
Perdió 1-0 ante Gimnasia La Plata, tercera derrota en el Monumental, que clamó con el cántico “que se vayan todos”
La bronca y la desolación llegaron para instalarse en River. No son sensaciones momentáneas, es un estado de ánimo que echó raíces. Viene de lejos y se acentúa especialmente en el Monumental, que de fortaleza pasó a ser un paseo y un parque de diversiones para el visitante de turno, que no necesita ser el más encumbrado para experimentar el éxtasis. Así como en fechas anteriores celebraron Deportivo Riestra y Sarmiento, este domingo le tocó a Gimnasia La Plata, que había perdido cinco de los últimos seis partidos y llegó con un entrenador interino.
Cada partido es un suplicio para River. Los hinchas están agotando el catálogo del hartazgo. Los silbidos despuntaron ya hace un tiempo, en la derrota con Sarmiento explotaron los insultos y ahora tronó el lapidario “que se vayan todos”.
Los generosos e injustificados nueve minutos que adicionó Arasa le causaron un mal mayor a River, porque el penal a los 54 -agarrón de Suso a Martínez Quarta que el árbitro corroboró en el VAR- fue otro descenso a los infiernos con la ejecución de Borja que despejó Insfrán. El colombiano venía de fallar en la definición frente a Independiente Rivadavia y ya no le queda margen de redención ante los hinchas.
Por donde pasaron Nacho Fernández, Lencina, Galoppo o Galarza, ahora le llegó el turno al juvenil Subiabre, que desde fines de agosto no tenía minutos en primera división. Uno más de los retoques que Gallardo aplica de un partido a otro para tratar de articular un equipo desfigurado. El zurdo Subiabre se ubicó sobre la derecha, en un esquema inclinado al 4-3-3, con Colidio sobre la izquierda y Quintero como el vértice más adelantado del triángulo en el medio que completaron Portillo y Castaño, que sigue sin devolver con un rendimiento aceptable la confianza ya injustificada que le da el entrenador.
Con Juanfer Quintero disperso, sin asumir el papel de conductor que le reclame un equipo huérfano de jugadores que sepan llevar el peso de un partido, River fue inconexo e indolente en el primer tiempo. La prueba de esa apatía futbolística se refleja en que fue incapaz de crear una clara situación de gol. Apenas un remate de Subiabre, un cabezazo cruzado y desviado de Salas, un centro rasante del pibe Jaime que cruzó toda el área sin que nadie arremetiera… Un River abúlico e inexpresivo, sin recursos para desestabilizar a un Gimnasia que se sintió cómodo y seguro. La posesión local era inocua e intrascendente. Con menos control de la pelota, Gimnasia estuvo más cerca del gol con un centro que conectó Torres y salió cerca de un poste.
En River costaba encontrar motivos para una sonrisa. La desolación en forma de llanto atrapó a Colidio cuando a los 15 minutos debió ser reemplazado por una lesión muscular que seguramente lo dejará afuera del superclásico. Ingresó Jaime, con Borja cada vez más relegado. Por los laterales tampoco había novedades con las proyecciones de Bustos o Acuña. El aliento que había recibido el equipo durante los primeros 45 minutos tuvo un límite: los silbidos, que durante el anuncio de la formación se hicieron oír con fuerza para Castaño, Borja, Paulo Díaz y Galarza, ahora bajaban para repudiar el rendimiento de todo el equipo.
La fantasmal imagen de River se volvió a pasear al comienzo del segundo tiempo, con uno de esos penales que retratan a los equipos sin pies ni cabeza: en una acción que nació en un resbalón de Subiabre siguió con el empujón de Portillo a Merlini. Arasa, que no había sancionado el foul, lo cobró a instancias del VAR tras haber sido convocado por Trucco. El “Chelo” convirtió el penal con Armani tirándose hacia el lado opuesto: River va a contramano de todo.
Lo que estaba mal, empeoró. El desconcierto también invadió a Gallardo, con tres cambios y lo poco que cuidó al juvenil Jaime, reemplazado cuando había sido el relevo de Colidio. Entraron Borja, Meza y Lencina. A esas alturas, los insultos (“jugadores, la c…) acentuaban el bloque mental y emocional de un equipo que se movía cargando con una mochila de plomo.
Sin juego por adentro, River apeló a los centros. Muchos anunciados y al bulto, algunos con mejor dirección para cabezazos de Salas, Portillo y Meza. Gimnasia no pasaba por demasiados apuros; le alcanzaba con apretar líneas en su campo y la firmeza para ganar la mayoría de los duelos individuales.
Nacho Fernández fue la última carta que jugó Gallardo, cuando River iba ciego y con la confianza por el suelo. El inesperado penal, en vez de poner en pausa el malestar, lo acrecentó. River irá el domingo próximo a la Bombonera hecho trizas y poniendo en serio riesgo la clasificación para la próxima Copa Libertadores. Minutos antes del partido, el presidente saliente Jorge Brito reunió a los periodistas para despedirse y cerró el discurso con un deseo: “¡Y que ganemos!”. Su River no entiende de eso.
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/river-vive-un-suplicio-va-a-la-bombonera-hecho-trizas-y-poniendo-en-riesgo-la-clasificacion-a-la-nid03112025/

