Economistas y expertos en relaciones internacionales analizaron la viabilidad de un tratado con la mayor economía del mundo en el actual contexto de guerra comercial; las oportunidades y los desafíos sectoriales; el destino del Mercosur
“Consideraré cualquier cosa”, respondió esta semana en la Casa Blanca el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ante la pregunta del corresponsal de La Nación sobre la posibilidad de entablar negociaciones para un acuerdo de libre comercio con la Argentina, una propuesta impulsada por el presidente Javier Milei. El mandatario argentino puso sobre la mesa esa intención durante su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso, el 1° de marzo último, cuando aseguró que llegado el caso estaría dispuesto a salir del Mercosur –que no permite hoy ese tipo de acuerdos bilaterales por fuera del bloque– para concretar el objetivo.
La respuesta de Trump, como reflejo de su buena sintonía con Milei, se da en el contexto de un mundo convulsionado por la ofensiva arancelaria que lleva adelante el presidente estadounidense desde que retornó al poder el 20 de enero último. La aplicación de aranceles del 25% a todos los productos de Canadá y México, y del 20% a los provenientes de China (en dos tramos de 10%) desató una guerra comercial con consecuencias imprevisibles que sacudieron a los mercados en los últimos días. Un escenario no exento de idas y vueltas gobernado por la incertidumbre.
La Nación consultó a economistas y expertos en relaciones internacionales para profundizar sobre la factibilidad de un tratado y las oportunidades y los desafíos que abriría.
Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales y director de la consultora DNI, destaca la intención del Gobierno de lograr un entendimiento con Estados Unidos. “La inserción comercial implica tratar de comprar y vender con todo el mundo, emitir inversión y recibir inversión con todo aquel que se pueda. Es lo que hacen incluso los países con una geopolítica más dura, como Estados Unidos”, dice.

Para el experto, Estados Unidos tiene una gran importancia para la Argentina desde el punto de vista de las relaciones bilaterales y como principal mercado para las exportaciones locales de servicios, que representan unos US$4500 millones anuales. En su visión, un acuerdo podría desatar un gran flujo de inversiones en muchos rubros.
“La etapa que viene es una etapa más de acuerdos bilaterales, de acuerdos estratégicos muy similares al ambiente donde la Argentina sacó mucho provecho a finales del siglo XIX”, señala Dante Sica, exministro de Producción y socio fundador de la consultora Abeceb. El economista coincide en que el mayor valor de un entendimiento con Estados Unidos pasa por el potencial de captación de inversiones por sobre la ganancia en términos de comercio.
“No creo que sea una opción realista, al menos con el formato tradicional de los que estuvieron de moda en los años 90 y 2000. Eso no descarta la posibilidad de un acuerdo más puntual, enfocado en ciertos productos o sectores”, evalúa por su parte Roberto Bouzas, profesor emérito del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés (UdeSA). “Incluso en este caso no es fácil prever que pudiera ser ratificado por el Senado norteamericano. El presidente tiene instrumentos legales que lo habilitan a aumentar los aranceles, pero para reducirlos necesita la aprobación del Congreso”, advierte.
Federico Poli, director ejecutivo de la Fundación Observatorio Pyme y exfuncionario durante la época de Roberto Lavagna en el Ministerio de Economía, también formula esa salvedad: “Es importante tener presente el particular contexto internacional. Estamos frente a un escenario distinto al del pasado, donde se debilitan las reglas multilaterales y donde difícilmente se pueda negociar un acuerdo amplio. No queda claro que desde Washington haya interés en llevar adelante un TLC con la Argentina, que Estados Unidos hace muchos años no aplica”.
Impacto sectorial
Ante la consulta sobre las oportunidades sectoriales que generaría un acuerdo, Bouzas señala que “la Argentina compite con Estados Unidos en algunas producciones agrícolas (cereales y oleaginosas), por lo que difícilmente un mejor acceso en esos sectores tendría un impacto significativo. En el sector agroindustrial algunas actividades podrían mejorar sus condiciones (vino, frutas, hortalizas, carnes), pero es improbable que esas actividades tengan un efecto agregado relevante”.

En el sector industrial, continúa el economista de la UdeSA, “las diferencias de competitividad son muy marcadas, por lo que la Argentina difícilmente podría aprovechar mejores condiciones de acceso (con excepciones puntuales como siderurgia y aluminio). Las mayores expectativas de beneficio para un país como la Argentina, más que en el comercio, deberían buscarse en un aumento en los flujos de inversión”.
Bouzas concluye que, dada la volatilidad de la economía local, el aspecto más significativo dependería de cuánta confianza se tenga en que el acuerdo contribuirá a crear un clima de menor incertidumbre en el mediano y largo plazo.
Ricardo Delgado, presidente de la consultora Analytica, opina que, sin dejar de lado las múltiples aristas que tienen este tipo de negociaciones, la estabilidad del acceso libre al mercado estadounidense (el principal del mundo) y la potencial atracción de capitales por ese factor resultan “ventajas claras”. “Parte del debate en México en los noventa justamente era ese, sumado a la necesidad de ratificar el modelo de economía abierta y publicitar sus reformas en el mundo”, indica.
Delgado comparte que, en una primera mirada, la Argentina y Estados Unidos no son economías complementarias, sino más bien competitivas: “Para México es el 70% de su comercio global. Para la Argentina, el 10%. Gran parte de nuestra oferta exportable está concentrada en pellets y porotos de soja, maíz y trigo. Estos productos también son producidos y exportados por Estados Unidos, que es el segundo mayor productor mundial de soja, el primero de maíz y el cuarto de trigo”.
En contraste, sigue, “los Estados Unidos tiene una oferta exportable mucho más diversificada y con una mayor participación de bienes de alto valor agregado. En la última década, casi la mitad de sus ventas externas fueron de bienes de capital, equipos eléctricos, vehículos, instrumentos de precisión y productos farmacéuticos”.
Delgado cree que, a pesar del mencionado perfil competitivo entre las dos economías, “un acuerdo comercial podría generar beneficios potenciales, ampliando el acceso al mercado estadounidense, especialmente en sectores como el energético, el aluminio, el acero, y, sobre todo, en varias economías regionales (limones, vinos, miel). Estos sectores representaron más del 30% de las exportaciones argentinas al mercado estadounidense en los últimos años”. Y menciona también el papel relevante de la minería, con el litio en primer plano: “En estos días vimos el interés de Donald Trump por el acceso a minerales y tierras raras en otras partes del mundo, como Ucrania o Groenlandia”.
En la otra columna, plantea que un eventual TLC tendría riesgos por el ingreso sin aranceles en sectores como el automotriz, el de medicamentos, químicos y plásticos, con el potencial de distorsionar la producción local.
En esa línea, Poli subraya que la estrategia comercial debería estar acompañada de un entorno de políticas que favorezcan la agregación de valor y el desarrollo. Y advierte: “El entramado productivo local enfrenta una serie de riesgos por el contexto de apreciación cambiaria y apertura de importaciones sobre el cual un acuerdo de libre comercio podría dejar a la producción local en una situación poco competitiva”.
El director ejecutivo del Observatorio Pyme agrega que Estados Unidos es un socio comercial relevante para las exportaciones industriales, con el aluminio y el acero en primer lugar, dos productos que se vieron afectados por la suba de aranceles aplicada por Trump. “Una solución negociada será necesaria para destrabar la incertidumbre que enfrenta el sector. Sin embargo, es importante tener presente que se trata de un socio con quien históricamente la Argentina ha tenido saldo comercial deficitario, situación que frente a un acuerdo podría agravarse, por el perfil competitivo de las canastas comerciales”, alerta.
El destino del Mercosur
¿Qué debería hacer la Argentina dentro del Mercosur si quiere avanzar en un acuerdo con Estados Unidos? Para Sica, la unión aduanera se transformó en “un corset” que impide negociar acuerdos bilaterales mucho más amplios. “Hay que cambiar su formato, pasar a una zona de libre comercio y que la Argentina recupere su posibilidad de tener una política comercial independiente, manteniendo los acuerdos ya construidos. No se cae la preferencia, se mantiene, pero a partir de ahora tenemos posibilidad de hacer nuevos acuerdos que requerirán algunos arreglos aduaneros para que no haya perforación de eso”, propone.

“Una opción, sin modificar las reglas actuales, sería conseguir un waiver o dispensa de los otros miembros. La otra opción sería modificar las reglas. La pregunta clave es: más allá de lo que desee el gobierno argentino ¿el gobierno brasileño estaría dispuesto a hacer alguna de esas concesiones?”, se pregunta Bouzas, y remata: “Brasil es un mercado relevante para la Argentina y la pérdida del acceso preferencial al mercado brasileño sería devastadora para algunas actividades. Si bien el sector automotriz no está plenamente integrado a las reglas del Mercosur, ¿podría el acuerdo sectorial sobrevivir a un conflicto comercial entre Argentina y Brasil?”
Por Pablo Ortega y Joaquín Lanfranchi
Fuente:https://www.lanacion.com.ar/economia/que-tiene-para-ganar-y-para-perder-la-argentina-con-un-acuerdo-de-libre-comercio-con-estados-unidos-nid09032025/





