Sobre la trágica figura de Miguel Servet (1511–1553) es mucho lo que se desconoce, comenzando por su origen e incluso su nombre auténtico. Los historiadores discuten si nació en Aragón o Navarra, y si su cambio de nombre a Miguel de Villanueva, tras su primera persecución, fue una vuelta a su apellido real o un homenaje a su tierra. Y a pesar de todo ello, estamos aquí porque realizo cosas muy destacadas.
Sin embargo, fue mucho más allá en sus planteamientos de lo que la Reforma toleraba. Estudió la Biblia en hebreo y griego, llegando a la convicción de que la traducción oficial en latín había tergiversado la doctrina. En 1531 publicaba su primer libro, cuyo título no escondía sus intenciones: en De Trinitatis Erroribus impugnaba el dogma de la Trinidad, lo que puso en su contra a católicos y protestantes. Tras cambiar su apellido, recaló en París, donde estudió medicina al tiempo que enseñaba matemáticas y astronomía.
En París, Servet heredó del famoso anatomista Andreas Vesalio el puesto de ayudante en las disecciones. Su conocimiento de la obra de Galeno, el médico grecorromano cuyas teorías triunfaban por entonces, no tenía rival. Pero volvió a enredarse en problemas: tras una disputa con las autoridades universitarias, emigró de nuevo para establecerse en Vienne (en el sureste de Francia), donde ejerció como médico y corrector de imprenta.
Por entonces entabló correspondencia con Calvino, que dirigía la Reforma protestante en Ginebra. La relación pronto se truncó; las ideas de Servet exasperaron de tal modo a Calvino que este decidió ignorarle, pero en 1546 escribió en una carta a un amigo: “Si [Servet] viene aquí, si mi autoridad sirve de algo, nunca le permitiré que se marche vivo”.
Por fin, en 1553 Servet publicaba su obra más famosa, Christianismi Restitutio, un tratado de teología que sin embargo contenía sus indagaciones sobre medicina, ya que para él la fisiología revelaba la conexión divina del ser humano. “Quien realmente comprende cómo funciona la respiración del hombre ya ha sentido la respiración de Dios y por tanto salvado su alma”, escribió.
Y en efecto, Servet fue el primer autor en Occidente que comprendió la respiración. Hasta entonces primaba la teoría de Galeno, según la cual el aire viajaba al corazón por la vena pulmonar para mezclarse con la sangre, que después cruzaba de un ventrículo a otro a través de poros para distribuirse por el organismo. Servet propuso en cambio que la arteria pulmonar llevaba la sangre a los pulmones no solo para nutrir estos órganos, sino para recoger el aire a través de capilares, y que después regresaba por la vena pulmonar al corazón. Es decir, no existía comunicación entre los ventrículos, sino que la sangre pasaba de uno a otro únicamente previa circulación por los pulmones para su aireación. No es poco…y aunque algunos mencionan como primer descubridor del evento al sirio Ibn al-Nafis en 1242 no se encuentra documentación al respecto.
La teoría de Servet, que resultó correcta, tuvo poco eco; justo lo contrario que su doctrina teológica. Condenado por la Inquisición, huyó de Vienne, donde tuvieron que conformarse con quemar su efigie junto a libros en blanco. Pero por algún motivo ignoto, de camino al sur de Italia decidió hacer escala en Ginebra. Allí fue reconocido, acusado y condenado a la hoguera.
El propio Calvino trató de conmutar su pena por una más piadosa decapitación, pero fue inútil: el 27 de octubre de 1553 ardió con un ejemplar de su obra atado al brazo.
Todavía Servet sería quemado una tercera vez: en 1942 el gobierno francés colaboracionista con la ocupación nazi consideró que la escultura dedicada a él en Annemasse, junto a Ginebra, era un monumento al pensamiento libre. La estatua fue retirada y fundida al fuego.
Pero en tiempos cercanos una escultura de bronce con la imagen de Miguel Servet preside desde octubre de 2004 la entrada principal del hospital zaragozano que lleva su nombre. Fue realizada por la escultora suiza Clotilde Roch en 1908 y representa a Miguel Servet sentado y abatido, con la ropa raída y los zapatos rotos, esperando en la prisión de Ginebra a ser conducido a la hoguera.
Es una pieza excepcional, porque la creó una de las pocas escultoras de finales del siglo XIX y principios del XX, y por su factura, cercana a Rodin, y con un estilo delicado y bellísimo. Con motivo de conmemorar un nuevo aniversario de Miguel Servet en 2003, la consejería de Salud del Gobierno de Aragón decidió instalar en el Hospital Miguel Servet un bronce que rindiera homenaje continuo a este humanista aragonés universal, que murió en la hoguera por defender sus ideas hasta el final.
El historiador del arte Manuel García Guatas fue el responsable de buscar una escultura de Servet, y la encontró en Annemasse (Francia), una villa situada a 4 km de Ginebra, al otro lado de la frontera franco-suiza. A través del Instituto Francés de Zaragoza indagó sobre el molde, pero le comunicaron que se había destruido. Sin embargo, tras una investigación sorprendente, descubrió que había otro molde. que se conservaba en los fondos del Museo de Zaragoza desde 1916 y que era propiedad del Ayuntamiento de Zaragoza.
Aquí, en tiempos de cordura, con nosotros nuevamente.
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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