Alberto Fernández, en el centro, escoltado por los sindicalistas Daer y Acuña; abajo, anima el acto peronista Tula con su bomboHernán Zenteno – LA NACION
El Presidente reaccionó ante las críticas kirchneristas y el pedido de finalizar con la moderación; reivindicó a los dirigentes sociales apuntados por la vicepresidenta
La reunión, antes de que empezara el acto en el cuarto piso de la CGT, duró unos 30 minutos. Rápidamente todos los que participaron del encuentro, menos el Presidente y la conducción de la central obrera, bajaron por la escalera en fila india. Fue en el segundo piso, delante del museo Eva Perón, una figura hizo que Gustavo Beliz se aleje del resto. Hombre de fe, el secretario de Asuntos Estratégicos, tocó y rezó frente a San Cayetano, patrono del trabajo y el pan. Pese a las plegarias, no hubo ayuda divina, menos aún del peronismo, para salir al rescate de Alberto Fernández.
El plan que idearon el jefe del Estado y Héctor Daer, uno de los popes de la central obrera, de utilizar los 48 años de la muerte de Juan Domingo Perón para dar una señal de fortaleza interna quedó a mitad de camino.
Después de un extenso repaso histórico de la vida del expresidente, el mandatario ratificó sus diferencias con la vicepresidenta y se defendió de los cuestionamientos. “El poder no pasa por la lapicera, sino por quien tiene el poder de convencer. Perón nunca necesitó de una lapicera”, sostuvo Fernández ante la atenta mirada del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, que siguió el discurso presidencial casi sin gesticular.
La presentación del Presidente ocurrió a menos de 24 horas de un nuevo discurso de Cristina Kirchner. La expresidenta hablará mañana, desde Ensenada, desde donde, según anticiparon fuentes oficiales, volverá a marcar las diferencias con la política económica y reforzará los cuestionamientos sobre quienes lideran ese equipo..
Este clima de guerra interna fue el principal motivo por el que faltaron a la cita en la CGT el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa –en medio de un sinfín de rumores sobre su posible desembarco en el gabinete–, y el ministro de Desarrollo Productivo, Daniel Scioli, dos de los que aspiran a recibir el nuevo dedazo de la vice.
El Presidente, frente a Emilio Pérsico (Movimiento Evita) y Daniel Menéndez (Barrios de Pie) –ambos funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social–, reivindicó a los dirigentes sociales que habían sido blanco de las críticas de Cristina Kirchner por el presunto manejo irregular de los planes sociales. Es probable que en las próximas semanas se cree el ministerio de la Economía Popular, dijeron fuentes oficiales a LA NACION.
“Cuando digo primero los últimos, digo primero la gente, la producción, apoyar al que invierte y no especula, al que da trabajo, al que está en situación de pobreza, reconocer que hay una economía naciente, no conocida hasta el tiempo de hoy, que es la economía popular, y que tenemos que darle vida porque si no la vamos a dejar al margen”, manifestó el mandatario.
Y agregó: “Esta no es una discusión de planes sociales, es una realidad. Es un mundo que, así como vivió la revolución industrial que trajo muchas crisis, la revolución digital está trayendo nuevas crisis y nosotros tenemos que atenderlas. Y el modo de atenderlas no es desamparando a los que esa revolución está dejando al margen. Y abrazarlos es reconocerlos como actores de la sociedad que son”.
Además de Kicillof y Capitanich, hubo un tercer enviado de Cristina Kirchner: el ministro del Interior, Wado de Pedro, que siguió el discurso entre el canciller Santiago Cafiero y el ministro de Turismo, Matías Lammens.
El Presidente estuvo acompañado parte de su gabinete y por cinco de los gobernadores peronistas. Si bien se había anunciado oficialmente la presencia de nueve mandatarios provinciales, estuvieron Kicillof, Jorge Capitanich (Chaco), Ricardo Quintela (La Rioja), Raúl Jalil (Catamarca) y Osvaldo Jaldo (Tucumán).
El Presidente compartió el escenario con Daer y Carlos Acuña, por dos de los tres jefes de la CGT; Pablo Moyano, el otro miembro del triunvirato faltó a la cita. Sí, en cambio, estuvo su padre, el líder camionero, Hugo Moyano.
Apenas ingresó, el Presidente subió al cuarto piso de Azopardo, donde habitualmente se realizan las reuniones de consejo directivo, lugar en el que lo aguardaban la cúpula de la CGT y los gobernadores. Ahí, Fernández hizo un breve repaso de la situación que atraviesa el país. Después de eso bajo al mítico salón donde tuvo un recibimiento con un clima a tono con la situación. Solo el bombo del inoxidable Tula hizo por momentos levantar al auditorio que le regaló al Presidente un puñado de aplausos.
El terreno quedó despejado ahora para la vicepresidenta y su palabra. La comparación será inevitable y las consecuencias, como sucedió en las últimas presentaciones, ineludibles.
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