En la bella ciudad de Ronda, concretamente en su Iglesia y Convento de la Merced, esta una de las reliquias más “curiosas”: La mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús.
Dicha reliquia se encuentra protegida dentro de un guante de plata dorada con incrustaciones de piedras preciosas del siglo XVII. El 4 de julio de 1583, 9 meses después de la muerte de la monja carmelita, se procedió a exhumar sus restos. Según la Iglesia Católica, el cuerpo apareció incorrupto y flexible. Uno de los párrocos presentes en la exhumación, el padre Gracián de Dios, decidió cortarle la mano derecha para “conservarla como recuerdo”, entregándola a las monjas Carmelitas Descalzas de Ávila.
Luego de varios conventos entre España y Portugal, permaneció en este último país desde 1599 hasta 1910, fecha en que las monjas que la custodiaban, huyendo de la revolución, la llevaron con ellas de nuevo a España. En 1924, fue trasladada al convento de las Carmelitas Descalzas de Ronda. Tras el estallido de la Guerra Civil, Ronda quedó en la zona republicana. La comunidad de monjas portuguesas regresó a su país y a los pocos meses, en febrero de 1937, cuando las tropas del bando nacional tomaron Málaga, encontraron la reliquia en una maleta olvidada entre las pertenencias de un Coronel Republicano. La mano, en lugar de ser devuelta a sus legítimas propietarias, fue llevada a Burgos, donde Francisco Franco no dudó en apropiarse de ella. El capellán del Asilo, padre Rendón, justificó el expolio e intentó consolar a las Carmelitas con la siguiente frase: “La mano no se pierde, se va con el Caudillo para guiarle en la conducción de la Patria”.
Se cuenta que pasados los años: «…El Caudillo, tras incorporarse lentamente de la cama, se arregla el pijama a rayas blancas y azules y, algo renqueante, se dirige a un escritorio, de raíz y palosanto, convertido en oratorio…se postra de rodillas sobre el reclinatorio de terciopelo granate. Como hace cada mañana, se santigua y susurra una oración mientras mira ese relicario que le ha acompañado más de treinta años. En él guarda el último y más fiel de sus talismanes: la mano incorrupta de Santa Teresa. Recuerda que, fruto del destino, esta reliquia se la regalaron unos falangistas al inicio de la Guerra Civil. La habían encontrado en la maleta del general comunista Villalba. Días antes, un piquete rojo arrebató la reliquia a las carmelitas descalzas de Ronda.
– La mano se la devolveré a las monjas en su debido momento, pues podría traerme mala suerte ahora, cuando mi salud está algo quebrantada y mis enemigos crecidos” – susurra el viejo general.
Francisco Franco llegó a tener una fijación “enfermiza” con este objeto, de hecho, procuró no separarse nunca de ella ya que al parecer le atribuía ciertos “poderes sobrenaturales” que lo protegían, incluso la llevaba consigo durante sus desplazamientos oficiales por la península, y en sus vacaciones. Es más, la reliquia siempre ocupó un lugar de honor en su habitación.
Hubo muchos reclamos formales por parte de las monjas para recuperar la reliquia, pero solo tras la muerte de Franco, la mano de Santa Teresa fue devuelta a la congregación religiosa, y actualmente se encuentra en el convento de la Merced de la ciudad de Ronda, Málaga.
Se podría decir que se trata de una historia un tanto “macabra”, pero no se trata de un hecho inusual…. el mismo convento posee también el ojo izquierdo de la Santa.
El “desmembramiento” de Santa Teresa de Jesús resulta cuanto menos inquietante: su pie derecho y parte de la mandíbula superior están en Roma, su mano izquierda en Lisboa, el brazo izquierdo y el corazón, en la iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes. En el altar mayor de esta misma iglesia, se conserva lo que queda de su cuerpo dentro de un arca de mármol jaspeado, además se custodian trozos y dedos esparcidos por toda España y algunos puntos del extranjero…
Existe otra curiosa anécdota acerca del otro brazo de la santa, también incorrupto narrada por el periódico El Mundo: Una peregrinación de carmelitas viajó a Estados Unidos a visitar a unas correligionarias, y para darles una alegría mística, se llevaron el brazo con ellas. Cuando el barco llegó a Nueva York, tuvieron que rellenar un cuestionario en la aduana, y al no encontrar en el arancel una partida de reliquias religiosas, el funcionario puso una cruz en “conservas y salazones”.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga – Gestora Cultural – Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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