No hace mucho vimos cómo un puñado de personas armadas irrumpieron en el Capitolio de Míchigan (EEUU) donde se discutían medidas de prevención contra covid-19. Lo cierto es que no es la primera vez que ocurre en el contexto de una pandemia: el brote de gripe española de 1918 también llevó a la organización de algo tan estrambótico como la Anti-Mask League of San Francisco, un grupo de ciudadanos que se oponían radicalmente a usar mascarillas ante la exigencia gubernamental.
La gripe española fue una enfermedad provocada por el A H1N1, que tenía la característica de poder afectar con gravedad no sólo a personas, sino también a animales domésticos. Algo que se agravó por la coyuntura: la Primera Guerra Mundial, que como toda contienda incrementaba los efectos de la pandemia al debilitar los organismos y facilitar el contagio.
Si bien no suele tenerse en cuenta a menudo, la pandemia afectó al desarrollo de la guerra porque Alemania tuvo que ingresar en hospitales hasta un millón de soldados, algo que inevitablemente afectaba a su capacidad operativa. El rápido incremento de contagios provocó desabastecimiento de antibióticos. El gobierno estadounidense valoró en un primer momento interrumpir el envío de tropas a Europa, pero al final se impuso el criterio militar.
Cuando la epidemia se detectó en la ciudad californiana de San francisco al empezar el otoño de 1918, documentándose el primer caso en los últimos días de septiembre. Dada la gravedad de las noticias que llegaban de otros lugares, se decidió ampliar la seguridad decretando la obligatoriedad de usar mascarilla (entre otras medidas) para todas las profesiones de riesgo. El 25 de ese mismo mes, se extendió esa orden a todos los ciudadanos.
Aunque hubo algunas quejas, la gran mayoría de la gente aceptó la norma sin mayor problema y, así, el 80% usaba mascarilla. Y cundió el ejemplo cuando el delegado de salud, dos jueces y un almirante pagaron una sanción por ser sorprendidos sin mascarilla; hasta el alcalde, fue cazado acudiendo a un combate de boxeo sin ella y tuvo que pagar. Claro que también hubo algún funcionario que trató de hacer entrar en razón a desobedientes… ¡a tiros!
En la segunda mitad de noviembre remitió el número de contagios y terminó la guerra, por lo que, para regocijo general, se retiró la obligación de llevarlas mascarillas. Sin embargo, durante los dos meses siguientes volvió a dispararse la cantidad de afectados y al comenzar el nuevo año hubo que dar marcha atrás, estableciendo de nuevo su uso el 17 de enero de 1919.
Demasiado para los reticentes, que esta vez se organizaron para llevar a cabo una protesta. Fue entonces cuando se fundó la Anti-Mask League of San Francisco, en la antigua pista de patinaje. Pese a representar un 1% de los habitantes, no se trataba de un grupo minoritario de excéntricos; al evento asistieron nada menos que 5.000 personas, contándose entre ellos no sólo los típicos defensores a ultranza de los derechos civiles, sino también varios médicos e incluso directivos del sistema de salud pública. Los debates giraron en torno a varios temas, desde la vulneración de la libertad individual del ciudadano, hasta las dudas sobre el grado de veracidad de los informes científicos, pasando por la posibilidad de presentar peticiones de cese contra los políticos encargados de la sanidad municipal. Pero el comisionado de ésta, al que alguien envió una bomba que, por suerte, no produjo víctimas, se mantuvo firme.
Entretanto, la polémica continuaba y mientras unos miembros de la liga se preparaban para realizar una recogida de firmas contra las mascarillas, otros presentaron una instancia oficial para que se revocase la medida. La prensa nacional e internacional se hizo eco de la controversia, aunque iba a ser algo efímero. Y es que la propia naturaleza se encargó de ponerle fin al asunto. Aquella tercera oleada de 1919 resultó menos virulenta que las dos predecesoras al haberse generado defensas en los organismos, quizá también al mutar el virus a una forma más liviana, así que, fuera por la remisión de la enfermedad o por la presión de la Liga, el caso es que en febrero se levantó el requisito de usar mascarilla.
Dada la instancia en que vivimos vale aclarar que, la liga tenía razón: porque en aquella época todas las mascarillas se hacían de gasa en vez de algodón y no servían para impedir el contagio.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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