Imagine una esfera de unos 30 kilómetros de diámetro y por otro lado, piense en el Sol. Ahora intente meter dentro de esa esfera dos soles. Así de masiva es una estrella de neutrones detectada por un equipo de astrónomos a 4.600 años luz de la Tierra.
Se llama J0740+6620 ,y tal y como detallan sus descubridores en un artículo publicado en la revista Nature Astronomy, es la estrella de neutrones más masiva que se ha localizado hasta ahora.
Una estrella de neutrones es lo que queda cuando un astro supergigante llega al final de su vida. Al agotar el combustible de su núcleo, explota como una supernova. Se llama así porque está compuesta principalmente por neutrones.
En concreto, las mediciones realizadas con datos del Telescopio Green Bank apuntan a que su masa sería equivalente a 2,17 soles (la masa del Sol es 333.000 veces la de la Tierra) y estaría concentrada en una esfera de entre 20 y 30 kilómetros de diámetro. Para poder hacernos una idea de lo masiva que es, sus descubridores ponen este ejemplo: un cubo (del tamaño de un terrón de azúcar) lleno del material que la compone pesaría en la Tierra 100 millones de toneladas.
Estas cifras, dicen sus autores, se acercan mucho al límite de cómo de masivo y compacto puede llegar a ser un objeto sin convertirse en un agujero negro, según las estimaciones basadas en las observaciones realizadas con el interferómetro LIGO, que busca ondas gravitacionales (perturbaciones en el espacio tiempo producidas por eventos muy violentos y lejanos en el cosmos, como la fusión de dos agujeros negros o de dos estrellas de neutrones).
UN RELOJ ATÓMICO CÓSMICO
El descubrimiento de esta estrella de neutrones tan masiva se realizó mientras los científicos buscaban ondas gravitacionales con el telescopio Green Bank.
«Con Green Bank estamos intentando detectar ondas gravitacionales a partir de púlsares [que son estrellas de neutrones que emiten radiación en intervalos cortos y regulares]», explica Maura McLaughlin, profesora de física del Eberly College of Arts and Sciences y coautora del estudio.
Como los púlsares son regulares, los astrónomos pueden usarlos como si fueran una especie de reloj atómico cósmico que les ayuda a estudiar la naturaleza del espacio tiempo, medir las masas de objetos estelares y aumentar su conocimiento sobre la relatividad general.
«Las estrellas de neutrones son tan misteriosas como fascinantes«, señala Thankful Cromartie, estudiante de la Universidad de Virginia y autor principal de este estudio, que ha calculado la masa de la estrella de neutrones a través de un fenómeno resultante de la relatividad general denominado el efecto Shapiro.
Según este efecto (descubierto en 1964 por el físico Stuart Louis Shapiro), el tiempo de llegada de una señal que se está propagando por el espacio se ve afectado por la presencia de materia a su alrededor. Si la hay, la señal ya no viaja en línea recta y tiene que recorrer un camino más largo que si no encontrara ningún obstáculo en su camino. Del mismo modo, un púlsar tiene que recorrer una distancia mayor debido a la presencia de la estrella enana blanca que acompaña a esa estrella de neutrones. Basándose en ese retraso, los astrónomos calculan la masa de la enana blanca y a partir de ésta, la de la estrella de neutrones.
¿UN NUEVO TIPO DE ONDAS GRAVITACIONALES?
Precisamente los astrofísicos están a la espera de poder confirmar si dos señales detectadas este año en los interferómetros LIGO (de EEUU) y Virgo (Italia) corresponden a ondas gravitacionales procedentes de una fusión de un agujero negro y de una estrella de neutrones. Las señales fueron recogidas el 26 de abril y el 14 agosto respectivamente y si se confirma su naturaleza, será la primera vez que se observa este fenómeno cósmico.
«El evento del pasado 14 de agosto es muy prometedor pues si la componente menos masiva fuera un agujero negro, sería el más ligero conocido hasta la fecha, mientras que si fuera una estrella de neutrones, sería la más masiva conocida hasta la fecha», explica Toni Font, investigador de la Universidad de Valencia y miembro del consorcio Virgo Avanzado.
La señal detectada el pasado 26 de abril todavía está pendiente de confirmación: «Una diferencia importante con la del 14 de agosto es que esta última tiene una probabilidad de ser real (es decir, no causada por «ruido» en los detectores de origen terrestre) muchísimo mayor que la del 26 de abril», sostiene.
Fuente:https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2019/09/16/5d7f88f0fdddff573a8b465e.html
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