El técnico ya superó momentos límite con el Xeneize y ahora ajusta su plan en busca de una goleada que lo acerque a los octavos.
IAMI (Enviado especial).- Miguel Ángel Russo camina despacio por la cancha de la Universidad de Barry, en el sur de Florida. Va solo, como tantas veces, con las manos entrelazadas detrás del cuerpo y la mirada clavada en el césped, como si estuviera contando los pasos. Lleva puesta una visera con los colores de Boca que le cubre parte del rostro.
Se acerca, sin apuro, hacia la zona donde lo esperan las cámaras y los fotógrafos, mientras los jugadores comienzan la entrada en calor. Podría parecer un hombre preocupado: su equipo está tercero en el Grupo C del Mundial de Clubes, obligado a golear a Auckland City y a esperar un traspié de Benfica para clasificarse a los octavos de final. Pero Russo, fiel a su estilo, transmite otra cosa. Al sentir el clic de los flashes, alza levemente la cabeza, ofrece un gesto breve de reconocimiento y deja ver su sonrisa impecable. Sereno. Firme. Como si supiera que esto ya lo vivió. Como si supiera que puede salir bien.
No es la primera vez que su Boca llega a una última fecha con el agua al cuello, necesitado de una victoria y de una ayuda ajena. Tampoco es la primera vez que lo acompaña Juan Román Riquelme en la travesía. Pero ahora todo ocurre en un Mundial de Clubes, bajo el calor húmedo de Miami, con la camiseta azul y oro transpirada por miles de hinchas que cruzaron medio continente con la ilusión intacta. Lo que se viene, entonces, es una misión difícil, con cuentas que no cierran fácil. Pero Boca ya pasó por esto. Y Miguel Russo, también. Y por eso sabe lo que tiene que hacer.
En 2007, la historia también lo encontró a Russo en una encrucijada. Dirigía a un Boca que tenía la necesidad de vencer a Bolívar por un mínimo de tres tantos para avanzar a los octavos de final de la Copa Libertadores. Incluso existía una chance improbable de terminar primero en el grupo si ganaba por ocho goles y se daba un empate entre Toluca y Cienciano, en México. Lejos de esquivar el tema, Russo no dudó en responder cuando le preguntaron si creía posible ese escenario: “¿Por qué no? Estamos hablando de algo extremadamente difícil, pero uno siempre tiene la ilusión. Lo importante es pasar”, dijo en la semana previa.
No tocó demasiado el equipo: apenas el ingreso de Jesús Dátolo por el suspendido Neri Cardozo y una pequeña variante en defensa: Clemente Rodríguez como lateral por izquierda para explotar su velocidad, y Morel Rodríguez como central en lugar de Matías Silvestre-, buscando mayor reacción ante posibles contragolpes. Fue una muestra de fe táctica. Y el equipo respondió.
El 7-0 a Bolívar en 2007
Aquella noche, en el José Amalfitani, Boca fue pura efectividad. Jugó allí porque la Bombonera estaba suspendida por los incidentes del recordado partido ante Chivas de Guadalajara en 2005. Goleó 7 a 0 con una actuación descomunal de Riquelme, que manejó el ritmo del equipo. Rodrigo Palacio y Bruno Marioni firmaron dobletes, pero el corazón del equipo fue Román, encendido en su mejor versión. Toluca venció a Cienciano y el milagro de quedar primero no ocurrió, pero Boca avanzó. Y lo hizo fortalecido. Desde allí, el equipo siguió creciendo: eliminó a Vélez, Libertad y Cúcuta, hasta consagrarse campeón de América con un global de 5 a 0 en la final ante Gremio. Fue la última vez que Boca ganó la Copa Libertadores. Y también, hasta esta edición, la última vez que disputó un Mundial de Clubes. Siempre con Riquelme como líder. Siempre con Russo como guía.
Luego, 13 años más tarde, ya en su segundo ciclo como DT de Boca, Russo volvió a abrazar una noche épica. En su regreso en enero de 2020, el equipo acumuló una racha brillante: cinco triunfos y un empate en las primeras seis fechas del torneo. Llegó a la última jornada con la posibilidad concreta de salir campeón, pero tampoco dependía de sí mismo. River, dirigido por Marcelo Gallardo, le llevaba un punto y visitaba a Atlético Tucumán. Boca recibía a Gimnasia en la Bombonera, con Diego Maradona como entrenador rival. Había que ganar y esperar. Otra vez.
Russo mandó a la cancha al equipo titular, sin grandes cambios, solo con Carlos Zambrano en lugar de Carlos Izquierdoz, con cinco amonestaciones. El partido fue tenso, trabado, con el nerviosismo típico de las definiciones. Hasta que apareció Carlos Tevez. Un sablazo desde la medialuna del área sacudió la red y sacudió al estadio. River, mientras tanto, empataba en Tucumán. El 1 a 0 alcanzó para gritar campeón. Otra vez, Russo al mando. Otra vez, con Riquelme como figura dirigencial clave. Otra vez, con Boca reaccionando cuando parecía sentenciado.

Ahora, en Miami, la tabla vuelve a mostrar números en contra y el desafío de una reacción inmediata. Boca llega a la última fecha del grupo con un punto, tras empatar contra Benfica y perder con Bayern Munich. El rendimiento fue mejor que los resultados: el equipo compitió con dignidad, mostró momentos de buen fútbol y le hizo frente a dos rivales de jerarquía europea. El partido que viene, sin embargo, exige algo diferente: ganar por muchos goles, confiar, y esperar.
Auckland City es un rival más débil que aquel Bolívar de 2007 o el Gimnasia de Maradona. En la previa, el equipo neozelandés llega tras haber sido aplastado 10 a 0 por Bayern Múnich y 6 a 0 por Benfica. Es un conjunto semiamateur, con jugadores que en muchos casos combinan los entrenamientos con trabajos paralelos. Pero Russo no subestima la dificultad. Sabe que el margen de error es nulo y que su equipo deberá golpear de entrada para no sufrir hasta el final: por ejemplo, Benfica tardó 53 minutos en abrir el marcador ante Auckland, una muestra de que no hay que relajarse.
Además de la duda por Miguel Merentiel, extenuado tras el esfuerzo físico ante los alemanes, otro jugador en duda es Rodrigo Battaglia, también afectado por el cansancio. Ante la lesión de Ayrton Costa y la ausencia de Marcos Rojo en el entrenamiento de este sábado, crece la chance de que debute Marco Pellegrino.
Por lo pronto, la estructura se mantendría: Alan Velasco, Carlos Palacios y Kevin Zenón en el medio, más una defensa que encontró cierta solidez pese a los resultados. Desde lo estratégico, Russo ya mostró valentía: no se encerró, no especuló, y en principio no tiene mucho más para cambiar. ¿Un 5 menos? ¿Dos creativos y tres puntas? Habrá que esperar, porque un gol de Auckland -que aún no convirtió en el torneo- podría complicar mucho las cosas. Pero más allá de las cuestiones tácticas, lo que realmente define a este Boca es una confianza indestructible: con Miguel Russo en el banco, incluso en las situaciones más difíciles, siempre hay motivos para seguir creyendo.
Por Leandro Contento
Fuente;https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/las-hazanas-de-russo-en-boca-reavivan-la-ilusion-de-una-clasificacion-epica-en-el-mundial-de-clubes-nid23062025/





