San Rafael, Mendoza lunes 27 de enero de 2025

La misteriosa Agatha Christie desaparece – Por:.Beatriz Genchi

El 3 de diciembre de 1926, la famosa escritora de novelas criminales se esfumó de su domicilio. Durante más de nueve décadas, la desaparición (y eventual aparición) de Christie ha sido motivo de debate entre seguidores de su obra, críticos e historiadores literarios.

Es la primera semana de diciembre de 1926 y Arthur Conan Doyle llama a la puerta de uno de sus médiums de confianza. En una mano sostiene un guante de mujer. Entusiasta de todo lo relacionado con el espiritismo desde su ingreso en la masonería, el padre de Sherlock Holmes no está de visita navideña, sino que tiene un caso que resolver. El guante pertenece a su colega Agatha Christie, desaparecida desde hace un par de días.

Fan fatal de las primeras aventuras de Holmes, así como otros pioneros de la literatura detectivesca (Wilkie Collins, fundamentalmente), esta joven prodigio regresó de su experiencia como enfermera de guerra en un hospital de Devon decidida a escribir su propia novela de misterio. Tras recibir alguna que otra carta de rechazo, la Dama Agatha consigue publicar “El misterioso caso de Styles”, en 1920. Es el fruto de nada menos que cuatro años de trabajo, pero merece la pena: dado que su marido, Archibald, ha dejado la Fuerza Aérea por un trabajo mal pagado en el sector financiero, y dado también que ella acaba de dar a luz a su única hija, los Christie necesitan con premura una fuente de ingresos adicional.

De repente llega el mes de abril, y lo hace cargado de malas noticias: la madre de la autora, una presencia increíblemente cercana en su vida, fallece por causas naturales. Christie se sume entonces en una depresión que arrastra hasta agosto, cuando Archie le pide el divorcio. Se ha enamorado de una chica más joven, Nancy Neele, hasta el punto de querer dejar mujer e hija para iniciar una vida con ella.

Es un otoño bastante tormentoso en la casa de Berkshire que la escritora comparte con su, de momento, marido. El 3 de diciembre, Archie concluye que ya ha tenido suficiente y anuncia su intención de pasar el fin de semana lejos de Agatha, acompañado de un grupo de amigos y, por supuesto, la señorita Neele. Esa misma mañana, la autora de “El asesinato de Roger Ackroyd” (1926), su último y cada vez más rotundo éxito de ventas, Christie besa a su hija Rosalind en la cama y sube a su vehículo, un Morris Cowley gris, sin avisar a nadie de hacia dónde va. El coche aparece más tarde estrellado en un barranco del bosque de Surrey: dentro, la policía encuentra una maleta con varios cambios de ropa y un permiso de conducir caducado. Agatha Christie, mente privilegiada para el crimen de ficción, ha desaparecido en la vida real.

Durante once días, su paradero se convierte en una causa célebre británica tan gigantesca que llega hasta el Ministro del Interior, William Joynson-Hicks. Lector confeso de sus novelas, Joynson-Hicks presiona personalmente a la policía para que encuentren a la superventas sana y salva, mientras que los periódicos ofrecen una recompensa de 100 libras de la época a cualquiera que tenga información sobre ella. Se habla de poco menos que 15.000 voluntarios peinando día y noche todo Surrey y alrededores en busca de alguna pista, mientras que Conan Doyle cubre el frente parapsíquico y la también escritora Dorothy L. Sayers, madre del sabueso amateur Lord Peter Wimsey, se desplaza hasta el barranco donde apareció el Morris Cowley para intentar esclarecer lo ocurrido.

No hay duda de que a una inteligencia como la Sayers, que más tarde utilizaría el incidente como base de su novela “¿Muerte natural?” (1927), no se le pasa por alto que el barranco en cuestión se encuentra en Newlands Corner, una reserva natural muy cercana a la casa donde Archie ha ido a pasar el fin de semana con su novia y amigos. Es una de las muchas evidencias que, ups! apuntan hacia una posibilidad escalofriante: ¿y si el marido, ansioso por conseguir que ella firmase los papeles del divorcio, ha decidido sacarla de la ecuación? La policía interroga intensivamente a Archie Christie durante once largos días, luego podemos afirmar que, como mínimo, la maestra de la intriga le arruina el fin de semana campestre a su futuro ex.

Cuando por fin es hallada sana y salva en un balneario de Harrogate, al norte de Yorshire, Agatha Christie se las ingenia para seguir provocando más preguntas que respuestas, pues las circunstancias no están del todo claras. Para empezar, tenemos el nombre falso bajo el que se registra: la señorita Neele (el mismo apellido que la amante de Archie), natural de Ciudad del Cabo. Christie llega al popular spa justo un día después de su desaparición y, según los testigos, pasa el tiempo tomando los baños y leyendo los periódicos con aire despreocupado. Dado que su caso ocupa las primeras páginas no sólo de la prensa local, sino también del New York Times, hay quien piensa que la autora debió de sufrir una pérdida temporal de memoria como consecuencia de su accidente automovilístico. Cuando el gremio periodístico se entera de lo de Harrogate, Christie abandona el lugar de inmediato para refugiarse en Abney Hall, el domicilio de su hermana, donde espera pacientemente a que el interés mediático por su persona se disipe. Ella y Archie firman el divorcio en octubre de 1928. Una semana después, él se casa en segundas nupcias con Nancy Neele.

En su autobiografía, publicada en 1977, Agatha Christie se refiere a esta etapa de su vida en los siguientes términos: «De modo que, tras la enfermedad, llegaron la pena, la desesperación y un corazón roto». Tenemos constancia de que su producción se frena hasta cierto punto en 1927, año que pasa semi-retirada y viajando por, entre otros destinos, Las Palmas de Gran Canaria. La versión oficial es que la escritora aún sigue convaleciente: la muerte de su madre, unida al fin de su matrimonio con Archie, la ha sumido en un estado de salud física y mental muy frágil. Cuando vuelve al ruedo literario, lo hace con “El misterio del tren azul” (1928), que cosecha las mejores críticas hasta la fecha, pero que ella siempre la considerará como su obra más floja. Lo más curioso de todo es que Christie no hace mención alguna a una desaparición tan sonada en su biografía: habla de unos meses duros antes de la publicación, sí, pero no profundiza más.

La pregunta sigue siendo motivo de debate entre seguidores de su obra, críticos e historiadores literarios. Al menos dos médicos de la época le diagnosticasen a la Dama Agatha un caso genuino de amnesia. Por supuesto, hay una tercera hipótesis. Quizá la más retorcida, deliciosa e interesante de todas. Christie decide vengarse del desagradecido de Archie poniendo en práctica su ingenio. Así que ejecuta un acto de desaparición lo suficientemente sospechoso como para que su marido sea considerado de inmediato persona de interés por las autoridades. Después sólo tiene que exagerar un poco su estado mental para que la ciencia médica, los periódicos y la opinión pública archiven el caso como una simple enajenación transitoria.

Pero ella sabe la verdad. Ella sabe que le ha enseñado al inútil de su ex-marido lo que ocurre cuando decides jugársela a una de las más brillantes escritoras de misterio del siglo XX.

Para diciembre de 1926, Agatha Christie había descubierto que podía escribir una versión oficial al tiempo que, sin decírselo a nadie, dejaba la realidad oculta entre líneas. Así que sí, por supuesto que se hospedó en un balneario presa de la amnesia o de una fuga psicogénica. ¿Qué otra explicación podría haber?

Gentileza:

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail