La Guardia Suiza, son pocos, pero desde hace siglos cumplen la misma misión: proteger al Papa, incluso con su vida.
Cada 6 de mayo, en el Patio de San Dámaso del Vaticano, los nuevos reclutas de la Guardia Suiza Pontificia prestan juramento en una ceremonia cargada de solemnidad, tradición y emoción. La fecha no es casual: conmemora el sacrificio de 147 guardias que murieron defendiendo al Papa Clemente VII durante el saqueo de Roma en 1527.
A comienzos del siglo XVI, en Roma se vivían días agitados y peligrosos. El Papa Julio II, conocido por su fuerte carácter y su ambición de restaurar el poder de la Iglesia, sabía que necesitaba algo más que fe para protegerse: necesitaba soldados. Y buscó los mejores.
Fue así que pensó en Suiza, donde los guerreros eran reconocidos por su valentía y su fidelidad. La fama de los soldados suizos se forjó en las Guerras de Borgoña, en el siglo XV, cuando derrotaron a uno de los ejércitos más poderosos de Europa, el del duque Carlos el Temerario. Gracias a su valentía, disciplina y capacidad de luchar en formación cerrada, los suizos se ganaron una reputación como los mejores soldados de su tiempo.
Así, en 1506, el papa Julio II pidió a los nobles suizos un destacamento especial, compuesto por hombres fuertes, disciplinados y de lealtad probada. La respuesta no tardó en llegar: una compañía de 150 soldados, encabezada por el capitán Kaspar von Silenen, que tenía una sólida trayectoria como comandante de tropas suizas, emprendió el viaje hacia Roma.
También se dice que estos hombres eran mercenarios y no simplemente soldados, porque eran contratados a sueldo por reinos y Estados extranjeros. Ofrecían un servicio militar profesional a quien pudiera pagar y los propios cantones suizos alentaban y regulaban esta práctica. Luego de demostrar su valor en el campo de batalla, la “exportación” de soldados se convirtió en una importante fuente de ingresos.
El 21 de enero de 1506 fueron recibidos en Roma. Ese día nació la Guardia Suiza Pontificia, el pequeño ejército encargado de custodiar al Papa, acompañarlo en sus viajes, ceremonias, audiencias y recepciones oficiales. Aunque hace más de quinientos años que la Guardia Suiza protege al Papa, el momento más recordado y simbólico de su historia ocurrió el 6 de mayo de 1527, durante el saqueo de Roma por parte de las tropas del emperador Carlos V.
Aquel día, un gran ejército compuesto por soldados alemanes luteranos, españoles y mercenarios italianos, avanzó sobre Roma. Venían desde el norte de Italia, tras haber combatido en la guerra entre el emperador Carlos V y la Liga de Cognac, una alianza formada por el Papa Clemente VII junto a Francia, Venecia y otras potencias que querían frenar el avance imperial. Al conocer esa alianza, Carlos V consideró al Papa un traidor.
El 6 de mayo de 1527, Roma fue escenario de una de las tragedias más devastadoras de su historia: el Saqueo de Roma, llevado a cabo por tropas del emperador Carlos V. Bengochea Constanza.
El ejército imperial se había reunido de manera apresurada y contaba con muy pocos recursos. Muchos de sus soldados estaban mal pagos, hambrientos y sin una cadena de mando sólida. Aunque el saqueo no fue una orden directa del emperador, la falta de disciplina era tal que, al llegar a las puertas de Roma, todo se precipitó. Durante el primer asalto murió su comandante, el duque Carlos de Borbón, mientras escalaba una muralla. Las tropas quedaron sin liderazgo y el caos fue absoluto. Lo que había empezado como una maniobra política se transformó en una masacre y en uno de los saqueos más violentos de la historia europea.
Fue entonces cuando la defensa del Vaticano, y en especial la vida del Papa, quedó en manos de los guardias suizos. Aquella mañana, 189 soldados se desplegaron para frenar el avance del enemigo, pero las murallas cedieron y las tropas imperiales entraron en la ciudad, destruyendo todo a su paso.
Frente a un enemigo mucho más numeroso (alrededor de 20 mil hombres), los guardias suizos formaron un escudo humano en las escalinatas de la Basílica de San Pedro. Sabían que no podían salvar la ciudad, pero sí ganar tiempo para proteger al Pontífice.
Mientras la batalla estallaba en las inmediaciones, un pequeño grupo de guardias escoltó a Clemente VII a través del Passetto di Borgo, un corredor amurallado que une el Vaticano con el Castillo de Sant’Angelo, donde el Papa logró refugiarse.
Afuera, la lucha fue feroz. De los 189 guardias, 147 murieron. Solo 42 sobrevivieron, en su mayoría los que lograron acompañar al Papa hasta la fortaleza.
Aquel sacrificio selló para siempre el sentido del juramento de la Guardia Suiza: proteger al Pontífice incluso a costa de la propia vida. Por eso, cada 6 de mayo, en el Patio de San Dámaso del Vaticano, los nuevos reclutas hacen su juramento de lealtad ante el Papa, como homenaje a una fidelidad que no se olvida. Continua…
Gentileza:
Beatriz Genchi
Museóloga – Gestora cultural.
bgenchi50@gmail.com
Puerto Madryn – Chubut.





