La cadena de victorias que logró el equipo fortaleció la confianza del plantel y le dio crédito al DT cuando la dirigencia parecía haberle bajado el pulgar
Suele decirse que los contextos de crisis son ideales para encontrar oportunidades. Y es muy posible que haber quedado eliminado tan rápido de la Copa Libertadores y tampoco jugar la Sudamericana, con la frustración y sensación de vacío que ello implica, tal vez le permita a Boca, a Gago, a los jugadores e incluso al Consejo de Fútbol y a Juan Román Riquelme, afrontar un año sereno. En el sentido de no convivir con la histeria, de la obsesión de que lo único importante sea ganar la Copa, de ver cómo impacta anímicamente un resultado adverso en una etapa de grupos que este año no tendrá una clasificación en la Sudamericana, o un repechaje, como pasó el año pasado, que generaron todo el tiempo tensión, nervios y obviamente desestabilización. No solamente con el cuerpo técnico, sino también con los cuestionamientos que suelen aparecer hacia la dirigencia y el plantel.
Es cierto, Boca tiene otra presión ahora, que quizás se pueda afrontar de manera más calma. El objetivo consistirá en adueñarse del ámbito local. Teniendo a los equipos más fuertes de la Argentina en competencias internacionales, el Xeneize tiene todo para hacerse fuerte dentro de los límites de la Argentina.
¿Qué significa esto? Que Boca se ve obligado a ganar el torneo Apertura. Como bien dijo su técnico Fernando Gago, alterando su habitual discurso alejado del resultadismo. Una meta lógica porque Boca lleva dos años sin dar una vuelta olímpica. Es un karma que trasciende al actual DT porque llegó hace cuatro meses, pero tampoco ganó un título su antecesor, Diego Martínez, ni el anterior, Jorge Almirón.
El último que dio una vuelta olímpica como técnico de Boca fue aquel trinomio compuesto por Hugo Ibarra, Roberto Pompei y Leandro Gracián, en el ya lejano marzo de 2023: una Supercopa Argentina ganada ante Patronato, que había descendido y compitió ese partido como integrante de la Primera Nacional.
Ahora, podría decirse que Boca está atravesando un momento muy similar al que vivió en 2017, hace ya ocho años. ¿Por qué? Fue el último año en el que no compitió ni en Libertadores ni en Sudamericana. Y vaya paradoja, ese año fue quizás el mejor de la era Barros Schelotto en cuanto a calidad de juego y superioridad física y futbolística con sus contrincantes locales. En aquel 2017 Boca cerró de manera brillante y con un fútbol de alto vuelo el título de la Superliga 2016-2017 y también edificó los cimientos de la Superliga 2017-2018 que también se adjudicó Boca con Guillermo.
Entonces, había un plus: en aquel equipo jugaba justamente el actual técnico de Boca, quien desde que en noviembre de 2016 había vuelto en gran nivel de su segunda ruptura de tendón de Aquiles izquierdo y brilló en el mediocampo. Fue hasta octubre de 2017, cuando sufrió otra grave lesión (rotura de ligamentos cruzados) defendiendo los colores de la selección argentina ante Perú. ¿Qué significa esto? Que Gago sabe, puertas adentro, el dolor que significa no jugar una competencia internacional, y absorbió ese aprendizaje de mentalizarse y aprovechar el contexto de crisis para abrirle la puerta a la oportunidad. Desde ese lado, el DT de Boca le aportará al plantel ese conocimiento.
Al mismo tiempo, hoy se da una situación comparable con aquel año. Boca hoy tiene un gran plantel, con nombres importantes, hombres experimentados y que le dan variantes al DT en cada puesto. Es por eso que el técnico puede trabajar con serenidad, buscando las mejores opciones para cada puesto, construir un equipo confiable. Ante una hipotética lesión o alguna suspensión por sanción deportiva, o bien una convocatoria a las competencias internacionales a nivel selección, Gago pueda sustituirlos con otros nombres que estén a la misma altura de calidad y física. ¿Por qué? Porque hay tiempo.

Boca, como pocas veces, ahora tiene tiempo y debe aprovecharlo. Es un año bisagra para el plantel, para varios referentes, para Gago e incluso para la diligencia. Boca no puede desaprovechar este contexto, que podría coronar con el primer título desde que Riquelme es presidente.
Esa búsqueda de funcionamiento debería decantar en un fortalecimiento general que le permitirá encadenar triunfos, hacerse sólido, volver a recuperar ese respeto que parece haber perdido ante rivales que se le animan incluso en la Bombonera. Si sigue por esta senda ganadora, el Xeneize podría llegar confiado a la etapa de definición del Apertura. Que coincidirá con las últimas fechas de la etapa de grupos de la Libertadores y Sudamericana.
Más allá de lo que ocurra en lo deportivo, esta agenda menos apretada en el primer semestre le permitirá al plantel llegar mejor preparado y hacer el mejor papel posible en la única competencia internacional que tiene este año, que es el Mundial de Clubes, donde representará junto a River al fútbol argentino frente a los mejores clubes del mundo.
Estos contextos de trabajo sereno y sin competencias múltiples fue muy bien aprovechado por un prócer del club, Carlos Bianchi, que comenzó su era dorada en julio de 1998 y pudo construir un equipo casi invulnerable que se mantuvo 40 partidos sin perder (récord) y recién jugó la Libertadores en febrero de 2000.
El Virrey terminó conformando un equipo y un plantel sólido en el cual el funcionamiento no se alteraba cuando había algún cambio de nombre obligado por las circunstancias (más allá de las grandes individualidades, claro). En aquel Boca daba lo mismo si defendía Samuel o Matellán, o si el cuarto volante era el Pepe Basualdo o Fernando Navas. Eso es precisamente lo que quiere, y debe, conseguir Fernando Gago en este proceso de trabajo.
El azar o las indefiniciones también juegan su rol. Porque después de la dolorosa derrota copera Riquelme pudo haber desvinculado a Gago, iniciar otro interinato de Mariano Herrón, y mientras buscar un reemplazante y comenzar desde cero otra vez. Es contrafáctico, pero si hubiera asumido Herrón y luego llegado un nuevo entrenador, ¿qué habría pasado con ese nuevo ciclo si dentro de un mes perdía categóricamente contra el River de Gallardo en el Monumental? Seguramente habrían vuelto los cuestionamientos y desencadenado -otra vez- ese loop poco saludable para Boca.
La falta de decisión dirigencial de desvincular a Gago y especular con su renuncia derivó en una continuidad que pasó en 10 días de pender de un hilo tras la eliminación ante Alianza Lima, a fortalecerse con el correr de los días, los partidos, las victorias, las buenas actuaciones y el respaldo de los jugadores donde más importa: adentro de la cancha. Aun, como declaró Ander Herrera, sin dejar atrás el dolor que significa no jugar las copas.
En ese partido caliente contra Rosario Central en la Bombonera, tres días después de la eliminación ante Alianza Lima, los jugadores le demostraron que están con él, que quieren que siga y que buscarán la manera de revertir la situación y de buscar el éxito deportivo. La fortaleza del grupo está, y no es poco para un club volcánico y autodestructivo como Boca. Después, claro, es fútbol y solo uno es el campeón.
Es claro que el Boca de Gago tiene, para validar todo lo que viene construyendo, esa primera prueba fuerte en el horizonte cuando visite a fines de abril a su eterno rival. Luego vendrán el cruce de los casi asegurados octavos de final, lo que siga en el plano local, y lógicamente el Mundial de Clubes.
Quizá esto también sirva como aprendizaje para la dirigencia: abrir el crédito ante la derrota como pregonaba el propio Riquelme cuando era opositor (“Vos como club tenés que tener claro qué es lo que querés y qué camino querés. Si vamos a cambiar de técnico cada año, bueno… Veremos cuándo la pegamos”, declaró en 2019, cuando Daniel Angelici era presidente).
Habrá que ver si Gago y el plantel de Boca logran concretar y coronar en el Apertura, desafío que se pusieron como grupo. Lo que sí está ocurriendo es que ese hipotético escenario de ciclo terminado que parecía condenar al DT ya no es tal, y que no hay planes en los cuales Boca llegue al Mundial de Clubes con otro entrenador. Que este contexto de calma vuelva a alterarse por una derrota sería hasta una autoflagelación preocupante que, quedó demostrado, no condujo a nada al club en los últimos 24 meses.
Por Pablo Lisotto
Fuente;https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/boca-ante-la-gran-oportunidad-de-relanzarse-en-tiempos-de-crisis-con-el-factor-tiempo-a-favor-nid10032025/





