El microrrelato, también conocido como microficción, podría ser la bandera literaria de nuestros tiempos. Breves, precisos, oportunos, llegan y se van como un repentico ataque de guerrilla. La punta de su cuchillo narrativo punza sobre nuestra conciencia dormida y nos deja ese cosquilleo que frotamos durante todo el día buscando aplacar o, con algo de suerte, por lo menos comprender. La tinta de Lugones, Montorroso e incluso Borges cayó sobre el estanque de las obras interminables y rebuscadas para generar las ondas que romperían la quietud estática del cuento tradicional. He aquí una muestra, un experimento que intenta dar con la chispa de este género sin estallar en la cara de su autor. A quien lee, solo un consejo: abrid lugar en el repertorio.
Por debajo de la puerta del armario le llegó un papel borroneado. Lo más perturbador no era el origen, sino el desesperado pedido de socorro.
Gentileza:
Lic. Lucio Ravagnani Navarrete – ravagnani.lucio@gmail.com
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