La restauradora textil María Pía Tamborini brindó detalles sobre el proceso de recuperación de la Bandera de Macha, la insignia patria que en 1812 acompañó a Manuel Belgrano al Alto Perú.
“Soy como una médica de los textiles”, se definió ella, la restauradora que en 2009 le dio nueva vida a la primera bandera patria. En una charla en el Museo Nacional de la Historia del Traje donde tuve el privilegio de asistir, compartió con nosotros los secretos del trabajo que, con precisión quirúrgica, llevó adelante para preservar la emblemática insignia, conocida como Bandera de Macha.
El proceso de restauración del textil es tan fascinante como la historia de la propia bandera, que en 1812 acompañó a Manuel Belgrano en las batallas del Alto Perú; y que muchos años después fue encontrada detrás de un cuadro en una parroquia de Macha, Bolivia. Había sido escondida por el ejército de Belgrano para preservarla de los enemigos. La bandera, junto a otra blanca con una franja celeste -denominada Bandera de Sucre- fue encontrada por un párroco mientras limpiaba su capilla. Tras la fundación del Museo Histórico Nacional, y por iniciativa de su primer director se iniciaron gestiones con el gobierno de Bolivia quien en 1896, cedió la Bandera de Macha al museo, donde se exhibe desde entonces.
Tamborini comenzó a trabajar con la insignia en 2007, junto a su colega, Patricia Lissa. Tras un largo proceso de investigación, las especialistas iniciaron la restauración del textil, que luego de casi dos siglos de vida, estaba frágil, agujereado y había perdido los colores. El trabajo requirió de los conocimientos, las técnicas y las “habilidades médicas” de las restauradoras.
“Nos encontramos con una bandera de 2,40 por 1,60 metros muy deteriorada, de color ocre, con un solo fragmento celeste y blanco. Hicimos un mapeo del deterioro y empezamos a evaluar qué método de restauración seguir. Colocaron los fragmentos de la bandera entre dos tules transparentes y dieron puntadas con hilos de seda, utilizando técnicas de costura similares a las de 1800. Para ello, recurrieron a agujas curvas que habitualmente se usan para cirugías de ojos.
Así, lograron que los fragmentos quedaran sostenidos entre los tules sin ser cosidos. De esta manera preservaron lo que quedaba del textil y también se aseguraron de que en el futuro pueda restaurarse nuevamente si aparecen técnicas de restauración más avanzadas. Luego del largo proceso de costura, las restauradoras unieron las tres franjas de la bandera y armaron una vitrina especial para exhibirla en sentido horizontal, como lo establecen las técnicas de preservación actuales.
El proceso de restauración llevó dos años y medio y se realizó en un taller del Museo Histórico en el que se instaló un vidrio para que los visitantes pudieran ver a las restauradoras. Miles de visitantes fueron testigos del enorme trabajo de Tamborini y Lissa. “Estamos contentas, nos da mucho orgullo el trabajo que hicimos”, contó Tamborini al cierre de la charla.
Y yo, me siento orgullosa del nivel profesional de ellas.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
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