San Rafael, Mendoza jueves 28 de noviembre de 2024

Patagonia, atracción de científicos y exploradores – Por:.*Prof. Marilina Scarlata

RECORDANDO A FRANCISCO P. MORENO

Transcurriendo los años 1800, mientras las luchas internas desangraban a la Argentina naciente, los países europeos con ansias de conquistas e inversiones volvieron a mostrar interés por las tierras del sur de Latinoamérica. Incluso los mismos gobiernos argentinos estimularon viajes exploratorios hacia estos territorios, intentando reconocer formas de estudio o de apropiación.

Hubo algunos científicos y exploradores que se destacaron por sobre otros, o que la historia por una razón u otra, fue más memoriosa con ellos. El primero fue Charles Darwin, el naturalista inglés que tripuló el bergantín “Beagle” con el que viajó alrededor de todo el mundo durante 5 años. Visitó Buenos Aires y la costa patagónica, en donde realizó investigaciones sobre ciencias naturales y fortaleció los estudios que lo llevaron a formular la Teoría de la Evolución de las Especies. Tomó contacto con los indígenas del sur visitando Puerto Deseado, Puerto San Julián, el río Santa Cruz, la Islas Malvinas -que recientemente habían sido ocupadas por los británicos- y Tierra del Fuego.

Otro científico por esta región fue el geólogo y paleontólogo francés Alcide D’Orbigney, quien pasó ocho meses en Carmen de Patagones, estudiando indígenas. Clasificó a los distintos pueblos y en sus observaciones relacionándolos con los blancos, concluyó escribiendo que eran salvajes porque no tenían los mismos hábitos que los europeos, incluso estableció distingos en el físico, la lengua, la religión, sin comprenderlos como diferentes. Esta postura influyó mucho en la literatura y la política argentina y chilena, ya que a partir de sus dichos se consideró al indígena como enemigo.

A Luis Piedrabuena, marino argentino y navegante incansable de las costas patagónicas, le cabe el honor de haberlas recorrido hasta las Islas Malvinas, izando nuestra bandera en el Cabo de Hornos. Fue precursor en la defensa de los derechos argentinos en la zona austral. Tiene una historia amplia, como viajero estudioso, referida a hechos heroicos en favor de la Patagonia argentina.

1872 fue un año de muchas luchas contra los aborígenes en todo el territorio, desde La Pampa hacia el sur. Sin embargo, se profundizó en simultáneo, el interés nacional por descubrir las posibilidades que ofrecía el sur argentino, y en este sentido Mariano Bejarano siguiendo el curso del río Negro, llegó a los toldos de Sayhueque, en Caleufú, poseedor de miles de manzanares al sur de Neuquén; conoció a Nahueltripay, Nahuelpan, Huiliqueo, Reuquecurá y otros caciques.

Y años después, en 1875, alguien muy destacado también llegó a Caleufú y fue recibido hospitalariamente por Sayhueque. Fue el naturalista y explorador argentino Francisco Moreno, apodado Perito Moreno, primer hombre blanco que desde el Atlántico llegó a orillas del lago Nahuel Huapi (1876), hecho de gran trascendencia pues, como él mismo lo relató, “es la primera vez que llegan los colores patrios a este lugar del país”. Luego exploró el río Santa Cruz llegando a los lagos Argentino, San Martín y Viedma. Se contactó en numerosas oportunidades con los indígenas logrando comprender sus costumbres e idiomas. Impulsó la posesión de las tierras sureñas, pero no estuvo de acuerdo con los modos de las campañas. Sus buenas intenciones se vieron cristalizadas cuando dio asilo a los caciques Foyel e Inacayal en el Museo de La Plata y luego al donar tierras de su propiedad, para crear Parques Nacionales.

Voy a detenerme en este gran científico, detallando aún más el párrafo anterior, para recordarlo especialmente por esa inmensa labor y porque nació un 31 de mayo…fue en 1852 “en una casa que aún existe en Paseo Colón y Venezuela, primer hijo varón….. bautizado en la Iglesia de San Ignacio….”, según escribió en su libro “Recuerdos de mi Abuelo Francisco Pascasio Moreno”, Adela Moreno Terrero de Benites, nieta ya fallecida del Perito Moreno, y socia honoraria de la ONG Asociación de Amigos de Parques Nacionales.

Como se observa en el título del libro, su nombre completo era Francisco Pascasio Moreno porque antiguamente el 31 de mayo era el día de San Pascasio. Esto dio lugar a que se refirieran a él como Francisco P. Moreno, pero se generó una confusión, ya que se lo empezó a denominar “Francisco Perito Moreno”, con ese título que se le dio cuando actuó con tanto éxito en la cuestión de límites con Chile, y que el pueblo agradecido mantuvo, ya que debido a sus buenos oficios y dedicación se conservó para la Argentina la zona sur que más belleza encierra, evitando la guerra con el país fronterizo.

Cuando niño, su padre intuyó el destino de Francisco, ya que como en el colegio no se enseñaban Ciencias Naturales, lo llevaba a la orilla del Río de la Plata y a Palermo, a juntar “cosas raras” como él y sus hermanos decían; allí su padre les enseñaba a seleccionar las mejores piezas. En 1866, su padre les cedió el mirador de la casa ubicada en la calle La Piedad (hoy Presidente Perón) en esquina con Uruguay (hablo de ciudad Autónoma de Buenos Aires) y en él los tres hermanos forman el “Museo Moreno”.

Las primeras donaciones que recibieron fueron hechas por María Sánchez de Mendeville (Mariquita Sánchez de Thompson), consistentes en una estrella de mar y otras piezas. A su vez Florencia Thompson de Lezica, les obsequió unos caracoles de África.

El 15 de febrero de 1877, fue otro gran día para Francisco P. Moreno, ya que vio por primera vez, al que describió como “Mar interno, hijo del manto patrio que cubre la Cordillera en la inmensa soledad, la Naturaleza que te hizo no te dio nombre; la voluntad humana desde hoy te llamará Lago Argentino ¡Que mi bautismo te sea propicio, que no olvides quien te lo dio, el día que el hombre reemplace al puma y al guanaco nuestros actuales vecinos! ¡Cuando en tus orillas se conviertan en cimientos de ciudades los trozos erráticos que tus antiguos hielos abandonaron en ellas, cuando las velas de los buques se reflejen en tus aguas como hoy lo hacen los gigantescos témpanos y dentro de un rato la vela de mi bote; cuando el silbido del vapor reemplace el grito del cóndor que hoy nos cree fácil presa, recuerda los humildes soldados que, en este momento pronuncia tu nombre de la Patria bautizándote con tus propias aguas”, así lo escribió en su libro “Viaje a la Patagonia Austral”.

En distintas cartas y notas escribió:” Yo que he dado mil ochocientas leguas a mi Patria….. y el Parque, donde los hombres del mañana, reposando, adquieran nuevas fuerzas para servirla, no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas. Yo que he obtenido mil ochocientas leguas que se nos disputaban y que nadie en aquel tiempo pudo defender sino yo y colocarlas bajo la soberanía argentina, no tengo donde se puedan guardar mis cenizas: una cajita de veinte centímetros de lado. Cenizas que, si ocupan tan poco espacio, esparcidas, acaso, cubrirán todo lo que obtuve para mi patria, en una capa tenuísima sí, pero visible para los ojos agradecidos”.

Francisco P.  Moreno, su obra. Imagen de Asociación Parques Nacionales

Para cerrar este recorrido, no me olvidaré de otro reconocido explorador y marino inglés como fue George Musters, que recorrió la Patagonia de sur a norte, desde Punta Arenas en el sur chileno hacia el río Limay, acompañado por los tehuelches y asimilando sus costumbres al punto que fue nombrado cacique.

Y de Giovanni Bosco (más conocido como Don Bosco), quien encaminó su importante obra en el sur argentino a través de la Congregación San Francisco de Sales, y que fue bien recibida por varias tribus que comulgaron con la fe cristiana, siendo un cabal ejemplo Ceferino Namuncurá, hijo del cacique mapuche Namuncurá.

Citaré a Felipe Cárdenas (h) para finalizar, quien escribió sabiamente a mi entender: “En la historia de la Patagonia cabe todo lo bueno y todo lo malo; lo aborrecible y lo sublime; lo más despreciable y lo más admirable”.

 Gentileza

*Prof. Marilina Scarlata

Directora de Divulgación Científica Asociación Amigos de Parques Nacionales

Miembro Comisión Educación y Comunicación CEC- UICN

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