San Rafael, Mendoza jueves 30 de enero de 2025

Código Hays: la censura en el cine – Por:. Beatriz Genchi

Tras el desplome financiero de 1929 la opulencia de la década de los años veinte terminó y la glamorosa industria del cine quedó atrapada entre los gustos desenfrenados de la “era del jazz” y la desesperanzadora realidad de la Gran Depresión. Los cineastas tuvieron que navegar entre el escapismo que brindaba la gran pantalla y la necesidad comercial. Con menos dinero en los bolsillos de la gente, el cine competía por atraer al público con películas lascivas, llenas de sexualidad, violencia y excesos encarnados en gánsteres poderosos, mujeres libertinas y rebeldes sociales. En ese suelo fértil para la crítica conservadora se concibió el Código Hays.

El Código Hays fue un conjunto de reglas y sugerencias que se hizo para regular las películas de Hollywood a principios de la década de 1930 y hasta finales de la de 1960. Su objetivo fue forzar a los estudios a rodar películas más presentables y seguras para el público en general (según algunos criterios), evitando algunos temas y desalentando ciertos comportamientos.

Así, durante la Edad de Oro de Hollywood, el Código Hays prohibió representaciones de desnudez, escenas de pasión, besos largos, malas palabra o subidas de tono, crímenes retratados de maneraexplicita, críticas a la ley o a la religión, perversiones sexuales, mestizaje, y una larga lista de temas a evitar para que los buenos siempre ganaran y los villanos —no tan malos— recibieran su merecido. Lo curioso es que este código no fue impuesto por ninguna autoridad, sino que fue una medida que los mismos estudios pusieron en práctica para autocensurarse antes de que el gobierno de Estados Unidos tomara cartas en el asunto y el resultado fuera aún más estricto; después de todo en ese entonces el cine no estaba protegido por la libertad de expresión de la Primera Enmienda constitucional porque se consideraba un negocio y no una forma de arte, que además influía en la manera de pensar de millones de estadounidenses.

El Código Hays se llamó así por Will H. Hays, un diácono presbiteriano, que fue nombrado presidente de Motion Picture Producers and Distributors of America (MPPDA) y quien estableció en 1927 las reglas de que no hacer y con cuáles temas tener cuidado. Para 1929, el laico católico Martin Quigley y el sacerdote jesuita Daniel A. Lord, se involucraron, solidificaron el Código y consiguieron la aprobación de los estudios. Por supuesto, esto no impidió que ciertos cineastas se resistieran y algunas películas “inapropiadas” continuaron haciéndose. Después de todo, MPPDA no podía leer cada guion escrito ni revisar cada película estrenada. Así que, para poner a esos sediciosos en regla, Joseph I. Breen estableció como requisito que todas las películas en Hollywood debían recibir un sello de aprobación de la Administración del Código de Producción (PCA) antes de su lanzamiento.

A partir de ese momento los estudios no tuvieron otra opción y durante las siguientes décadas todas las películas de Hollywood —no las hechas fuera, vale la pena aclarar y recordar— se rigieron por el Código Hays. Curiosamente, estas limitantes no impidieron que se hicieran grandes películas, incluso mejorando algunas. Quizás el caso más relevante es el de “Casablanca” (1942), pues para el final, Rick (Humphrey Bogart) e Ilsa (Ingrid Bergman) no podían terminar juntos porque hubiera sido adulterio, en cambio él se despide y se queda en la pista de despegue resultando en uno de los mejores finales y en una escena clásica ineludible para la historia del cine. Aaah! Nooo! ¡Con lo que espere el final feliz! Miren quien me lo trunco ¡la censura!

Por supuesto, esta situación no duró indefinidamente. Para 1948 varias películas extranjeras comenzaron a proyectarse en Estados Unidos, y al estar exentas del rigor del Código Hays, abrieron el panorama a un público que hasta entonces había pasado décadas en aislamiento visual. Directores como Ingmar Bergman, Federico Fellini y Akira Kurosawa habían cambiado en sus países la industria cinematográfica y llegaron con un aire de novedad a inspirar a los cineastas estadounidenses. Al llegar 1953, la Suprema Corte le otorgó al cine la calidad de obra de arte, dejándolo así bajo la protección de la Primera Enmienda y la libertad de expresión. El Código Hays perdió relevancia, y para la década de los sesenta ya nadie lo seguía. Los tiempos habían cambiado y lo que alguna vez fue ofensivo para las audiencias de los treinta ya no lo era para las de los sesenta. Y así, en 1968, el Código se abandonó definitivamente y la MPPDA se convirtió en Motion Picture Association of America, un símbolo que aún podemos ver al final de los créditos y que permitió el nacimiento del Nuevo Hollywood con gigantes como Steven Spielberg, George Lucas, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese haciendo películas como nunca se habían visto.

La censura es una forma artificial de modificar los impulsos creativos de una sociedad, los cuales se alimentan de una realidad que tratan de expresar. Por ello, la moralidad en el arte puede suponer un tema espinoso pues en ocasiones la libertad de expresión puede caer en excesos y si se distribuye sin cuidado puede trastornar para mal el pensamiento social. En el otro lado de la balanza, la libertad creativa también impulsa cambios sociales positivos, y puede poner en el foco de la discusión pública temas importantes que han quedado sepultados bajo la lápida del tabú y que en ocasiones se deben reconsiderar. Desde mi punto de vista, la censura no es la solución, ya que es la manera más efectiva de despertar las ganas de hacer todo lo contrario.

Gentileza:

Beatriz Genchi
Museóloga-Gestora Cultural-Artista Plástica.

bgenchi50@gmail.com

Puerto Madryn – Chubut.

 

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