Tenía 17 años y un desencanto a juego. Y como los seres humanos no maduramos tan aprisa como los quesos, la mirada de Holden Caulfield, el joven protagonista de la novela El guardián entre el centeno, se mostraba desilusionada por los defectos de un mundo adulto que los adolescentes de su generación trataban de imitar. Las plantas también imitan.
Lo asombroso del caso es que tras este pronunciamiento humanista cargado de buenos deseos se agazapa el millonario negocio de las buenas intenciones, capitalizado por hábiles negociantes, emprendedores ventajistas e importantes fondos de capital riesgo. Como un mimetismo batesiano moral, los alimentos veganos son muy similares en apariencia, pero solo algunos de ellos están de veras comprometidos con la deontología que defienden. De otro modo, todas esas compañías que desarrollan productos veggie no los distribuirían en supermercados, tiendas y páginas web que, a su vez, ofrecen alimentos y materias primas de origen animal, colisionando así con las fuertes reglas que promueve la ética del buen trato hacia los animales. La comida de la compasión impulsa tal interés empresarial que el movimiento vegano, que en su origen no se adoptaba por una cuestión económica, sino por ética y por vivir acorde a unos principios, hoy día propicia revistas y ferias de negocios, inversiones millonarias, rondas de financiación y recauda millones en inversiones que esperan su parte del pastel… vegano.
Aun así, lo más llamativo de esta ideología germinada a la luz del respeto hacia los seres sintientes no es que esté siendo fagocitada por los procesos que la perciben como un objeto de consumo o que a través del veganismo se esté promoviendo un directorio de productos ultraprocesados. De nuevo, los diversos intereses, en lugar de propiciar una nutrición basada en el empleo de la amplia despensa vegetal y el valioso recetario optimizado a lo largo de los años, promulgan que se adquieran artículos que tratan de asemejarse a elaboraciones compuestas de proteína animal, en vez de componer alternativas que se alejen de productos que se desaprueban. Hasta las cadenas de comida rápida trivializan las razones que impulsan esta corriente al ofrecer menús veggie sin dejar de comercializar su oferta convencional.
Es lamentable que en lugar de aprovechar esta coyuntura para favorecer las variedades vestigiales vegetales y preservar la mayor cantidad posible de semillas de cultivares antiguos, se propague la cultura de la no comida en forma de hamburguesas, nuggets, sándwiches, pizzas, golosinas, quesos, helados, cremas untables y postres. Una vez más, la batalla por un mundo distinto y más justo lo pierde la cultura, para ganarla la voracidad de los intereses económicos por el camino de la comodidad.
Fuente;https://elpais.com/gastronomia/2025-09-21/ultraprocesados-veganos-hemos-convertido-una-cuestion-etica-en-un-objeto-de-consumo-mas.html





