La primera representación que se conoce de los tres Reyes Magos se encuentra en la llamada capilla griega de la catacumba de Priscilla en Roma, cuyos frescos están datados entre la segunda mitad del siglo II y la segunda del siglo siguiente.

Está situada sobre el arco que da paso al cubículo destinado a acoger algunos sarcófagos, una representación muy sencilla: los tres magos, cada uno diferenciado por el color de su ropa (y a lo mejor por su tono de piel), se acercan de izquierda a derecha a donde se encuentra la Virgen con el Niño sentada.

Los tres traen regalos, deducible por la posición de sus manos y por lo que sabemos del relato bíblico, aunque no se identifican en el dibujo. Detrás de la Virgen se ve un residuo de color que bien podría ser lo que queda de la estrella que los guio.

La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia).

El destino de los Reyes, tras la Adoración, fue incierto. San Mateo sólo dice que regresaron a su país por otro camino para burlar a las tropas de Herodes. La tradición afirma que fueron discípulos de Santo Tomás.

Otros afirman que se bautizaron y llegaron a ser obispos predicando en la India, allí murieron martirizados hacia el año 70 de nuestra era. Sus supuestas reliquias, enterradas en Saba, fueron trasladadas a Constantinopla por orden de Santa Helena en el siglo IV, los tres en un mismo sarcófago. Luego llegarían a Milán como regalo de la propia Santa Helena para más tarde ser transportadas de esta ciudad a Colonia en el siglo XII, donde aún hoy son veneradas en un relicario bizantino de la catedral de esa ciudad alemana.

GENTILEZA: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com

Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.