Pese al saldo positivo que dejó el comercio exterior, el Banco Central no pudo aumentar sus reservas disponibles porque tuvo que hacer frente a la dolarización de ahorros, el pago de intereses de deuda y los préstamos de las empresas con sus casas matrices
Gracias a los altos precios de las commodities, la Argentina logró en 2021 un superávit comercial (la diferencia entre las exportaciones e importaciones) de US$14.750 millones. Si bien el Gobierno destaca que el incremento de 42% de las exportaciones se debe también a que aumentaron las cantidades vendidas en 12,9%, lo que verdaderamente explica este salto en las ventas al exterior es el alza de 25,8% de los precios en dólares.
El economista Nadin Argañaraz lo grafica de esta manera: “Si en 2021 hubiesen estado vigentes los precios del año 2020, el saldo comercial hubiese sido de US$6860 millones. Es decir, la mejora en los precios tuvo un efecto neto de US$7890 millones”.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, suele decir que “hoy el principal freno de la economía argentina proviene de la restricción de la balanza de pagos”. Esto significa que, para el Gobierno, el país no genera los suficientes dólares para crecer. Sin embargo, el superávit comercial pareciera contradecir al ministro.
En 2021, el Banco Central finalizó con prácticamente las mismas reservas netas que el año anterior, pese a estos ingresos adicionales de las exportaciones. Los dólares disponibles de la entidad estarían en torno a los US$3000 millones, según el promedio de las proyecciones de las consultoras económicas. Las reservas líquidas, en tanto, ya estarían en terreno negativo.
Pero, ¿para qué se utilizaron entonces esos casi US$15.000 millones? En primer lugar, el balance comercial que publica Indec no suele coincidir de manera exacta con el balance cambiario que publica el Banco Central (están los datos oficiales solo a noviembre). “El balance comercial muestra las transacciones que pasan por la aduana; mientras que el cambiario muestra todas las transacciones que se hacen en el mercado único y libre de cambios (MULC). Puede haber diferencias porque las liquidaciones se hacen más tarde o se adelantan los pagos de importaciones”, explica el economista Fernando Marull.
Según las proyecciones realizadas por el analista, la Argentina perdió dólares por el rubro “servicios y turismo” por US$4508. Esto representa todos los servicios que se comercializan con el exterior (importaciones y exportaciones) y todo el turismo emisivo y receptivo.
Además, destinó US$5037 millones al pago de intereses de deuda, de los cuales US$1300 millones se destinaron a los vencimientos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y US$3000 millones son obligaciones que afrontaron las provincias y las empresas.
Si bien el reparto de dividendos de las empresas está prohibido para gran parte de las compañías en el país, el Banco Central vendió US$125 millones para abastecer este rubro. La entidad que preside Miguel Pesce también tuvo que desprenderse de US$5101 millones para abastecer préstamos de empresas (la deuda que se genera entre las compañías y sus casas matrices).
Por “inversiones extranjeras directas”, por otro lado, al país ingresaron solamente US$700 millones.
La dolarización de ahorros, por otro lado, pese a estar muy restringida, le consumió al Banco Central US$633 millones por “dólar ahorro”, que significa aproximadamente ventas por US$53 millones mensuales a los pocos argentinos que todavía pueden acceder al cupo de US$200.
En tanto, la entidad intervino el año pasado en el mercado de contado con liquidación (CCL) para evitar una mayor brecha cambiaria. Por esta operación, el Central vendió US$2476 millones, según los cálculos de Marull.
Finalmente, los bancos, organismos multilaterales y el FMI aportaron US$650 millones netos.
“Para este año quedan pocas reservas y el saldo comercial se espera que sea menor, ya que no se repetirían los precios altísimos de las commodities de 2021. El Gobierno tiene dos alternativas, por lo tanto: ajustar por precio o por cantidad. Ajustar por precio significa devaluar, lo que haría subir las exportaciones, caerían las importaciones (porque son más caras) y aumentaría el saldo comercial. También es probable que genere menos pérdida por servicio y turismo (menos argentinos que viajarán al exterior y más turistas ingresarían al país) y que aumente un poco la inversión extranjera directa”, estima el economista, director de la consultora FMyA.
El ajuste por devaluación, sin embargo, tiene un costo social directo para el Gobierno y generaría una aceleración de la inflación, que los economistas estiman por encima del 50% para este año. La alternativa más probable para Marull, por lo tanto, es el ajuste por cantidad, que implica aplicar más cepo en las importaciones, pago del turismo y préstamos a empresas.
“Con cepo no se generan dólares, es muy difícil que se pueda tener un crecimiento sostenido de las reservas. El que puede retirar los dólares lo hace porque no sabe cuándo se lo van a dejar hacer. El superávit comercial se fue por el goteo de los US$200 mensuales y por algunas importaciones. Pero el problema es el cepo, que impide crecer, pese a tener balance comercial positivo”, indicó el analista financiero Christian Buteler.
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