Desde que el bolsillo aparece en las casacas llevadas por los hombres a finales del siglo XVII, esta parte de la prenda acompañará a la vestimenta masculina hasta nuestros días, aumentando en número y proporcionando al hombre varios sitios para guardar sus pertenencias sin necesidad de recurrir a bolsas, reservadas solamente para trasladar objetos de mayor volumen. Pero… ¿y las mujeres? ¿Dónde guardaríamos nuestro pañuelo, monedas (tarjetas) 😊) y otros objetos íntimos e importantísimos? Durante siglos las mujeres utilizaron pequeños bolsos ocultos en sus vestimentas: escotes, mangas y faldas, servían para guardar sus “tesoros”.
La reaparición del bolso, como complemento habitual femenino se produce con el cambio que tiene lugar en la vestimenta de la mujer, durante la moda del directorio francés, a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Conocida como moda a la antigüedad clásica, estaba inspirada en las túnicas griegas y romanas. La “vuelta a la naturalidad” proclamada por el neoclasicismo hizo que desaparecieran miriñaques, corsés y materiales lujosos, para dar paso a vestidos-túnicas confeccionados en tejidos claros y ligeros, llevados sin apenas prendas interiores.
La simplicidad de estos nuevos vestidos no posibilitaba esconder las pertenencias, como había sido habitual durante doscientos años. Resurge así el uso de un pequeño bolso denominado “balandrán” o “ridiculo” o “retículo”. Su nombre, ridículo, no hace alusión a su tamaño, sino a su forma de elaboración en red (reticulum, en latín). Solían hacerse de crochet, malla metálica de plata y llegaron a tener formas muy variadas. Otros elaborados en tela, podían ser bordados y muy decorados y estaban sujetos por largas asas de cintas al talle, ubicado bajo el pecho femenino.
A partir de entonces y hasta nuestros días, el bolso ha sido un complemento esencialmente femenino. Su forma y diseño varían de acuerdo a las necesidades de lo que deben transportar en cada época y a merced de los vaivenes de la estética del momento. Aun cuando aparece el bolsillo en su vestimenta, la mujer no deja de usarlo. Queda establecida así la diferencia en la manera de trasladar las pertenencias entre ambos sexos: el hombre -una vez definido el patrón burgués en el vestir masculino- solamente necesitaba tener a su alcance el dinero, la mujer debía de trasladar mayor cantidad de útiles. El bolso ya es parte de la moda.
Un papel importante en el establecimiento de esta diferencia lo tuvo el billetero, complemento esencialmente masculino, que surge en el siglo XIX, cuando el patrón oro deja de utilizarse y nace el monetarismo moderno y, con ello, el papel moneda. Con este “monedero para billetes”, el hombre requería de menos espacio aún para tener cerca de sí su más preciado tesoro: el dinero. Se crearon billeteros para los diferentes bolsillos del conjunto masculino: más alargados para llevar en la chaqueta, más cuadrados para el pantalón, pero los cambios en su forma se reducen a la estructura interior acorde con los cambios en las pertenencias que acompañan al hombre. Tanto billeteras como monederos no están a la vista y se ofertan en gran variedad de precios y calidades; pero es, sin duda, el bolso femenino el que, por ser parte de la imagen general de la mujer, no solamente ha variado su forma a lo largo de la historia, sino que ha mantenido, haciendo honor a su antecedente, las lujosas escarcelas medievales, un claro sentido de ostentación y de diferenciación social.
Desde el bolso emblema de la casa Chanel hasta la Birkin Bag de la casa Hermès (con un precio que asciende a 40.000 euros y para cuya adquisición los clientes deben de anotarse en una “lista de espera”), este complemento femenino se ha convertido en objeto de lujo. Mundialmente copiados, sus falsificaciones son cada vez más perfectas y, cual joya preciada, no son pocas las pudientes que dejan a buen recaudo, el original en casa y asisten a galas, teatros o fiestas acompañadas por un flamante bolso “made in China
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
Puerto Madryn – Chubut.
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