferir el árbol filogenético», repasa el investigador.

Comprender los patrones que hay detrás de la diversificación de los parásitos, dicen los científicos, arroja luz sobre la propia distribución de las especies animales en las que viven y sobre los procesos evolutivos que han seguido.

Aunque nos parezcan una señal de falta de higiene y un enemigo a combatir, los piojos tienen, como todas las especies, su papel ecológico: «Entre otras cosas, los parásitos son una parte muy importante de biomasa para los ecosistemas, por ejemplo de cara a otros organismos que depredan sobre ellos», señala el investigador, que ofrece otro ejemplo sobre la complejidad de estas relaciones. «Los ácaros de las plumas de las aves (posibles ectosimbiontes permanentes que limpian las plumas de las aves) mudan dentro de los huevos ya eclosionados de piojos de las aves (también ectosimbiontes de las aves)», señala el investigador, que subraya no obstante que «aún nos queda mucho por saber sobre estos sistemas».

MÁS ‘SELFIES’, MÁS PIOJOS

Además, algunas prácticas como la costumbre de hacerse selfies con otras personas también han aumentado los casos de pediculosis entre adolescentes y adultos.

Otro problema es el frecuente mal uso de los productos para combatirlos. La AEMPS subraya la importancia de seguir las instrucciones del envase, no mezclar distintos productos pediculicidas (puede ser peligroso) y no usarlos de forma preventiva, ya que esto disminuye su eficacia. Es decir, sólo hay que utilizarlos cuando haya piojos vivos o liendres (sus huevos). En el caso de personas que se infesten de forma repetida, pueden probar los repelentes de piojos.

 

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