Dos elementos que hay que mencionar y que ya juegan su partido: la falta de dólares y el impacto del shock externo en la economía local.
La inflación, que está frenando el crecimiento económico en el mundo, también lo hace en la Argentina. Y si miramos la prospectiva, poco hay que pueda augurar un nuevo impulso, un cambio de tendencia, más bien lo contrario. Las últimas cifras hablan: según el Indec, la actividad económica creció 4,8% en marzo en términos interanuales, pero registró una caída de 0,7% en comparación con febrero.
Cualquiera podría argumentar que este dato, el interanual, lleva 13 meses consecutivos de suba. Pero sin embargo habrá que pensar mejor en una especie de “serrucho”: en diciembre, este indicador, en términos mensuales, había terminado el 2021 con una suba de 1,1 por ciento. Pero inició el 2022 con un retroceso de 0,7% en enero, una recuperación de 1,2% en febrero y una nueva caída de 0,7% en marzo. Si alguien quisiese hacer una comparación de ese ciclo, podría pensar que la economía “se enfría”, ya que hasta mitad del año pasado avanzaba todos los meses a ritmo de 0,6%, terminó el 2021 en 0,3% y ahora ya se ubica en torno a 0,2 por ciento.
Dos elementos que hay que mencionar y que ya juegan su partido: la falta de dólares y el impacto del shock externo en la economía local, esto es, una sucesión de mayores costos en fletes, obturación de las cadenas de valor, escalamiento de los precios internacionales y profecías autocumplidas, al cerrar los países productores de alimentos las líneas de exportación y generar una nueva ola de incrementos y mayor inflación. Uno más: la suba de tasas de interés global y local. Como se sabe, no hay divisas suficientes para financiar importaciones lo que le pone un límite a la velocidad de la expansión económica, porque a mayor nivel de avance de la actividad, mayores divisas requeridas para la compra de insumos y bienes de capital en el exterior. El Índice de producción industrial manufacturero (IPI manufacturero) mostró una caída de 1,9% en marzo respecto a febrero mientras que la construcción registró un retroceso de 1,9 por ciento (ambos indicadores tuvieron subas en la medición interanual).
Súmese a eso un detalle: el Banco Central cerrará mayo con u$s 935 millones a favor. Pero a la entidad monetaria se le viene haciendo difícil la compra de dólares, ya que en lo que va de 2022, el saldo neto a favor apenas alcanza los u$s 1.047 millones, una cifra que luce mucho más baja que los u$s 5.728 millones adquiridos en el mismo periodo del año pasado.
¿Razones? El pago de la factura de importación de energía y la liquidación de los vencimientos de deuda que tienen las empresas, además de las importaciones indispensables para sostener el aparato productivo y algo más de dólar turista. Ah, también algo más: por dólar ahorro, se adquieren ahora cuatro veces más cantidad de billetes verdes de la que demandaban hace un año. Guzmán sabe todo, pero no dice demasiado. Prefiere el voluntarismo y la retórica política mientras administra su relación con Georgieva. Confía en que, de presentarse algún cuestionamiento, podrá solventarlo. Lo mismo cavila el presidente Fernández.
Lo relevante en todo esto es la propia definición del Gobierno y el FMI, de lo que tienen pensado para el país: la economía tiene que crecer a una velocidad que sea compatible con el objetivo de acumulación de reservas, donde, lo primero, para el Fondo, es la acumulación de reservas… Por ende, en la próxima revisión del organismo pesarán los condicionantes. La inflación de mayo podría desacelerar, en algo, los niveles previos de marzo y abril. Pero en el año, las proyecciones marcan un promedio que se ubicará por encima del 4% mensual. Nada bueno para el peso argentino, cuya demanda se debilita por ese argumento. La compensación pensada es la misma que en el resto del mundo, una suba de tasas. El BCRA ya lleva cinco en el año, llevó el tasa de referencia a 49%, lo que arroja un depósito bancario en plazo fijo ofrecería un rendimiento anual de 60%. Para el final, conviene recordar que el propio ministro Guzmán había homologado con el FMI un aterrizaje suave del crecimiento económico. Había sellado un crecimiento de 4% para este año (es la proyección oficial del FMI), seguido de uno mucho más magro, de apenas el 3% para 2023.
Hay que recordar que el programa del organismo con la Argentina prevé una expansión del PBI de entre el 3,5% y el 4,5% en 2022; de entre el 2,5% y el 3,5% en 2023 y entre el 2,5% y el 3% en 2024. Ese pronóstico pareciera estar pensado a la medida del ahorro de divisas necesario para acumular reservas y la baja intensidad en materia del motor del consumo en el PBI, para no demandar importaciones adicionales. De alguna forma, y en esos aspectos, el Gobierno sigue por la ruta que imaginó hace algunos meses, a pesar de la guerra, que pondrá más presión de ahora en más para cumplir con lo comprometido con Kristalina Georgieva, la directora gerente del FMI.
Fuente:https://www.ambito.com/economia/fmi/dolar-inflacion-crecimiento-y-tasas-lo-que-piensa-guzman-y-no-le-dice-georgieva-n5450099






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