Abril trajo una inflación de 4,1% (arriba de los pronósticos más arriesgados). Sin embargo, no es sólo el número lo que preocupa, ya que existen algunos fenómenos de fuerte gravitación que podrían deparar no pocos desafíos en un futuro cercano. Para comenzar, la inflación anualizada pasó del 36,1% en diciembre a un 46,3% en la actualidad, guarismo que podría llegar a ser una especie de techo o tope máximo para lo que queda del año. Lo peor, la dinámica de la inflación núcleo. Mientras que los últimos 12 meses arrojan 49,8% de evolución, los 9 meses dan 57,4% y si el plazo es más corto, digamos 6 meses, arroja un 66%.
Finalmente, siempre hablando de inflación núcleo, si se toman los últimos tres meses da 67,4% mientras que, si se toma sólo abril, el número es de 70,7%. Como se sabe, la inflación núcleo excluye los precios de carácter estacional, es decir, aquellos que varían según la época del año. También excluye a los regulados que son los que se encuentran bajo el control del Gobierno.
Ergo, hay, una aceleración de los precios que escapan a los controles oficiales. Esto dispara otras consecuencias. Una de las más acuciantes será la suba de los niveles de pobreza. Con los números de la EPH del cuarto trimestre de 2020 y la inflación relevada en el mes de abril de este año, puede proyectarse una tasa de pobreza para el semestre que va entre noviembre de 2020 a abril de 2021, del 44%, es decir, los registros siguen aumentando.
Lo preocupante no es sólo como se ratifica la inercia inflacionaria, sino lo que queda a mitad de camino, sobre todo, las expectativas que habían sido pacientemente trabajadas en el arranque del año y que parecieran ahora libradas a su suerte. A esto habrá que sumarle que tanto la política cambiaria (con un acceso restringido al mercado de los dólares) puede generar tensiones en la brecha con respecto a las otras cotizaciones, mientras que los ajustes realizados en los precios regulados podrían deparar sorpresas. Las tarifas de electricidad, gas, prepagas y educación también aportaron lo suyo, por lo que la inflación se mantendría elevada, comenzando a descender parcialmente a partir de junio. Por último, pero no menor, el precio de las commodities también está teniendo impacto.
Aquí y allá existen fuerzas que van en sentido contrario y que podrían aminorar la marcha inflacionaria, dando un respiro. Por un lado, como ya ha sido comentado, en los primeros meses del año los agregados monetarios mantuvieron su crecimiento por debajo de la inflación, es decir que un impacto de esto podría verse dentro de algunos meses.
A la vez, es sabido que el BCRA viene utilizando al dólar como ancla cambiaria a lo que se ha sumado la intervención en el mercado bursátil para lograr la estabilidad de los tipos de cambio paralelos. Ergo, el control y administración de la brecha ejercido por el BCRA (a lo que se suman las restricciones al mercado oficial de cambios) debería ayudar a bajar la expectativa inflacionaria. Hay un detalle que no es menor: los futuros del dólar en el Rofex arrojan una menor tasa de devaluación anualizada hacia adelante en cada contrato de dólar futuro.
Fuente:https://www.ambito.com/economia/inflacion/pobreza-y-expectativas-agenda-del-gobierno-n5193016
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