En un pueblo francés, un niño jugaba en el taller dedicado a la talabartería de su padre. De repente tomo dos maderas con tenían forma de cuña y salió corriendo con ellas, tropezó y cayó. En este accidente el niño Louis Braille perdió un ojo y no tardó en quedarse totalmente ciego.
A los diez años fue admitido en la escuela para ciegos de París, la Institución Nacional de Jóvenes Ciegos, cuyo fundador fue Valentín Hauy, y quien le enseñó el alfabeto guiando sus dedos por las veintiséis letras que él había fabricado con unas ramitas.
Muy pronto Louis estuvo en condiciones de leer los libros que Valentín Hauy había compuesto con mucho trabajo (pues tenía que cortar los caracteres de las letras en tela y pegarlas sobre el papel): cada letra tenía unos siete centímetros de largo por cinco de ancho. A causa de estas enormes dimensiones, la fábula de Renard «El zorro» llenaba unos siete volúmenes de unos cuatro kilos de peso cada uno.
Braille dedicó todo un verano a recortar trozos de cuero y terminó con las manos completamente lastimadas. Luego hizo varios ensayos, combinando triángulos cuadrados y círculos para formar las distintas letras, pero se dio cuenta de que ninguno de sus sistemas era práctico.
Con el paso del tiempo, Louis fue nombrado profesor de la Institución Nacional de Jóvenes Ciegos. Cierto día escuchó en la terraza de un café parisiense una historia que le apasionó: un capitán había ideado un sistema de puntos y trazos en relieve que permitían escribir en la oscuridad. Un mensaje transcrito de esta manera podría ser descifrado al tacto sin necesidad de luz. Así fue como buscó al capitán Barbier, quien le reveló a Braille cómo, con la ayuda de un punzón, ejercía una cierta presión sobre un papel grueso, hasta que en el anverso del mismo se pudieran notar unas pequeñas protuberancias. El sistema estaba basado en un sencillo código utilizado por el ejército.
Braille trabajó sin descanso hasta que cinco años después apareció el primer libro impreso con su método y que llevaba su nombre. Como si fuera una ironía del destino, había tenido que usar un punzón, casi igual a la cuña que lo había dejado ciego. La realización de su libro le había costado años de arduo trabajo por la terrible tuberculosis que padecía, la misma por la que falleció a los 43 años.
Sirviéndose de un enrejado rectangular con seis agujeros, Louis inventó 63 combinaciones diferentes: además de las letras del alfabeto, representaban los signos de puntuación y las abreviaturas de ciertas palabras muy cortas. En 1836, a la edad de veintisiete años, Braille había reunido unos textos escogidos de John Milton en ese método. Poeta ciego, en el curso de la conferencia que dio en el Instituto, ante alumnos suyos y profesores delegados de otras escuelas, demostró que podía escribir perforando a un ritmo casi tan rápido como el de la palabra. A continuación, releyó lo que había escrito a casi la misma velocidad que una persona normal. Pero sus colegas celosos le dijeron que había aprendido el texto de memoria y su sistema fue rechazado para emplearse en las escuelas para ciegos, ya que se seguía prefiriendo la educación con la escritura en relieve. Braille les enseñó el método a sus alumnos, perforó también símbolos matemáticos y les enseñó a resolver ecuaciones.
Poco después creó un código de anotaciones musicales y se convirtió en un hábil organista. Braille se enteró en las postrimerías de su enfermedad del triunfo de su método. El llamado sistema Braille ha alcanzado tanta importancia en la educación para los ciegos, que desde 1895 el apellido de su inventor figura en los diccionarios como una palabra más. Su sistema ha sido incluso adaptado al idioma chino y todos los meses en el mundo entero se publican gran número de revistas con dicho sistema. El busto de Louis Braille, colocado sobre la fachada de la pequeña guarnicionería de Coupvray, su lugar de nacimiento representa con claridad la visión de este francés, ya que cuando muchos bustos de piedra parecen privados de la vista, éste que vuelve perpetuo el recuerdo del genial ciego, posee unos ojos plenos.
Una curiosidad, su ataúd se depositó en su pueblo natal junto a su padre y hermana. En 1952 sus restos fueron trasladados al Panteón de París. Pero sus manos permanecen enterradas en Coupray como un símbolo al sistema de lectura táctil que él inventó.
Gentileza: Beatriz Genchi – beagenchi@hotmail.com
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.
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