El tejido más suave y lujoso del mundo estuvo protegido durante milenios por el secreto más brutal.
Cuenta la leyenda que el emperador Amarillo, Huang Ti, encomendó a su mujer, la dama Xi Lingshi, la tarea de descubrir por qué las hojas de morera de su jardín desparecían misteriosamente hasta que la planta moría. La emperatriz empezó a observar y descubrió unos gusanos blancos que las comían. Uno de los capullos que había cayó accidentalmente en su taza de té caliente. Lo cogió con curiosidad y estiró, viendo que de él salía una hebra muy fina, suave y de una extraordinaria belleza. Se le ocurrió que juntando unos cuantos el hilo sería suficientemente fuerte como para tejer bonitas prendas con él. Tras varios intentos, finalmente consiguió tejer un precioso pañuelo de seda para su esposo.
Durante más de dos mil años China guardó el secreto bajo amenaza de pena de muerte a todo aquel que se atreviese a propagar el arte sagrado.
Hacia el año 550 d.C. dos monjes llegados de Constantinopla escondieron en sus bastones de bambú unos cuantos huevecillos burlando así las tan temidas leyes del imperio. A su regreso, los monjes enseñaron a los romanos todo lo que habían aprendido sobre la sericicultura y la fabricación de la seda.
De este modo, el secreto mejor guardado de la historia acabó por trascender fronteras a través de la Ruta de la Seda y después de las Cruzadas, hasta Europa Occidental.
En los siglos XI y XII Italia fue ganando fama en el sector por la calidad de su industria sedera hasta que otros países, como Francia o España, empezaron también a especializarse diversificando el mercado y reduciendo considerablemente las importaciones provenientes de China.
Tras la Revolución Industrial y la mecanización de los procesos de fabricación el precio de los productos de seda disminuyó pasando a tener un uso más generalizado.
Aun así, los tejidos de seda de mayor calidad siempre han sido considerandos un bien de lujo y en la actualidad, China vuelve a ser el principal productor.
¿Pero cómo se fabrica la seda? ¿Como vamos de la oruga al hilo?
Casi todos hemos tenido gusanos de seda en nuestra infancia alimentándolos cual tamagochis con hojas. Pero más allá de meterlos en una caja con algunos agujeritos hechos con el lápiz, nunca llegamos al punto de querer sacarle partido a nuestra nueva mascota más que para ver cómo las hojas iban reduciendo su tamaño día tras día mientras crecía el insecto.
Pero si hubiésemos continuado con el proceso hasta la obtención de la seda, parte de nuestra inocencia se habría resquebrajado por el camino. Y es que hay cierto toque de crueldad en la extracción de la seda y, en este caso, eso de “el fin justifica los medios” le va como anillo al dedo. El proceso es el siguiente:
1 – Los gusanos de seda se alimentan y empiezan a engordar.
2 – Al mismo tiempo, van secretando un líquido viscoso, “seda líquida”, que al entrar en contacto con el aire se solidifica y poco a poco van creando el abrigo que les recubre.
4 – La oruga va quedando encerrada en el capullo, rodeada por un millar de filamentos.
5 – Antes de que la metamorfosis empiece y la oruga se convierta en polilla, se cuecen en agua hirviendo y se retiran delicadamente de su capullo.
6 – Empieza el proceso de enrollado donde se juntan varios filamentos a la vez. Cada capullo produce unos 1500 metros de fibra, ¡1 km y medio!
De todos los puntos, el cinco es el que más llama la atención. No es de esperar que se tenga que ahogar al gusano para extraer el hilo, dicho de otra manera, ¡es despiadado! Mahatma Gandhi se pronunció al respecto y criticó duramente estas técnicas.
Los métodos respetuosos, muy defendidos por activistas de los derechos de los animales, permiten que la polilla salga del capullo, hasta entonces ni lo tocan. El problema es que de este modo la fibra se rompe y empeora la calidad de la seda. ¡Entonces…ya imaginan!
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural.
bgenchi50@gmailcom
Puerto Madryn – Chubut.





