San Rafael, Mendoza 22 de diciembre de 2024

Va ganando el escritor -Por:.Beatriz Genchi

Voltaire, nacido en una familia acomodada pero no excesivamente pudiente, ha pasado a la historia por ser un prominente escritor, abogado, historiador y filósofo, pero ninguna de estas actividades está detrás de la explicación de porqué amasó una colosal fortuna y murió inmensamente rico, con uno de los mayores patrimonios de Francia.

Francia, Siglo XVIII, atraviesa desde hace unos años una crisis monumental debido a las guerras en las que está implicada y la situación es tan crítica que el estado no dispone de efectivo para poder devolver el dinero a los inversores. Los bonos sufren una terrible devaluación, la bancarrota acecha y el ministro de finanzas, Michel Robert Le Pelletier-Desforts, se inspira libremente en una idea que ya se ha llevado a la práctica en Inglaterra unos años antes para poder salir de tan delicada situación.

Crea una lotería a la que sólo pueden jugar los poseedores de estos bonos. El día 8 de cada mes se celebraría el sorteo y el ganador recuperaría el valor nominal de su bono más el premio gordo que consistía en 500.000 libras, el equivalente aproximado a una cifra que, en el caso más conservador, hoy estaría en los seis millones de euros. Los dueños de los bonos lo que querían era cobrar su dinero y desconfiaron de esta lotería que interpretaron como una forma del estado de sacarles aún más dinero y no prestaron demasiada atención al asunto.

Por esos días Voltaire acababa de salir de la cárcel, carecía aún del prestigio que más tarde tendría y lleva tiempo arrastrando endémicos problemas económicos. Y aquí entra en escena Charles Marie De La Condamine, en aquellos momentos un desconocido matemático, que sí prestó atención al asunto de la lotería, estudiando el sistema y llegando a la conclusión de que había un punto débil en las normas del sorteo. Dichas normas decían que todo titular de un bono podía comprar -por la milésima parte del valor del mismo- un billete para el sorteo mensual; si usted tenía un bono por valor de 100.000 libras el billete le costaba 100 o 200 si el valor fuese de 200.000. En cambio, si el valor de su bono era de 1.000 el billete le costaba una sola libra. Y, he aquí el fallo, todos los billetes costasen 1 o 100 libras optaban al mismo premio de 500.000 libras.

De La Condamine comenta en una cena a Voltaire la certeza de que el sistema tiene un fallo. Éste es convencido por el matemático y, a la vista de que necesitan más capital del que disponen dos ratas peladas como ellos, pone al servicio de la causa su carisma y sus múltiples contactos y recluta a once personas más en calidad de inversores. Todos se conjuran y se asocian con una idea clara: había que localizar y comprar el máximo número de bonos y del menor valor posible, que les diesen la opción de adquirir los correspondientes billetes de lotería de cada sorteo mensual.

La primera traba a la que se enfrentaba esta brillante maniobra era que, una vez localizados los dueños de los bonos con el valor más bajo, para poder formalizar la compra-venta (y posteriormente comprar la lotería) había que acudir a un notario y en aquellos tiempos en París no había tantos. Voltaire solucionó este primer obstáculo llegando a un “pacto” con uno de ellos que desde ese momento haría la vista gorda firmando Voltaire siempre con diferentes nombres falsos para que las autoridades no detectaran que siempre ganaban los mismos. Así, días antes del sorteo, cada mes acudía nuestro protagonista a su notario de confianza y compraba numerosos boletos del sorteo que, en muy poco tiempo, por pura lógica matemática, empezaron a hacer ricos a todos los involucrados.

Y así hubiera sido durante mucho tiempo de no haber sido porque Voltaire no pudo reprimir su deseo de figurar y en el reverso de los boletos donde la gente firmaba acompañando la rúbrica con frases satíricas como “Larga vida a M. Pelletier-Desforts” y otras, en forma de comentarios sarcásticos hacia el ministro o “Aquí está la gran idea de M.L.C” (iniciales de Marie De La Condamine).

Mientras iban ganando dinero, las autoridades detectaron que en demasiadas ocasiones ganaban las mismas personas, y siguiendo las pistas dejadas por Voltaire en las firmas, el ministro los llevó a juicio con la intención de hacerles devolver el dinero. El juez consideró que no habían hecho nada ilegal, que sólo se habían aprovechado de un fallo en un sistema que estaba mal concebido. La consecuencia fue que, aunque ellos fueron exonerados, el ministro fue depuesto de manera fulminante y la bicoca de la lotería llegó a su fin.

Para entonces, cada uno de los implicados en esta brillante “inversión” era inmensamente rico. Voltaire se olvidó para siempre de sus crónicas penurias, invirtió sabiamente lo ganado y pudo dedicarse a escribir, legando a la posteridad obras cumbre de la Ilustración como “Cándido” o el “Diccionario filosófico”.

Por su lado, De La Condamine tampoco se quedó corto. Dedicó su tiempo y su fortuna en diversas investigaciones embarcándose en diversas expediciones científicas. Esa búsqueda del conocimiento le llevó por todo el planeta midiendo la circunferencia de la Tierra, comprobando las teorías de Newton sobre el achatamiento del planeta, sentando las bases del sistema decimal e incluso internándose en el río Amazonas trayéndose consigo dos elementos, el caucho y la quinina y ayudó notablemente a su difusión en el Viejo Continente y su aplicación a nivel global en el futuro en materias tan importantes como el tratamiento eficaz de la malaria o en sintetizar el caucho por los que pasaría a la historia.

Para terminar, una frase del propio Voltaire de la cual seguramente sus socios pensaron que bien se la podía haber aplicado a sí mismo antes de hacerse ver con las consignas contra el ministro en el reverso de los boletos:

“El que revela el secreto de otros pasa por traidor; el que revela el propio secreto pasa por imbécil”

Gentileza:

Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.

 

 

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