Hong Kong. Junio de 2019. Cientos de miles de personas se manifiestan por las calles de la ciudad. Horas después, las largas colas continúan delante de las taquillas del metro. En una ciudad donde el 99% de la población entre 16 y 65 años utiliza Octopus, una tarjeta de pago electrónico, prefieren esperar para pagar en efectivo.
Facebook trató de adelantarse con libra. A los de Zuckerberg no les basta con saber quiénes son tus amigos, dónde vas de vacaciones y qué noticias te gustan. Quieren saber cómo y dónde gastas tu dinero. En la defensa de su iniciativa ante el congreso de EE UU, el mismo Zuckerberg alertaba del riesgo de una criptomoneda apoyada por el Gobierno chino.
En la guerra por el liderazgo mundial, China necesita competir con el dólar y esta podría ser una poderosa herramienta. La siguiente gran batalla de internet se juega entre aquellos que todavía no están conectados. África y las zonas más desfavorecidas de América del Sur, territorios poco bancarizados y donde aún domina el efectivo.
Los viejos imperios y los nuevos afilan sus armas para entrar en ellos. Necesitan los datos de los pobres para dominar el mundo. Por eso sorprenden esos autodenominados anarco-alternativos que ven en el dinero virtual una herramienta liberadora. Me temo que están mucho más cerca del ultraliberalismo de Hayek y Friedman y del egoísmo racional de Ayn Rand que del anarcocomunismo de Kropotkin que no quería desmaterializar el dinero, sino erradicarlo. Los medios de pago electrónico no acabarán con el dinero. Tal vez sí acaben con nuestra privacidad.
Fuente:https://retina.elpais.com/retina/2020/04/22/tendencias/1587535415_156210.html
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