Ringo: «Había estado bebiendo tranquilamente un té en el hotel donde me estaba hospedando en Nueva York cuando recibí la llamada más triste que jamás había recibido.
– Hola Richard, soy Olivia. – dijo la esposa de mi entrañable amigo George Harrison. – George quiere hablar contigo, ¿podrías no mencionar nada doloroso? No queremos que la situación empeore.
– Claro que sí, Olivia. – conteste. – no diré nada imprudente.
George había estado sometido a un tratamiento agresivo contra el cáncer pulmonar, tratamiento que lo único que hacía era empeorar su situación y someterle a una muerte más lenta y dolorosa.
– Hola Ringo, ¿Cómo estás? – pregunto apacible George en cuanto tuvo el teléfono cerca.
– Hola amigo, estoy bien, gracias. – salude cortésmente. – ¿tu como estas, George? ¿Cómo te sientes?
– Cada vez más muerto. – dijo con una sombría carcajada. Mi piel se erizo en cuanto dijo eso. Era inminente la muerte de George, cada vez estaba
más cerca la fecha en la que George cerraría los ojos y no volvería a abrirlos al amanecer. Pero era algo que la gente que lo amábamos queríamos evitar a toda costa.
– De acuerdo, basta de bromas. – dijo George recuperando la seriedad tan característica de él. – Me gustaría que Paul y tu vinieran a comer mañana, llame a Paulie y dijo que estaría aquí puntual, ya sabes cómo es él de formal, ahora solo faltas tú, ¿Vendrás Ringo?
– Claro que iré amigo. – dije tratando de sonar amigable. – estaré ahí a las tres en punto.
Charlamos un poco más y terminamos la llamada. Después llamé a mi esposa Bárbara, le conté sobre el plan de la comida con George.
– Tranquilo cariño. – dijo dulcemente mi amada esposa. – sé que será un momento difícil para ti, pero trata de disfrutar, no se atormenten con su enfermedad, recuerden los buenos momentos y disfruta de ese momento, quizá sea el último.
– Gracias amor, – le agradecí a Bárbara. – tu siempre tienes las mejores palabras para mi.
Esa noche no pude dormir, pensando en que iba a decirle a George. Estaba muy nervioso, no quería arruinar un bello momento de hermanos.
Eran las tres con diez minutos del día siguiente, había llegado tarde a propósito, tenía miedo, mucho miedo de lo que iba a encontrarme ahí adentro. Pero recordé las palabras de Bárbara. «Tranquilo cariño…»
Baje del auto y toque el timbre de la casa de George, me recibió la copia exacta de mi amigo, pero mas joven.
– Hola Dhani. – salude al primogénito de George. – ¿Como estas?
– Pues estoy, tío Ringo. – contesto amargamente el muchacho. – pasa, el tío Paul y papá te están esperando.
El pequeño Harrison me dirigió al gran salón, donde estaban Paul, George, Olivia y un doctor.
– ¡Ringo! ¡Viniste! – dijo George con esfuerzo, pero con una gran sonrisa en el rostro. – Ven y abrázame.
Estaba sentado en un gran sofá, lleno de mantas y sus movimientos eran lentos. Cuanto habíamos cambiado, de haber sobrevivido la locura de la beatlemania, ahora éramos unos hombres de mediana edad que estaban despidiéndose de uno de sus mejores amigos.
Le di con mucho cuidado un abrazo y después a Paul. Me presentaron al doctor que estaba ahí, su nombre era Gil Lederman.
– Bien, basta de charla. – hablo por primera vez Olivia. – vayamos todos a comer.
Nos encaminamos al comedor, comimos un menú vegetariano, una, porque Paul es vegetariano, y dos, porque era la dieta que el doctor le había recomendado a George. Así que tuve que conformarme con lechugas y comida para conejos.
– Ya lo sé amigo, yo también quiero una hamburguesa. – se dirigió George a mí.
– George, tu siempre fuiste el más comilón, ¿Como lo soportas? – dije tratando de sonar dramático.
– No lo hago amigo, te lo juro. – dijo entre risas.
Durante la comida estuvimos hablando sobre cosas triviales, de Dhani, de los hijos de Paul y de los míos, del disco que estaba grabando George en ese momento.
– Será un éxito, yo lo sé. – dijo George levantando su vaso con agua.
Vi mi reloj, era hora de marcharme.
– Tengo que irme chicos. – dije apenado mientras me levantaba de la mesa.
George miro a Olivia, quien miro a Dhani y ambos salieron de la habitación junto con el doctor Lederman.
Nos dejaron a Paul y a mi solos con George, cosa que no quería.
– Chicos, estoy muriendo… – comenzó George pero Paul lo interrumpió.
– Cállate George, tu siempre estas adelantándote a la situación, ¿Verdad Ringo?
Yo me quede mudo en ese momento, pero decidí ponerle un poco de sentido del humor al momento.
– Sí, siempre adelantándote, querías ser el primero en todo, ni siquiera nos dejabas algo de comer. – dije con un fingido tono de severidad.
El rio relajado.
– Ustedes saben que la comida es mi debilidad, déjenme. – grito con un alegre tono de voz.
– Pero no sólo te adelantabas en la comida. – observó Paul. – ¿Recuerdas esa vez en Hamburgo?
Las mejillas pálidas de George tomaron poco color, apenado.
– Eso es algo que no merece la pena. – dijo apenado.
– ¿Que pasó en Hamburgo? – pregunte confundido.
Paul soltó una estruendosa carcajada.
– Estábamos en Hamburgo, Pete aún era nuestro baterista y Stuart el del bajo. – comenzó a relatar Paul. – entonces una noche, George perdió la virginidad…
– ¡Eso fue hace mucho tiempo! – grito tratando de evitar que Paul contara la historia.
– ¡Déjame terminar! – grito Paul ahogándose en su risa. – estaba haciendo el amor por primera vez con una chica hermosa, era rubia y ojos verdes. Pero al idiota se le olvidó que los cinco compartíamos la habitación.
Estalle en risa en ese momento.
– Me imagino la reacción de John. – afirme.
– No te imaginas, casi casi le estábamos diciendo como hacerlo y por dónde.
Los tres estábamos riéndonos.
Definitivamente estábamos pasando un buen rato, George después balconeo a Paul, recordamos a John. Reímos y reímos, eso es lo que me encantaba de nosotros, de nuestra familia.
La hora de despedirse se acercaba y caíamos en la cuenta de que esta era nuestra última despedida.
– Saben chicos. – dijo George en un tono más serio. – ustedes, y John, han sido mis mejores amigos durante toda mi vida. Separarnos fue un error.
– Calma, George, no hablemos de eso ahora. – dije poniendo una mano en su hombro.
– No Ringo, debemos hablar de eso ahora. – dijo con la voz entrecortada. – chicos, estoy muriendo. No quiero irme de este mundo material sin antes haberles dicho cuanto los amo. Los amo, ustedes son mis hermanos mayores. Y lo lamento, lamento que nos hubiéramos alejado por casi 30 años. Ustedes, Olivia y Dhani son lo mejor que me paso en la vida.
Para esto nosotros ya estábamos llorando, era el último adiós.
– Gracias George, gracias por cada momento juntos, – dijo Paul. – perdóname por todo, lo que sea, que te haya herido, pero, sobre todo, perdóname por haber sido quien obligó la separación. Se que era muy importante la banda para ti, sé que me odiaste por mucho tiempo por lo que nos hice, pero quiero que tengas en cuenta cuanto te amo. Eres mi hermanito, y realmente me vas a hacer mucha, mucha falta.
Era mi turno de decir algo, estaba inconsolable. George, mi George se me iba.
– Georgie, te amo hermanito. – dije mientras lágrimas y sollozos salían de lo más profundo de mi alma. – no sabes la falta que me harás cuando te vayas. Debo admitir que tenía miedo antes de venir aquí, no quería hacer nada estúpido o imprudente, no quería herirte, pero ahora que estoy aquí contigo, me doy cuenta de lo mucho que te amo. Tú, Paul y John se convirtieron en mis mejores amigos, en mi familia, en mi soporte, y eso es algo que no olvidaré nunca. George, de mi cuenta corre que tu jamás serás olvidado.
Nos abrazamos y lloramos amargamente. Después me fui.
Ese 12 de noviembre del 2001 fue la experiencia más dolorosa y aliviadora que jamás había experimentado.
El 29 del mismo mes, George se fue para siempre. Hicimos una pequeña ceremonia y Olivia lo incineró.
Yo siempre recordaré al pequeño niño de Liverpool, que no quería ser famoso.”
Ringo (Richard Starkey).
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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